Arya iba en el autobús, perdida en sus pensamientos, todavía furiosa con Parker. ¿Por qué tenía que ser un arrogante con ella, pero con los demás solo era un nerd tímido incapaz de defenderse? ¿Por qué no podía simplemente reconocer que se había comportado como un idiota?
De repente, un ruido fuerte la sacó de sus pensamientos. La puerta trasera del autobús se abrió de golpe y un hombre irrumpió con un arma en la mano.
—¡Todos quietos, que nadie se mueva! —gritó.
El tiempo pareció detenerse. Todo en el autobús cambió en un instante. Los pasajeros se quedaron paralizados, como si el miedo los hubiera convertido en estatuas. Un escalofrío recorrió la espalda de Arya mientras miraba al hombre que apuntaba con la pistola al conductor.
A su lado, una mujer dejó escapar un jadeo entrecortado.
—¡Dios mío! —susurró.
El hombre giró hacia ellos, con los ojos desorbitados y la respiración entrecortada. Parecía al borde del colapso. Tenía pinta de drogadicto.
—¡Dame todo el dinero! ¡O los mato a todos! —rugió.
La mente de Arya se quedó en blanco. No podía pensar, solo observar cómo los otros pasajeros comenzaban a temblar, a mirarse entre sí. Su cuerpo se sintió de repente demasiado pesado, incapaz de moverse.
Entonces, el hombre la miró directamente. Su mano tembló mientras apuntaba el arma hacia ella.
—¡Tú, chica... eres la siguiente! Todo lo que llevas en el bolso, dámelo o...
El tiempo se detuvo. Arya sintió el frío del cañón de la pistola contra su sien y todo lo demás desapareció. Solo quedó la espera. La espera del disparo. No podía hacer nada. No podía moverse. Solo esperar.
Y entonces, algo rompió la tensión: un sonido agudo, un zumbido en el aire. En un abrir y cerrar de ojos, una telaraña se disparó con precisión, arrebatándole el arma al hombre antes de que él pudiera reaccionar.
—¿Qué...? —balbuceó el ladrón, sorprendido, justo antes de ser derribado por otra telaraña que lo pegó contra la pared del autobús.
Arya sintió un alivio inmediato, pero su sorpresa fue aún mayor cuando levantó la vista y vio la silueta en lo alto del vehículo. No podía ser.
Era él. Spiderman.
—¿Estás bien? —preguntó el héroe enmascarado con su voz calmada y profunda.
Arya todavía no podía procesar lo que acababa de suceder. Su mente seguía aturdida, pero logró asentir, incapaz de articular palabra. Spiderman se acercó con movimientos ágiles y, en cuestión de segundos, inmovilizó al ladrón con otra red de telarañas.
El caos del autobús comenzó a disiparse, dejando solo el sonido de su respiración agitada.
—¡Vamos! —dijo Spiderman, extendiendo la mano hacia ella.
Arya se levantó con las piernas temblorosas y tomó su mano. Su agarre era firme y seguro. En un abrir y cerrar de ojos, la sacó del autobús y, sin darle tiempo a reaccionar, comenzaron a moverse balanceándose entre los edificios. La ciudad se desdibujó a su alrededor mientras el viento le golpeaba el rostro. Sentía una mezcla extraña de terror y euforia.
—¡Guau! ¡Eso fue increíble! —exclamó Arya, todavía con la adrenalina recorriendo su cuerpo.
Spiderman sonrió ligeramente bajo la máscara.
—No te preocupes. Estás a salvo ahora.
Cuando por fin llegaron a la puerta de su casa —Arya le indicó la dirección— la quietud de la calle contrastó con todo lo que había vivido minutos antes.
—Gracias —murmuró, su voz apenas un susurro.
Spiderman asintió antes de dar un salto hacia atrás y desaparecer en la oscuridad de la noche.
Arya se quedó allí, de pie, todavía temblando, con una sensación extraña en el pecho.
Spiderman acababa de salvarle la vida.
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Al día siguiente, su alarma sonó a las 6:00 AM, interrumpiendo un sueño confuso y difuso. Su rutina matutina transcurrió como siempre: ducha rápida, ropa lista y un desayuno apresurado. El día en el instituto comenzó sin contratiempos, con clases aburridas y un torrente de conversaciones sobre tareas y eventos del instituto. Nada fuera de lo común, hasta que llegó la clase de biología avanzada.
—Hoy reorganizaré a los compañeros de laboratorio para el resto del semestre —anunció la Sra. Evans, captando rápidamente la atención de todos. Empezó a mencionar nombres al azar, hasta que llegó el de Arya.
—Arya Quill, trabajarás con Peter Parker.
Arya gruñó en silencio. Peter Parker. Claro, ¿cómo no?
Al levantar la vista, se encontró con sus ojos. No era una sonrisa lo que se formaba en sus labios, pero tampoco su expresión era neutral.
Era raro.
—Bien, clase, hoy vamos a diseccionar ranas —continuó la Sra. Evans, ignorando las quejas que ya comenzaban a recorrer el aula—. Vayan con sus nuevos compañeros y prepárense.
Peter se acercó y, en cuanto llegó a su mesa, ya comenzó con su tono molesto.
—Hubiera preferido a Flash.
Arya lo miró mal y le dio un empujón en el hombro.
—Y yo prefiero que me pase un tren por encima, pero aquí estamos.
—Y yo preferiría que me pasara un tren por encima, pero aquí estamos.
Peter dejó escapar un suspiro exagerado y puso los ojos en blanco, como si estar cerca de ella fuera el mayor castigo del día.
—Avísame cuando eso pase, haré fotos.
Arya lo fulminó con la mirada.
—Eso es morboso.
—Lo sé —respondió con una sonrisa de satisfacción—. Luego las publicaré en la deep web. Al menos así me sirves para algo.
Y, como de costumbre, terminaron discutiendo.
Gwen, que estaba sentada al otro lado, los interrumpió:
—Dejar de coquetear, y si vais a seguir así, buscar un hotel.
—¿De qué estás hablando, Gwen? No digas tonterías —Arya apartó la mirada, subiéndole los colores a las mejillas. ¿Coquetear? Literalmente Peter le estaba diciendo que haría negocio con su muerte.
Peter soltó una carcajada sarcástica y empezó a burlarse.
—Ni aunque fuera la última mujer sobre la Tierra me liaría con Quill.