Catastrofe Amazonas

Parte 3 - La esotérica

Como es habitual los animales de la selva van al portal del arco a recibir un nuevo integrante. El arco de piedra se ilumina y el grupo se maravilla del suceso, la mujer guía y el nuevo integrante salen del portal pisando el suelo de tierra.

— Oh, un ciervo. Te luciste dios Jadd — dice la mujer guía cuando Gian mira en su dirección y este no comprende, por primera vez este la veía sonreír.
— ¿Sabías hablar español? — dice Gian sintiéndose un poco mareado.
— Se muchos idiomas y distintas lenguas de distintas tribus — dice ella y Gian asiente. La mujer le indica que se vaya a reunir con los demás animales y él no comprende pero obedece, más cuando él da sus primeros pasos trastabilla y cae. Tal vez no está acostumbrado a caminar en cuatro patas, así es, el dios Jadd lo ha convertido en un ciervo y el entendimiento se apodera de él quien entra en histeria al saberse en el cuerpo de un animal.

Usualmente, las almas que son reencarnadas no tienen cuentas de su pasado, pero este no es el caso de Solano, ya que se acuerda de cada una de las cosas que hizo en su cuerpo humano. Ahora lo importante es su nueva vida como animal de la selva, relacionarse con los demás animales va a ser todo un caso. Justo ahora un pueblo indígena ha sido notificado de la noticia y van al encuentro del nuevo integrante, que como es habitual y como guardianes de la naturaleza harán una ceremonia donde los animales también participarán. Después de un largo rato de estar los animales caminando detrás de los indígenas llegan a la cascada de la India Nikté y el cacique se hace en una roca que está al borde del precipicio y le dice en su lengua indígena a Gian que valla hasta él, este obedece y con temor de resbalarse sin saber caminar en cuatro patas llega a él. “Desde el principio de los tiempos el agua ha sido la dadora de vida y el sustento de muchas civilizaciones durante nuestra estadía en este mundo”, dice el cacique en su lengua indígena y Gian empieza a temer la acción que deduce que hará. “El agua confortará tu espíritu y purificará tu ser”, termina diciendo el mayor y Gian sin saber cómo ya está en el borde de la roca, el cacique sin dejarle pensar tan solo un poco lo empuja con su bastón y el ciervo empieza a caer por el gran precipicio al ritmo sonoro del agua.

Gian mientras cae siente como si dejara su alma en su estela, de la altura a la que va cayendo este piensa que va a morir y entonces siente que fue innecesario todo lo que hizo el dios Jadd. Pero no es así, el desorbitado siervo cae al agua y empieza a luchar por su nueva vida con sus patas que no le permiten nadar. Es cuando escucha que una voz femenina grita algo y sobre su cuello cae una liana que empieza a tirar de él hasta que llega a la orilla. Cada momento en que el animal tiene oportunidad de respirar es como si sintiera renacer. Es como si la ceremonia del cacique funcionara y esto en verdad reconfortara su ser, pero justo ahora Gian no sabe si aquello ocurrió como una señal mística o por el gran susto que acaba de presenciar. El ciervo respira como si el aire fuera un coctel mientras los animales rescatistas lo miran tumbado sobre la húmeda arena del rio.

— Si este no fuera enviado de arriba lo dejaría pasar derecho — dice una voz grave y Gian hace el esfuerzo de mirar quien ha dicho eso, ha sido un perezoso quien se sostiene en una rama decorada con plantas. Justo en ese momento es cuando Gian se pone de pie, sus piernas le tiemblan y ahora enfoca a sus nuevos amigos.

— Discúlpalo por favor, es muy gruñón a veces — dice la voz femenina que el siervo había escuchado antes. Este la mira y queda impresionado, ella es un ciervo al igual que él y entonces siente que el piso de le mueve y cae de nariz. Ellos ríen y lo ayudan a levantar.

— Vamos novato, tienes muchas cosas que aprender. — Le dice una ardilla voladora a Gian y ellos empiezan a caminar, aunque el siervo con dificultad.

El hombre del taxi aparca en donde la señora Hada le había indicado, a decir verdad ni ella sabe dónde está. Siguiendo las instrucciones que dicen en la foto ella se incorpora en el edificio que tiene en frente y se encuentra con una recepcionista quien la atiende amablemente. Para su infortunio no puede seguir a consulta con la esotérica porque aquella está ocupada con alguien más y para acabar de completar esa persona es la última cita agendada. Hada piensa en un plan y lo pone en marcha. Le dijo a la recepcionista que si podía esperar en la sala mientras venía su transporte y aquella asintió. Pasó el tiempo y la última persona sale y va a la recepción a preguntar por algo, descuido que aprovecha Hada para subir corriendo por las escaleras. La señora camina un largo pasillo sin saber en qué puerta entrar, pero por alguna razón una de ellas le llama la atención y entra. Lo primero que siente al entrar son buenas y misteriosas vibras, mientras da un paso repasa con la mirada la bonita estancia decorada con flores, ramas secas y finos recipientes de vidrio. El olor a incienso de sándalo invaden sus fosas nasales y siente que sus nervios van bajando poco a poco. Es cuando ella ve a la esotérica, está sentada sobre un tapete de largos cabellos frente a un altar tradicional con velas y artefactos místicos.

— Que quiere Ligia, ya ha terminado mi jornada — dice la esotérica cuando se percata de la presencia de Hada, confundiéndola con su recepcionista.
— Pensé que ustedes lo sabían todo — dice Hada ya dudando de su credibilidad, la esotérica se sorprende y luego se enoja por su comentario.
— Y yo pensé que seguía siendo humana — Dice la esotérica y mira hacia una vela que está en un altar, aquella parece alterarse y es como si le hubiese dado un mensaje que solo la mujer sabe descifrar y que tiene que ver con Hada. De pronto la puerta se abre y sale la recepcionista agitada de correr por las escaleras.
— Disculpe señora, la mujer entro sin permiso — Dice ella retomando el aliento.
— Está bien Ligia, la señora ya se va — dice la esotérica y Hada se preocupa.  
— Necesito su ayuda — dice Hada acercándose un poco y la mujer abre los ojos como si necesitaran gotas. Entonces Hada comprende y se sienta del otro lado del escritorio. La mujer de pie asiente con la cabeza mirando a Ligia para que se marche y ella cierra la puerta.  
— ¿Por qué viene a mí una ferviente cristiana? — Pregunta con ironía la esotérica y Hada achina los ojos.
— Porque necesito saber de qué murió mi hijo — dice Hada y la esotérica abre uno de sus cajones y saca un puro, lo enciende con toda la paciencia del mundo e inhala dos veces el humo de este.
— ¿Está consiente usted de que hay verdades que ni siquiera Dios quiere revelar? — dice la esotérica mirando cómo sale humo del puro.
— Estoy consciente de que dejé de esperar respuestas del cielo para escucharlas de usted — dice Hada sin ninguna expresión en su rostro y la otra mujer le señala un pequeño recipiente sobre la mesa que contiene incienso.
— Pase su mano por el humo del incienso — Le dice la esotérica a Hada y esta obedece. Cuando ella lo hace, la que fuma se queda congelada en su lugar con el puro en la boca y con cara de haber visto un espanto.
— ¡¿Qué hace usted aquí?! — Dice empezando a toser por el exceso de humo inhalado.
— Ya le he dicho, quiero saber cómo murió mi hijo — Dice Hada siendo presa de la confusión y la esotérica se levanta con apuro.
— ¿Su hijo? — Dice la esotérica — ¿El presidente Gian Solano?
— Así es — Dice Hada con su rostro descuadrado y la esotérica siente que se le va la sangre a los pies.
— Mire señora, — Dice la esotérica tirando del ultimo hijo de cordura que le queda — por su seguridad y por la mía jamás en su vida vuelva aquí.
— ¡¿Por qué?! — Dice Hada empezando a sentir temor.
— Olvídese de mí — dice la esotérica casi llorando — Mire tome esto.
— Disculpe — Dice Hada saliendo despavorida por el pasillo y pasa corriendo por la recepción para no mirar a nadie.

Ya afuera ella toma un taxi y se marcha de ese lugar, en el interior del vehículo mira lo que la esotérica le dio. Es una carta negra con el impreso en dorado de un animal.



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En el texto hay: reencarnación, aventura y fantasia, dosmundos

Editado: 17.12.2019

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