Cataleya

Capítulo 27 Estoy casada

Cataleya.

Al aceptar, apenas puedo articular la palabra "Sí" cuando Dylan atrapa mi labio y una mano intenta poner el anillo en mi dedo. El bullicio se hace presente y todos aplauden. Me aparto cohibida, su sonrisa es de oreja a oreja, mientras yo finjo una sonrisa falsa.

Al salir fuera de la iglesia, los invitados comienzan a felicitarnos y abrazarnos. Mi madre se acerca y besa mi mejilla, se nota triste y no entiendo por qué. Puede que piense que ya no estaré a su lado, pero jamás me alejaré de ella, es lo único que tengo aparte de mi hija.

Salgo de mis pensamientos cuando mis ojos se cruzan con esa mujer, ella está al otro lado de la calle mirándonos de manera desagradable. ¿Qué le pasa? Su comportamiento me está cansando, desde aquella vez que la vi en la empresa de Dylan estoy empezando a sentir cosas feas por ella. Las manos de Dylan rodean mi cintura y todos nos ven, así que decido que sería bueno actuar y que esa tal Merlina nos vea besarnos apasionadamente. Sin darme cuenta, los labios de Dylan atacan los míos primero.

Últimamente su sabor es irresistible para mí, es como un trozo de pastel de chocolate al que no te puedes negar probar. No sé qué me pasa, solo deseo tenerlo pegado a mí. Si bien hace un mes lo odiaba por idiota, ahora siento otra cosa por él, algo que no había sentido antes, es la primera vez, pero rápidamente freno ese pensamiento de mi mente. Esta boda es falsa, posiblemente solo dure poco tiempo.

*****

Llegamos a la dichosa fiesta en la mansión de "Mi suegro". Estoy abatida, casi no me agrada estas cosas. La presencia de las tías de mi ahora esposo, no me agrada en lo absoluto, encima este vestido de novia está empezando a darme picazón. Dios mío quien diría que yo estuviera bien casada a estas horas.

Tan sumergida en mis pensamientos No percató cuando todos piden que cortemos el pastel.

—¿Pasa algo Cataleya—pregunta Dylan algo preocupado.

—Sólo pensaba, nada más— El sonríe mostrando felicidad. 
La noche transcurrió entre brindis y baile. Me sentía ya algo mareada. Mi madre me hace un gesto con la mirada.

—Dylan, voy con Francela debe estar cansada ya debería mandarla a casa.

—Como quieras preciosa— dice besando mis labios. Llegó hasta mi madre está muy seria Típico en ella.

—¿Ya quieres irte Ma?—le pregunto con cansancio.

—Si Catalina, no me gusta este ambiente, no pertenecemos a este entorno. Lo sabes cierto— bufo molesta, porque me arruina la noche llamándome con mi antiguo nombre.

—Francela, el chofer de Dylan irá a dejarlas y te pido que por favor dejes de llamarme Catalina, por Dios te pueden oír ya no soy más ella, entiende.

Mama rueda los ojos, toma la mano de Ále, llegan hasta mi suegro lo saluda y sin más se van. Suspiró frustrada por su comportamiento.

—Hola querida— la voz de mi suegro me sobre salta.

—Señor George, como esta— mí voz suena nerviosa. Giro mi rostro hasta Dylan, él plática con unos hombres.

—La señora es muy linda y la pequeña igual, sus parecidos es tremendo ¿A los cuantos años la tuviste?— pregunta con la mirada penetrante. A qué se debe su interrogatorio si el muy bien sabe que Ále es mi hija, Dylan le presento a mi madre y a la nena. Su pregunta me hace sentirme incómoda.


—Señor, yo creo que no es de su...

La voz de Dylan nos interrumpe, lo cual agradezco.

—Amor, ya es tarde, debemos partir a nuestra luna de miel, hay que despedirnos —frunzo la ceja confundida. —Padre, iremos a Francia a pasar unos días, nuestra luna de miel.

Francia, pero yo pensé que... no entiendo.

—Qué bien, espero que vuelvan ya en cinta —me dice con una sonrisa en su arrugado rostro. Está loco este señor, tan pronto pide nietos.

Lo siento, "suegrito", porque yo no seré la madre de tus futuros nietos.

—Padre, eso no lo dudes —le dice Dylan guiñándome el ojo. ¡Está loco!

Me despido de los invitados y de mi suegro, Dylan hace lo mismo. Subo a un auto súper lujoso, Dylan se une a mí y le indica al chofer que nos lleve al aeropuerto.

—En serio vamos para Francia.

—Sí, así es, y tu madre ya lo sabe. Le dije que no te dijera, ya que es mi regalo de bodas.

Este tipo me está haciendo una broma de mal gusto o ¿qué? Pensé que solo fingía.

—¿Es en serio? Pero tú muy bien sabes que esto es falso, no es necesario viajar tan lejos para fingir nuestra luna de miel —replico, ya enojada por tomar decisiones sin mi consentimiento.

—Cataleya, no te enojes, solo es un viaje —su móvil suena, lo saca de su saco y responde sin ver la pantalla.

—¿Qué quieres?... Es obvio, no. Deja de llamar, estoy ocupado... Merlina, ya ¡Demonios!

Antes de que cuelgue, le quito el móvil. Me ve sorprendido, pero me vale. Pongo el móvil en altavoz y, bufando, le digo a Merlina.

—Oye tú, deja de molestar a mi esposo, ya no te pertenece —dicho eso, cuelgo la llamada. Los ojos de Dylan se agrandan, me mira con asombro. Le tiro el móvil y sería. —Mientras estés casado conmigo, espero que me seas fiel.

Ni yo misma doy crédito a mis palabras. Parece que una niña, berrinchuda.

—Estás celosa.

—Yo no... ¡No estoy celosa! ¿Qué te pasa? —le digo nerviosa. Es un idiota, el que se cree. Celos yo, no lo creo.

—Ya está, mi amor, no te enojes, y te aclaro que lo de Merlina fue cosa del pasado. Hay cosas que desconoces pero necesito tiempo.

Me encogí de hombros, restándole importancia a su diminuta explicación. Llegamos al aeropuerto y subimos al gran avión privado.

Tomé lugar y me coloqué el cinturón, al igual que Dylan. El avión empezó a tomar vuelo. Me recosté sobre el respaldo de la silla.

Una mujer muy bonita se nos acerca para preguntar si deseamos beber algo, rápidamente niego.

—¿Qué pasa? ¿Sigues enojada?

—No, para nada, solo deseo cerrar los ojos —los cierro, dejándome llevar por el sueño.

Las manos de Dylan me atraen hacia él, y dejo que lo haga, ya que no tengo ganas de discutir.




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