Cataleya

Capítulo 29 Dolorosos recuerdos

Cataleya


—¿Me estás tomando el pelo? —replica sin dejar de mirarme.

—¿Crees que estoy de humor para bromas? No, además, si quieres una explicación, quédate callado y déjame hablar.

El rostro de Dylan es un enigma. Debería darme mi espacio, pero parece pensar que es dueño del mundo. No entiendo por qué tengo tanta confianza en él. Nunca imaginé que un día me abriría así a alguien, y menos a un hombre. Lo más sorprendente es que ha sido él, ha sido Dylan quien me ha quitado la virginidad. Aunque me gustó, a pesar del molesto dolor en mi vagina.

Suspiro cansada. Él necesita una explicación, y sin duda se la daré, aunque creo que omitiré algunos detalles que no deseo que conozca de mi doloroso pasado.

—¿Qué pasa con tu hermana gemela? —pregunta, tocándose la barba que le crece.

—Mi hermana gemela se llamaba Cataleya.

—Cataleya, ¿ambas tenían el mismo nombre?

—No —respondo.

—¿Entonces?

—Dylan, déjame contarte, pero trata de no interrumpir la conversación —rueda los ojos y asiente.

—Francela, mi madre tuvo trillizas idénticas: Carolina, Catalina y Cataleya.

—Tres... Pero tú dijiste... —lo fulmino con la mirada. —Ya está, me callo.

—Las tres nacimos el mismo día y a la misma hora, solo que en diferentes minutos. Cataleya nació primero que mi otra hermana difunta. No la conocí, ya que murió meses después de nacer, y yo, es decir, nací 15 minutos después. Cataleya era la mayor por tan solo esos minutos, pero yo naci discapacitada, sin córnea.

—Naciste ciega. Continúa.

—Mi padre se llamaba Faddei y era ruso. Era un hombre un tanto excéntrico, obsesionado con algo que no le pertenecía, y por eso estábamos rodeados de enemigos. Mi hermana y yo éramos muy unidas; ella era mis ojos desde pequeña. Con el paso de los años, mi padre nos llevó a vivir a otro lugar, lejos de la sociedad. Nunca entendí por qué papá me hizo este extraño mapa en mi espalda. Yo era muy pequeña, aún no se me borra ese sufrimiento.

Pensar en esas cosas hace que se abran heridas del pasado.

—No te enfades conmigo por interrumpir. Pero llevas ese tatuaje desde pequeña.

—Sí, solo tenía 7 años.

—Tu padre debió de ser algún psicópata por hacerte semejante cosa —asiento, con la mirada perdida en sus labios. Me encuentro fascinada; creo que mi corazón palpita por esa cosa llamada amor. —Hey, estás aquí, preciosa —Dylan me saca de mis pensamientos.

Respiro hondo y continúo contándole, sin entrar en muchos detalles, la vida que llevamos hasta que llegamos a la parte más dolorosa, cuando Cataleya sufrió.

—Los años pasaron hasta que un día papá decidió llevar a un hombre que fingía ser su amigo a la cueva. Fue entonces cuando nuestra vida cambió. Esa tarde, nuestros padres fueron al pueblo más cercano en busca de víveres. Mi hermana y yo nos quedamos solas hasta que ese hombre, que nunca había escuchado antes, entró en la cueva en la que vivíamos.

Sin darme cuenta, las lágrimas brotan, los recuerdos de los gritos de Cata vuelven a mi mente.

—Si te afecta este recuerdo, es mejor que lo dejemos aquí, habrá otro día —dice seriamente. Levanto la cabeza y niego.

—Ya he empezado, déjame terminar.

—Está bien, fierecilla.

Le relato lo sucedido esa noche, cuando la vida de mi hermanita y la mía cambió para siempre. Cada palabra que sale de mi boca es dolorosa, siento dagas en mi alma.

—Antes de morir, mi hermana gemela deseaba que sus ojos y su corazón fueran míos... —toco mi pecho donde está mi corazón. —Ella se dejó morir y no pudo despedirse, ya que yo estaba en coma. Al despertar, ya habían pasado dos meses desde su muerte. Decidí hacerme cargo de Aleyna. Cuando salí del hospital, mamá compró una pequeña casa en malas condiciones, pero nos sirvió mucho. Con el paso de los años, mamá se enfermó y su antigua jefa decidió contratarme como mesera. Mi vida ha sido rutinaria, cientos de hombres han intentado aprovecharse de mí, pero nunca dejé que ninguno se me acercara o me tocara. Tú fuiste el primero en romper esa barrera —digo con un nudo en la garganta.

—Lo he notado, y todo lo que me has contado es muy triste. Lamento la pérdida de tu gemela, ahora comprendo el parecido con Ale. Hay algo que la diferencia de ti, y es que ella es cariñosa y alegre.

—Sí, así era Cataleya, alegre y muy habladora. Cada vez que no reía, ella trataba de animarme. Siempre me decía que me amaba de una manera incomprensible. Jamás olvidaré lo que me dijo antes de que nos atacaran en la cueva en la que vivíamos. "Te daría mis ojos si fuese necesario, y mi corazón para que sientas cuánto te amo". Definitivamente cumplió cada una de sus palabras.

—Ya está, amor. Olvida el dolor y trata de vivir la vida como ella quería. Tal vez no es asunto mío, pero ¿quiénes eran esos que estaban detrás de tu padre?

—No puedo decírtelo. Solo puedo decirte que buscaban un polvo blanco —sus ojos me miran fijamente.

—Está bien, sí.

Dylan limpia mis lágrimas, roza sus labios con los míos y, sin darnos cuenta, estamos recostados en la cama.

—Quiero que sepas que siempre estaré para ti. Puede que esto sea un contrato, pero me encantas. Cada día contigo es emocionante y feliz. Cuando me alejo por un momento de ti, un vacío se instala en mi interior, Cataleya. Creo que me has embrujado y ahora te quiero.

Dios mío, no sé cómo interpretar su confesión. ¿Debería reír, llorar o simplemente reconocer lo que siento por él?

—Dylan, realmente me he enamorado de ti y temo sentir esto —digo de repente.

Dylan acaricia mi mejilla, besa mi sien, sus manos grandes rodean mi diminuta cintura y, con los ojos cerrados, dice firmemente:
Aquí tienes el párrafo editado:

—No tienes por qué temer. Olvida el contrato, lo que ambos sentimos es amor. Dejemos que el tiempo tome su curso y, al finalizar el contrato, si deseamos seguir juntos, así será. Desde mi parte, deseo estar contigo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.