Cataleya

Capítulo 30 Disfrutando de nuestra Luna de Miel

Dylan

Me despierto con los fuertes rayos del sol golpeando mi rostro. Miro a mi lado y sonrío embobado al ver a esta mujer que en un abrir y cerrar de ojos se ha colado en mi corazón. Me encanta todo de ella, y aún más saber que soy el primero en todo.

Reviso la hora en mi móvil. Son las 7:15 am. Retiro su mano de mi cintura, le doy un beso en la frente y admiro su belleza durante unos minutos. Me pregunto quiénes fueron esos hombres que la atacaron a ella y a su familia, y en qué estaba metido su padre.

Todo lo que ella me contó ayer fue realmente triste, muy triste. Pero yo intentaré borrar esa tristeza y ser feliz con ella. Está claro que me he enamorado de ella, y ella de mí. Suspiro y sonriente me dirijo al baño para tomar una fresca ducha. Pienso en todo lo que tengo planeado para este viaje. La llevaré a conocer París y los mejores lugares, y por último, deseo llevarla a la playa para tomarnos unas cuantas fotos. Después de la relajante ducha, salgo del baño con una toalla enrollada en la cintura.

Cataleya está sentada en la cama, con la mirada perdida en un punto fijo, como si estuviera pensando en algo. Me acerco y llamo su atención.

—¿Amor, qué pasa? —pregunto. —Te noto ausente.

—No es nada. Bueno, sí es algo. Ayer no usamos ningún preservativo y, como sabes, debo cuidarme. Soy muy joven para tener hijos, y además, mamá aún me necesita —explica.

Mierda, ahora que puedo responder al respecto.

—Buscaremos un método anticonceptivo, no te preocupes —miento. Ella asiente, elevando la comisura de sus labios.

—Me daré una ducha —dice, levantándose de la cama.

—Adelante, preciosa. Yo me visto mientras tanto.

Al secar mi esculpido cuerpo y vestirme con elegancia como siempre, una camiseta blanca, una cazadora, pantalones vaqueros negros de marca y mis zapatillas Nike, aplico loción y paso un peine por mi cabello húmedo. Cojo mi móvil de la mesilla de noche.

Ya son las 8:40 am. La llevaré a desayunar al mejor restaurante del país. Me río interiormente, ¿quién diría que la fierecilla y yo compartiríamos los mismos sentimientos? Eso es genial. El móvil suena, descuelgo sin muchas ganas. ¿Qué demonios quiere Merlina? ¿Acaso no fue suficiente lo de hace años?

—Dylan, mi amor, necesitamos hablar de muchas cosas. Yo te amo y no te imaginas lo arrepentida que estoy de haberte dejado con tu discapacidad. Sé que en el fondo me amas a mí y no a ella. Te has casado porque seguramente me quieres castigar, ¿verdad, mi amor?

Por todos los santos, esta mujer está loca. ¿Acaso cree que todo es fácil de asimilar?

—¿Ya terminaste tu estúpida declaración? Porque déjame decirte que mi esposa es un tanto celosa y estamos a punto de salir a pasarlo bien. Es mejor que no me vuelvas a llamar —digo seguro y con burla.

—Dylan, por Dios, am...

La interrumpo rápidamente.

—Adiós, Merlina. No me fastidies, que estoy pasándola de lo mejor.

Sin más que decir, cuelgo la llamada.

—¿Por qué ella sigue llamándote? —pregunta mi esposa saliendo de la ducha. Suspiro, tomo aire y le hago señas para que se siente a mi lado.

—Merlina fue la primera mujer con la que quise hacer una vida. Pero después de tener un accidente de auto que me dejó paralítico, decidió que lo mejor para ella era tener un hombre fuerte que pudiera darle hijos, algo que yo jamás podría hacer. Por esa razón, me abandonó y se fue a estudiar a Inglaterra. A los pocos meses, supe que se había casado. Pasé mucho tiempo en la cama hasta que mi padre me animó a hacer rehabilitación y otros ejercicios, que pensé que no me servirían de nada. Pero como ya ves, aquí estoy, fuerte y potente. No te imaginas los días que gritaba y maldecía por haber tomado de más y no medir las consecuencias. Sufrí y lloré mucho, y la única persona que estuvo para mí fue mi padre. Estoy agradecido con él —digo, sacando el aire que apretaba mi pecho.

—La vida trae sorpresas y casualidades muy grandes. Muchos no lo creen, pero yo, ciega desde que nací, y otros paralíticos y abandonados por la persona que necesitaban, sabemos lo que es eso. La persona que más deseé ver al despertar del coma y al darme cuenta de que mis ojos tenían vida era mi gemela, pero ella ya no estaba. Se fue para siempre, mientras que otros se van y vuelven para corregir sus errores. Lo que ella desea es una oportunidad —comenta de una manera que me deja perplejo.

—Merlina me ha pedido una oportunidad, pero es muy tarde. Estoy colado por ti, fierecilla, y eso no va a cambiar en absoluto.

—Te quiero, Dylan.

—Y yo te amo.

Tomo su rostro y le doy un beso sincero y lleno de amor.

***

Después de un hermoso encuentro del que no daré detalles, mi amada esposa y yo nos encontramos desayunando en el mejor restaurante de París, Le Zing, un lugar que vale la pena gastar muchos euros. Es un espacio agradable y hermoso, con compuertas y ventanillas acristaladas. Pedimos Cassoulet para desayunar y Rompope para beber.

La mañana transcurrió con tranquilidad. Dejamos el lugar y ambos quisimos caminar por las calles de París. Llegamos a un hermoso parque lleno de personas con sus niños y mascotas. Cataleya reía como una niña despreocupada. Creo que no tuvo la mejor infancia, especialmente si vivía en la oscuridad.

Saqué el móvil y le tomé varias fotos. Ella es hermosa, única y la mujer que cualquier hombre desearía tener. Al llegar la noche, la llevé a un pub para bailar un poco. Todo lo vivido hasta ahora es lo que deseo, pero lo que más anhelo es tener un hijo. No descansaré hasta cumplir mi objetivo de darle un nieto a mi padre. Estoy enamorado de ella, pero eso no significa que abandonaré mi plan de embarazarla.

Los días en París fueron maravillosos, sin contar las noches de pasión. Ahora estamos esperando nuestro viaje de regreso. Le propuse a Cataleya que viviera conmigo en la mansión de mi padre o en un nuevo departamento que compré antes de casarnos, mientras su madre y Aleyna se quedan con Loyda en el otro piso. Sin embargo, su única respuesta fue un "déjame pensarlo". Dudo mucho que le permita pensarlo demasiado. Cataleya debe vivir a mi lado al menos durante unos meses; ella debe aprender a vivir sin su madre.




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