Cataleya

Capítulo 39 Desierto Ryn

Cataleya

Después de dejar a mi niña en la avenida cerca de la casa, nos dirigimos al aeropuerto; este maldito me lleva a Rusia. Al menos sé que Aleyna le dirá a Dylan que me subí a un avión. Antes de que se bajara del auto, la abracé con fuerza y le susurré que le dijera a su papi Dylan que subiré en un avión, y sé que él vendrá por mí. Me imagino que se debe imaginar que es a Rusia. Suspiro agotada, tantas cosas en solo un día. Dios mío, si Faddei está vivo, espero que no sea un traidor.

—Sabes, ya no necesito del imbécil de Faddei —dejo mis pensamientos de lado para concentrarme en este idiota. —Tú serás suficiente para ubicar la mercancía.

Fruncí el ceño confundida. ¿Acaso me creyó cuando le dije que lo llevaré a las ruinas a buscar pistas?

—Al llegar, lo primero que haremos es ir con un cartógrafo. Él se encargará de ubicar la región o el desierto donde se encuentra nuestra mercancía.

—¿Y después de que tengas tu supuesta mercancía, me dejarás regresar? —pregunté angustiada.

Ríe a carcajadas, se acerca a mí y me toma del mentón.

—Lo siento, preciosa, pero yo seré el padre de estos bebés —añade con la voz ronca. Me alejo de él y le replico con seguridad.

—Eso jamás pasará. Ellos tienen un padre, y yo no necesito a ningún otro hombre que no sea él.

—Eso es lo que tú dices, preciosa. Pronto desistirás de ese hombre, ya verás, y luego me amarás a mí.

Cierro los ojos, reprimiendo las lágrimas que amenazan con salir. No mostraré mi debilidad jamás. Desde pequeña fui fría, no le temía a nada, no lloraba. Pero desde que el corazón de mi gemela está dentro de mí, empecé a ser débil, a sentir miedo y a llorar mucho. Pero ahora ya no más. Debo defenderme como lo hacía en el pasado, sin importarme nada.

*********
Llegamos al país del que nunca pensé pisar debido a todo el mal que hemos sufrido, pero ni modo, el pasado desea regresar y debo enfrentarlo.

—No te agrada la idea de llegar a tu país natal —me quedo callada sin responderle. —Ya veo que a ti no, pero a mí sí, y desde hoy vete acostumbrando, porque tus hijos crecerán en este país y tú vivirás conmigo.

Sonrío burlonamente y comento:

—Eres un maldito imbécil si crees que podré estar con un hombre tan despreciable como tú, o si piensas que mis hijos te llamarán padre. Estás completamente loco. Mil veces preferiría estar muerta. Eres repugnante, no llegas ni a los talones de mi hombre.

Sus ojos chispean de furia y me toma del cabello, apretando mi mandíbula con fuerza.

—Eres una maldita perra. Pronto te haré cerrar esa boquita y haré que supliques clemencia.

Me encogí de hombros y sonrío con mayor fuerza, tratando de no sentir miedo de sus palabras. Llegamos a una gigantesca mansión, diez veces más grande que las que hay en Estados Unidos. Nikolai me toma del brazo y me lleva dentro de la mansión. Con mi mano libre, sujeto mi vientre. Este lugar me transmite miedo; es frío y tenebroso.

—Padre, hemos llegado —dice Nikolai, soltando mi brazo. Veo a un hombre bajar las grandes escaleras, a su lado una mujer joven.

—Qué bien que has traído a la ex ciega —le dice el padre a su hijo. Un recuerdo de esa voz se hace presente.

Flashback

—Pensaron que escaparían de nosotros.

—¿Quiénes son ustedes? —pregunta mamá.

—Buena pregunta. Tu querido marido tiene algo mío y murió calcinado debajo de esa cueva. Viajaron hasta aquí y ya disfrutaron un mes; ahora quiero que me digan dónde demonios está mi dinero y mi mercancía.

*****

Conozco esa voz. Es el mismo hombre que me disparó hace ocho años, el que casi me hace perder la vida. Él es el dueño de todas nuestras desgracias.

—Tú eres el maldito por el que mi familia está destruida. No sabes cuánto te odio —pensé que al dispararle había muerto. Es una maldita hiena.

—Sí que eres una mujer hermosa, ah, y mira lo que traes, deben ser dos gemelas, preciosas.

Sujeto mi vientre en modo de protección.

—Padre, yo me encargaré de ella —replica el imbécil de Nikolai.

—Espero que sí, porque esta nena es una arpía. Ahora mandaré la orden de preparar el viaje.

—Porta bien si no deseas ver la furia de mi padre.

Contengo la ira que se está formando en mí, porque debo cuidar de mis bebés. Nikolai me deja en una habitación encerrada, pide comida para mí y luego sale de la habitación. Miro la comida y la tiro al suelo, asqueada. Jamás comeré del plato de mis enemigos; eso me lo enseñó Faddei cuando era pequeña.

Me recuesto en la cama y pienso en Dylan, mi amor. Ojalá logre entender mi mensaje cuando le dije a Ale que me subí a un avión. Las horas pasan y siento que muero aquí dentro.

—Papá, si realmente estás vivo, ven por mí. Quiero seguir viva, deseo ver crecer a mis hijos. No me importa las cosas que hiciste en el pasado. Dylan me ha ayudado a superarlas y a olvidarme de ese dolor que me abarcaba día y noche. Ahora soy feliz, pero hace falta completar mi felicidad, y lo que deseo es que tú estés en ella. Por favor, ven por mí. Papá, solo tú conoces el lugar —susurro para mí misma.

Oh, Dios mío, protégeme.

Sin poder contener más este dolor, las lágrimas caen y lloro como lloré la primera vez al saber que mi hermanita había muerto. No sé en qué momento amaneció; al parecer, quedé dormida. La puerta de la habitación se abre, Nikolai entra con tres hombres, incluido el maldito de su padre.

—Toma, es ropa y otras cosas. Dúchate y sal desnuda de ahí, que el cartógrafo revisará el mapa en tu espalda.

—Me ducharé, pero de una vez te digo que nadie me verá desnuda —le quito las cosas de sus manos y entro al cuarto de baño. Hago mis necesidades fisiológicas, miro un cepillo y pasta entre las cosas, cepillo mis dientes y luego prendo la regadera. Paso media hora dentro. Ya enfundada en un vestido de tubo, decido salir.

Ahora solo están Nikolai y el cartógrafo.
—Haz lo que tienes que hacer —le digo al desconocido. Asiente sin dejar de verme a los ojos. Maldito. Suspiro mientras bajo el vestido hasta mi cintura; los ojos de Alexei bajan hasta mi pecho, pasa su lengua por su labio. Estúpido, sueñas con tenerme pero jamás pasará, primero muerta.




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