Cataleya

Capitulo 26 Ese amor quedo en el pasado

Dylan

Al despertarme esta mañana, me llevé la sorpresa de sentir el cuerpo de Cataleya junto al mío. No sé en qué momento sucedió, pero es reconfortante sentir sus manos rodeando mi cintura. Es increíble que esta mujer esté así. Ya deseo que los días pasen volando para casarme con ella y hacer lo que me antoje.

Me levanté de la cama sin hacer el mínimo ruido. Al entrar en la ducha, tomé un merecido baño y a los pocos minutos ya estaba vestido. Salí del departamento sin que ella se diera cuenta.

Media hora más tarde, me encontraba en la habitación de mi padre.

—¿No estarás loco en volver con esa mujer, cierto hijo? —replicó mi padre con total seriedad.

—No, ella ha seguido adelante con su vida, y ya no me interesa ni lo más mínimo. Estoy enamorado, y dentro de poco me casaré con Cataleya.

Suspiré y pasé mis manos por mi sedoso cabello. Aunque en algún momento pensé que sentía algo por Merlina, la verdad es que ya no. El amor que una vez le tuve murió cuando ella me abandonó. Todo quedó en el pasado.

Después de charlar un buen rato con mi padre, decidí ir a la empresa a firmar unas ventas de autos. Las ventas se están incrementando y ahora la ganancia es doble.

Mientras manejaba hacia mi empresa, mi mente viajaba hasta Cataleya. Ella está empezando a formar parte de mis pensamientos, aunque espero que no sea amor. Niego varias veces, mareándome con mis propios pensamientos. Aparco el auto en el estacionamiento de la empresa y presiono el botón de seguridad.

Subo al ascensor y marco el número que me llevará directo a mi despacho. A los pocos minutos, suena el timbre indicando que he llegado. Entro a mi despacho y mi secretaria me informa sobre las noticias e informes de la semana. Me quito el saco de mi traje y lo dejo sobre el respaldo de mi cómoda silla de piel.

—¿Estos son los papeles, Maria? —le pregunto.

—Sí, señor, estos son los de las ventas.

—Bien, retírate y no me pases llamadas ni visitas. Estaré muy ocupado —replico, sin dejar de ver los papeles.

—A sus órdenes. Si no necesita más de mí, me retiro —me indica, y aprovecho para pedirle que se retire, ya que en estos momentos lo único que deseo es ver a Cataleya. No me despedí de ella por la mañana, pero fue lo mejor, ya que estaba algo mareada por lo de anoche y no quise despertarla.

Las horas transcurren y firmo varios papeles de compra, venta y crédito para algunos socios de la empresa. Mi móvil suena indicándome una llamada entrante y sonrío al ver el nombre de Cataleya en la pantalla.

—Buenos días, preciosa —saludo con alegría.

—Buenos días, mi querido novio. Necesito pedirte un gran favor. Necesito dinero, unos 500 dólares. Va relacionado con el contrato.

—Lo que quiera mi futura esposa, se lo daré. Estoy en la empresa, ¿qué te parece si vienes y luego vamos a ver lo del vestido de novia?

Deseo verla, tengo una inmensa necesidad.

—Estoy en tu empresa con Ale.

—Sube, preciosa. Dejaré dicho que te dejen pasar, ¿vale?

—Bien, ya subiré.

Cuelgo la llamada y creo que mi sonrisa es de oreja a oreja. Al levantarme de la ¹, la puerta de mi despacho se abre con brusquedad y mi sonrisa se desvanece al ver a Merlina entrar, seguida de mi secretaria.

—Señor, ella entró sin mi permiso. Lo lamento —dice Maria. Fijo mis ojos en Merlina, preguntándome qué quiere.

—Dylan, necesitamos hablar, por favor —me pide suplicante.

—¿Qué es lo que quieres? Entre tú y yo no hay nada de qué hablar —replico con seriedad.

—No digas eso. Tú sabes que yo te sigo amando. Me divorcié hace unos años. Por favor, mi amor, tú me amas a mí y no a esa mujer. Se nota que es diferente a mí, ella no es de nuestra clase. Ayer lo pude notar. Tú jamás podrás olvidar lo que vivimos juntos. Te amo y yo...

La voz de Aleyna no deja que Merlina termine de hablar.

—¡Papi Dylan! —grita eufórica, saltando sobre mí. La tomo en mis brazos y le deposito un beso en la mejilla. Busco a Cataleya con la mirada y ella viene hacia mí, juntando sus labios con los míos. Bajo a la nena y tomo a mi futura esposa de la cintura, no esperaba este rico recibimiento.

—Te extrañé toda la mañana —comenta Cataleya con pucheros. Mi sonrisa se amplía aún más. Sí que sabe actuar.

—Yo también, papi. Te fuiste sin despedirte.

—Tenía que venir muy temprano, pero ¿qué tal si salimos? —levanto la mirada y veo que Merlina aún sigue de pie.

—¿Estás ocupado, amor? —pregunta mi prometida, mirando a Merlina.

—No, amor, para ti nunca —le digo pícaro.

—Merlina, en verdad estoy muy ocupado. Si deseas hablar de negocios, puedes notificar a Maria —la mirada de Merlina se torna triste, pero ignoro cada gesto que hace para llamar mi atención.

—¿Papi, quién es ella? —pregunta Aleyna curiosa.

—Sólo una vieja amiga —respondo con mi mejor sonrisa.

—Nos vemos, Dylan —me dice Merlina sin quitar la mirada de Cataleya.

—Adiós —le respondo yo. Ella sale de mi despacho como alma que lleva el diablo.

—Vámonos, preciosas.

En el transcurso del camino, ninguno de nosotros articula palabra alguna. En parte le agradezco a Cataleya, ya que la niña estaba presente. Sé que ella tiene alguna pregunta, pero no lo hace por la niña. Por otro lado, no entiendo a Merlina. Hace cinco años dejamos las cosas muy claras. Ahora, ya no me interesa nada de ella. Podría tal vez haberme aprovechado de ella si no hubiera conocido a Cataleya. Las cosas pasan por algo. Ella está divorciada y yo estoy a punto de casarme.

Los días pasan volando y no he sabido nada de Merlina desde aquella vez, gracias al cielo. Cataleya ha estado más ocupada con lo de su madre, que dentro de dos meses le darán la respuesta si habrá una cirugía. Tuve una charla con la señora Francela; realmente es algo enojona. Hasta me dio miedo. Estuve a punto de retractarme.

*****
Ya todo está preparado para la gran boda, este es el día en que seré un hombre casado. Mientras dejo mis pensamientos atrás, busco a mi padre con la mirada; él aún no llega y estoy desesperado. La iglesia está repleta de muchas personas, cámaras por doquier y ni hablar de los reporteros. Mis pies no dejan de moverse.




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