Catarsis perdida

Capitulo 2

Mi corazón late más rápido al escuchar las palabras que sale de la boca de mi novio, Dan. Cada sílaba que pronuncia se clava como una daga en mi pecho, una mezcla de decepción y dolor. Cada palabra me recuerda lo insignificante que soy para él, y lo peor es que lo sabe. Yo dije que sería fuerte, que no dejaría que sus palabras me destruyeran. Pero ahora, estoy empezando a dudar de mi propia fortaleza.

—Por eso me enojé, Alice. Te comportas como una niña, no eres fuerte si eso es lo que crees. Eres insoportable, me arrepiento de haber tenido una relación contigo. Jamás te mostraría afecto o cariño— sus palabras salen de su boca como un veneno que me va quemando desde adentro.

Tengo que mostrar serenidad. No puedo dejar que esto me destruya. Me repito en mi mente que debo ser fuerte, que debo resistir, que su opinión no me define.

—Si ya terminaste, puedes irte— intento mantener la calma, aunque mi voz tiembla.

—No, no es lo único. Desearía decirte tantas cosas despreciables... Ojalá... — se detiene, mirando al suelo, como si su propio odio le resultara difícil de digerir.

—Ojalá qué? — No sé si quiero saber la respuesta.

—Ojalá hubieras muerto. Así me quitaría un peso de encima. Odio cuidarte, odio todo lo que tenga que ver contigo. Odio que mis padres me manipulen solo por ti y nuestra estúpida relación. — En sus ojos hay un brillo frío, algo que jamás había visto antes.

Mi mundo se derrumba, y cada palabra se queda grabada en mi mente, como una película que no puedo apagar. "Ojalá hubieras muerto", esas palabras resuenan con una claridad aterradora. Mis piernas tiemblan, mi cuerpo arde por el dolor. Mi respiración se acelera, pero debo ser fuerte, debo ser fuerte...

—Vete... por favor— susurro, apenas pudiendo controlar el nudo en mi garganta.

—Lo siento, Alice...— comienza, pero lo corto antes de que continúe.

—¡DIJE FUERA DE AQUÍ! — grito, la rabia y la tristeza se mezclan en mi voz.

Siento que todo mi ser se desmorona. Las lágrimas brotan de mis ojos, pero no puedo detenerlas. "Ojalá hubieras muerto", repito en mi mente, tratando de deshacerme de esa frase, de ese odio tan cruel. No sé si quiero cerrar los ojos y dejar que el mundo desaparezca. Ya no puedo con tanto dolor.

De repente, una voz suave y cálida me rodea, como un abrazo invisible.

—Es hermosa, mi amor, se parece mucho a ti— escucho una voz masculina, llena de ternura.

—Hola hija, soy tu mami. Estoy feliz de tenerte en mis brazos— una voz femenina se une a la anterior, con un tono lleno de amor.

Una sensación de calidez y paz me invade, como si todo lo malo desapareciera en ese instante. ¿Qué está pasando? Mi mente intenta procesar las voces, las palabras llenas de amor, pero no puedo conectar con ellas. Son imágenes borrosas, como si estuviera soñando.

—Eres como un angelito, amor. Mira qué linda duerme— dice la madre emocionada.

—Te llamarás Katye— pronuncia el padre.

Mi mente se llena de imágenes de una niña corriendo feliz, una familia completa disfrutando del momento, tan ajenos al dolor. Todo es tan hermoso y cálido. Pero cuando intento recordar sus rostros, todo se difumina, como si las memorias se desvanecieran con el viento.

De repente, despierto, sobresaltada. El sueño, si eso era un sueño, se disuelve como niebla, y me encuentro de nuevo en mi realidad. El lugar está oscuro, y el dolor en mi cuerpo sigue allí, constante y cruel.

Me incorporo, sentada en la cama, respirando pesadamente. ¿Cuánto tiempo ha pasado? El sueño me deja una sensación extraña, como si algo o alguien me estuviera llamando. Miro a mi alrededor, y todo parece tan normal, tan vacío. Es solo el hospital, la misma habitación, la misma soledad.

—Hola, papá— susurro somnolienta cuando escucho la puerta abrirse.

—¿Te desperté? — me pregunta con voz suave, acercándose a mí.

Me abrazo a la cálida presencia de mi padre, aunque el peso del día y de mis pensamientos me agobian. Algo dentro de mí se rompe al escuchar su voz, y siento como si estuviera volviendo a un lugar seguro, aunque el miedo nunca me deja.

—No, hace rato me desperté porque tuve un sueño raro— le respondo con una sonrisa forzada, intentando aliviar la tensión.

—¿Qué soñaste? — pregunta, interesado, mientras se sienta a mi lado.

—Una familia feliz con su hija, estaban en el parque, jugando... fue bonito pero raro— me siento rara al decirlo en voz alta, no sé por qué el sueño me ha afectado tanto.

—¿Anhelas tener una familia feliz? — Su pregunta me hace tensarme, y mi mente se llena de dudas.

¿Lo anhelo? ¿Lo deseo? He pasado tanto tiempo sin disfrutar momentos sencillos con ellos, pero ¿realmente es eso lo que quiero?

—No, papá, soy feliz con ustedes— miento, sintiendo el nudo en mi garganta al decirlo.

—Recupérate pronto, cielo, ya tengo que irme— me da un beso en la frente antes de levantarse, saliendo de la habitación.

—Papá...— lo llamo antes de que salga, mis palabras apenas son un susurro—. Te quiero.

Nunca le he dicho un "Te quiero", ni a él ni a mi madre, y no sé por qué ahora se me hace tan difícil decirlo. Pero lo digo porque lo siento, porque, a pesar de todo, lo quiero. Aunque él me haga daño, siento que, de alguna forma, él sí me quiere.

—Yo también te quiero, pequeña saltamontes— responde, y la ternura en su voz me hace sonreír, aunque la tristeza me embarga al mismo tiempo.

El apodo... ese maldito apodo. "Pequeña". Algo en mi interior se tensa, lo odio. Pero por alguna razón, nunca se lo puedo reprochar.

La puerta se abre nuevamente, y Sophia entra en la habitación.

—Ya volví, hija— dice con tono cansado, pero también con una pequeña sonrisa.

—¿Qué tal la conversación con Dan? — me pregunta, intentando leer mi rostro.

Dan... Si supieras mamá, estarías decepcionada de mí por ser tan débil, por dejar que un hombre me trate así.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.