Catalina

Porque, si no se ha ido, ¿dónde está?

Es curioso, porque a lo que mi padre le tenía miedo era a los perros rabiosos, decia, y, ninguno, a cosas de otros mundos. Sin embargo,al final de su vida, me contó que le habían echado mal de ojo. De hecho, se había ido consumiendo poco a poco, sin que de nada le sirviese el escapulario.
El día que murió, llamó al timbre de la puerta a las 12 de la noche. Algo queria decirme, pero yo no me atreví a abrirle. Oi sus pasos al llegar, pero no lo oí irse. Algo de miedo sí que tuve. Y, aún, lo tengo.




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