Cataleya

Capítulo 31 Exasperada

Cataleya

 

Ha pasado solo una semana y me siento mal por no estar al lado de mi madre. Dylan tiene razón al querer estar solo conmigo, pero también debe comprender que ella está sola y solo me tiene a mí. Lo amo y sé que él me ama, pero primero está mamá, y si él no acepta que ella venga a vivir aquí conmigo, tendré que ser clara con él.

Cada día que pasa me enamoro más de él, pero eso no le da derecho a decidir por mí. En cuanto a mi madre, le diré que venga a vivir conmigo, con la condición de que no se meta en mi matrimonio, supongo que eso es lo que tiene a Dylan así. Bueno, lo otro y más importante es esperar a que la llamen para la cirugía.

Mientras preparo el baño para Ale, pienso en los sueños que tengo cada día. ¿Qué querrá advertirme mi gemela en esos sueños en los que ella aparece? Me volveré loca por esos sueños.

Luego de bañarme con mi pequeña, nos vestimos. Ella con un vestido volante color rosa y su cabello en ondas, le pongo zapatillas negras. Yo me visto con unos jeans rasgados, una polera con cuello color rosa y tenis rosas.

—Ya estamos listas, iremos a ver a mamá y luego a Dylan.

—Sí, mami, luego me llevas a comer un rico helado de choco chispa.

—Lo que tú quieras, mi amor. Ahora vamos con el chofer para que nos lleve.

Al salir de mi departamento, subimos al coche y le doy la dirección del otro departamento donde está mamá.

A la media hora llegamos al departamento donde está mamá. Le digo al chofer que nos espere al menos una hora. Subimos hasta el piso. Al entrar, saludé a Loyda y le pregunté por Francela, me dijo que se encontraba en su habitación.

—Hola, madre, ¿cómo has estado? —pregunté sin dejar de ver sus hermosos ojos.

—Sola como siempre y aburrida —replicó quejosa. Ruedo los ojos por su comentario absurdo.

—Abuelita, ¿estás aburrida porque estás enfermita? —pregunta mi pequeña.

—No, mi amor, no es eso. Lo que pasa es que ahora tu mami ya no me quiere, me ha dejado solita y abandonada. Solo me quedas tú, cuando crezcas no me abandonarás, mi niña.

Dios mío, ¿qué le pasa a mamá?

—¿Por qué le dices esas cosas, nena? Además, nadie te ha dejado sola como dices, no deberías comportarte así —le digo ya exasperada.

—Catalina, si ese Dylan te ama, debería amarte con hija y madre —comenta con seriedad.

—Ya te dije, solo será esta semana; él comprará una casa para que vivamos juntas. Francela, deja de meterte en mi matrimonio y deja de llamarme Cataleya.

—Ya no digo más, mejor cuéntame, ¿te estás cuidando o ya quieren tener hijos?

—Ah, no, por ahora no quiero hijos, estamos muy recientes, pero sí me cuido.

No, claro que no me he cuidado. Cómo se me ha olvidado algo tan importante. Dios, debo pedirle a Dylan que llevemos algún control de método anticonceptivo.

—¿Qué pasa, estás algo distante, hija?

—Eh... Sí, es que verás, madre, saldré por un rato. Vendré a verte luego.

—¿Ya te vas tan pronto? —pregunta decepcionada.

—No, madre, vendré con Dylan a verte luego.

Me paso las manos por mi cabello suelto. Estoy exasperada.

—Te tiene muy controlada. Por esa razón hasta te prohíbe verte.

—¡Por Dios, Francel! Basta, nadie me tiene controlada. ¿Qué sucede contigo?

Bufo molesta por su maldita actitud.

—Vamos, Ale, luego te vendré a dejar para que pases el día con tu abuela.

Salgo a toda prisa del piso. Me monto en el coche y le pido al chofer que me lleve a la empresa de mi marido.

—Mami, ¿por qué estás enojada con mi Abu?

Suspiro hondo y le sonrío a mi pequeña.

—No es nada, mi amor. Lo que pasa es que ella piensa que no la quiero.

—Ah, ella se siente solita —asiento, fingiendo una hermosa sonrisa.

—Qué tal si yo me quedo con ella y así no se sentirá solita —dice moviendo sus manitas.

—¿Quieres quedarte con ella? —pregunto con un tono infantil.

—Aja, la quiero mucho y a ti más, pero ella ya no va a estar más solita.

—Entonces, cuando salgamos de la empresa con Dylan, iremos a comer helado. Le compramos uno de Vainilla para ella y te quedas a dormir con ella. ¿Vale?

—¡Vale! —dice emocionada. Al llegar a la empresa de mi esposo, le digo al chofer que se vaya, ya que yo me iré con Dylan.

Entro al ascensor, toco el botón que me llevará hasta su despacho. A los 3 minutos pita, indicándome que hemos llegado.

Camino y llego hasta la secretaría.

—¿Está mi esposo ocupado? —pregunto a la secretaria morena.

—Em, no, él no está ocupado. Puede pasar, señora —me dice con voz nerviosa.

—Gracias —le digo.

—Ale, no grites cuando entres. Le daremos una sorpresa las dos.

—Sí, mami.

Tomo el pomo y lo giro sin hacer mucho ruido. Al entrar, lo veo que está de espaldas hablando por el móvil.

—Sí, la más hermosa con alberca y que pongan unos pequeños juegos de columpios para mi hija.

Dios mío, su hija. Considera a mi niña su hija.

—¡Hola, papi! —grita Ale llamando su atención. Dylan cuelga la llamada y con su hermosa sonrisa se acerca a nosotras.

—Mis dos amores —dice cogiendo en brazos a Aleyna. Luego me toma de la cintura, depositando un beso fugaz.

—¿Estabas ocupado? -
—pregunto, mirando sus ojos.

—Para ti nunca estoy ocupado —Comento bajando a mi nena. Lo tomo del cuello atrayéndolo a mi boca. Nuestro beso dura poco al sonar su móvil.

—Contesta, amor, debe ser algo importante.

Asiente, sacando su móvil del bolsillo.

—Hola... Sí, lo siento mucho. Eso ya nunca más podría ser. Adiós, Indira.

Bufa molesto. Apaga su móvil y lo guarda. Me pregunto quién es la tal Indira y por qué lo ha llamado.

—Vamos, preciosa —sonríe tomando mi mano y la de Aleyna.

Asiento con mi mejor sonrisa fingida.

*******

Después de pasar el día juntos, fuimos a dejar a mi pequeña con mi madre, le llevé helado y unas donas. Nos despedimos de ellas. Al salir de ahí, decidí pedirle a mi esposo que me llevara a la farmacia a comprar anticonceptivos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.