Cataleya

Capítulo 28 ¿Eres Virgen?

Capítulo contiene contendio sexual +18

Dylan

 

Beso su cuello, embriagándome con su aroma natural. Siento cómo su cuerpo se contrae. Comienzo a desabrochar su incómodo vestido de novia, que cae al suelo revelando su precioso cuerpo, pero detengo mi recorrido hasta su espalda marcada.

Al ver el tatuaje en forma de mapa, me quedo sorprendido. Tengo tiempo de sobra para preguntarle sobre eso más tarde. Por ahora, quiero perderme en ella. La beso nuevamente; sus ojos están cerrados por la lujuria y el placer irresistible. Sin más preámbulos, la tomo en mis brazos y la llevo hasta la cama. Beso su exquisita boca, apreciando cada gesto que sale de ella. Me encanta; desde que la vi en el hospital junto a mi amigo, luego en el club. Dejo su boca para llegar hasta sus senos y quitarle el sujetador. Una vez más, me quedo petrificado al ver una marca fina al lado izquierdo de su pecho. Ella tiene una marca de cirugía; otra sorpresa descubierta.

Todo esto es extraño, pero no es el momento para hacer preguntas. Beso sus pezones endurecidos.

—Dylan, yo ah... —gime temblorosa.

—Eres deliciosa —expreso excitado. Con ella, haré todo lo que no he hecho con otras mujeres. Deseo darle placer y que ella haga lo mismo. Quito su reluciente bikini transparente.

—Esto es vergonzoso, yo no...

La callo con un beso, por ahora solo quiero perderme en ella.

—No quiero escuchar un no de tu parte, amada esposa.

Ella sonríe, respira hondo y asiente. Una tremenda curiosidad por saber más de ella me está matando. La última vez que dormí en su antigua casa, vi ese extraño tatuaje, pero ahora, esta marca de cirugía me deja perplejo y con la necesidad de saber más sobre ella.

—Me encantas demasiado —susurro, mordiendo su lóbulo de la oreja.

Ella jadea bajito. Su figura escultural tiembla por cada toque mío. Sin duda alguna, me sorprende su actitud. Actúa como si nadie hubiera tocado su cuerpo antes. Si no supiera que tiene una hija, juraría que es una mujer inexperta y posiblemente virgen. Pero no importa; aunque pueda ser inexperta, dudo mucho que sea virgen.

—Dylan, esto es algo nuevo para mí —comenta con agitación en su voz. Ella es algo peculiar, no logro entenderla. Sin dejarla terminar de hablar, beso sus labios con necesidad, nuestras lenguas se entrelazan, y presiono mi hombría contra su vientre, mostrándole lo que me hace sentir. Me levanto de la cama, deshaciéndome de mis zapatillas y la incómoda ropa. Al verme desnudo, ella tapa sus ojos y trata de levantarse de la cama, pero la detengo.

—¿Acaso te asusta lo que ves? —pregunto seductoramente. Ella asiente con los ojos cerrados.

Ruedo los ojos. Será la primera vez que ve uno tan grande. Sus gestos parecen de inocencia, pero río con descaro y dejo todo juego cuando recorro cada centímetro de su preciado cuerpo, mis manos tocan su frágil y suave piel.

—Eres hermosa —susurro excitado. Mi lengua llega a su plano vientre, lo lamí dejándolo húmedo, y luego bajé a su muslo haciendo el mismo proceso. Intenté abrir sus piernas, pero ella las cierra. —Preciosa, ábrelas para mí. Ya estás muy mojada y yo muy duro, mi amor.

Asiente sin mediar palabra alguna, su rostro está más rojo que un tomate. Me posiciono entre sus piernas y bajo mi cabeza, le pido que abra sus ojos.

—Amor, abre los ojos. Quiero que veas cómo disfruto de tu sabor —obedece mis palabras y abre sus ojos verdes, oscurecidos por el placer. Meto mi lengua en su vagina, saboreando su esencia.

—¡Oh, Dylan!

Mi lengua juega con su botoncito mágico, provocando pequeños gemidos. Mi miembro está a punto de explotar por la necesidad de penetrarla. Ya es hora de llevarla al infinito placer. Me levanto y busco un preservativo. Me detengo de golpe y pienso en mi objetivo, tener un hijo. Demonios, ¿para qué un preservativo si lo que deseo es un hijo? Soy un idiota. Me acerco a ella nuevamente, levanto sus piernas hasta mis hombros y, sin pensarlo tanto, la penetro de una estocada, deseando hundirme, pero me quedo en estado de shock al darme cuenta de que es virgen. Ella suelta un grito.

El grito agudo de Cataleya me saca de mi ensimismamiento. Creo que ahora sí se me fue la paciencia; sus ojos derraman lágrimas, y aún estoy dentro de su apretada vagina. Esto debe ser una broma, ¿cómo puede ser virgen si...?

—¿Por qué me mentiste? —pregunto furioso.

—¡Ahg! ¡Termina de una vez! ¡Me duele!

No puedo negar sentir furia y enojo, pero debo terminar con esto. Luego ella me tendrá que dar una maldita explicación de todo esto. Ya dentro de ella, me muevo con lentitud para no lastimarla más de lo que ya está. Bajo sus piernas de mis hombros lentamente. Ella se queja, pero ignoro su lamentado quejido. Por mentirosa. Aunque nunca se me ocurrió preguntar. Pero, ¿quién preguntaría esa mierda al verla, con que tienes una hija idéntica a ella?

Mierda. Su sangre se mezcla con mi miembro, y beso su seno mientras trato de volver a excitarla. Su estrechez me vuelve loco; a pesar de sentir enojo, no dudo en disfrutar de ella. Jadeo cerca de su boca y atrapo su lengua, saboreándola.

—Yo lo lamento...

—Ya está, por ahora no me digas nada. Solo déjate llevar por el placer. ¿Aún te duele?

—No... no tanto... ahhh.

Dios mío, esto es el cielo. Me encanta ella, su aroma, sus pequeños quejidos. Quién diría que ella fuese de esta manera.

—Oh, eres mía, solo mía —un delicioso orgasmo se acerca, pero deseo que ella acabe primero. —¿Qué sientes, preciosa?

—Calor y un delicioso placer.

La embisto una y otra vez hasta alcanzar el delicioso clímax que nos invade a ambos.

Caigo rendido sobre su cuerpo, saliendo de su interior sin lastimarla, mientras su sangre llena mi miembro. Me levanto de la cama y me dirijo al cuarto de baño, donde me inclino sobre el lavamanos y observo mi reflejo en el espejo. Su primera vez habría sido más excitante si me lo hubiera dicho.




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