Caught in the web

TRES

—¡Oye, Quill!

Arya se detuvo en seco, cerrando los ojos con frustración. No, no, no.

Volvió la cabeza lentamente, esperando que fuera otra persona, pero no. Peter Parker estaba ahí, cruzado de brazos, con esa expresión de suficiencia que le daban ganas de lanzarle la mochila a la cara.

—¿Qué quieres ahora, Parker? —bufó, sin molestarse en ocultar su hastío.

—El informe de biología.

Arya resopló.

—¿Y?

—¿Cómo que "¿y?"? —Parker alzó una ceja—. Es para mañana.

—Lo sé —dijo con fingida paciencia—. Lo haré en casa. Tú haz tu parte y mañana lo juntamos. Fin del problema.

Peter suspiró como si estuviera lidiando con una niña caprichosa.

—Claro, porque seguro tu parte encajará perfectamente con la mía como por arte de magia. No sé si te diste cuenta, pero el profesor quiere un análisis en conjunto, no un Frankenstein de párrafos pegados.

Arya entrecerró los ojos.

—¿Y qué propones, oh gran genio?

—A las siete en mi casa.

—¿Por qué en la tuya?

—Porque dudo que quieras que tu familia vea cómo discutimos cada cinco minutos —dijo con fingida amabilidad—. Además, tía May hace unos pastelitos increíbles.

Ella puso los ojos en blanco.

—Oh, qué considerado.

—Intento hacer tu vida más fácil.

—No te esfuerces tanto. —Se giró para irse—. A las siete, pero si llego y no has hecho nada, me largo.

Peter puso una mano en el pecho, fingiendo indignación.

—¿Tan poco confías en mí?

Arya lo fulminó con la mirada.

—Cero.

Él se encogió de hombros, con esa maldita sonrisa que le sacaba de quicio.

—Pues tendrás que venir para comprobarlo.

Arya apretó los labios y se alejó sin responder.

Idiota insoportable.

Salió del instituto sin apuro, con la única intención de llegar a casa. Se ajustó la mochila al hombro y tomó aire, intentando sacudirse la tensión acumulada del día.

Suspiró y se dirigió a la parada del autobús. Solo quería ducharse, picar algo y no pensar en nada hasta que llegara la hora de ir a la casa de Parker. Si tenía suerte, encontraría una excusa y podría cancelar.

Pero cuando llegó a la parada y se quedó quieta, un escalofrío le recorrió la espalda.

El chirrido de los frenos.

Arya tensó los hombros.

La puerta trasera abriéndose de golpe.

Su respiración se volvió más pesada.

El hombre con el arma en la mano.

El recuerdo apareció en su mente sin previo aviso, como una imagen borrosa y fugaz, pero suficiente para hacerla estremecer. No pienses en eso.

—¡Todos quietos, que nadie se mueva!

Arya sintió una punzada en el pecho. No estaba ahí, no realmente, pero su cuerpo no parecía entenderlo.

El cañón de la pistola contra su sien.

El miedo paralizante.

El sonido del arma cayendo al suelo cuando...

Spiderman.

Respiró hondo, intentando anclar su mente al presente. Pero su pecho subía y bajaba rápido. Demasiado rápido.

El aire se volvió denso, imposible de atrapar.

Intentó tragar saliva, pero su garganta estaba seca.

Su corazón latía desbocado, sus piernas temblaban y, de repente, todo era demasiado. La calle, el murmullo de la gente a su alrededor, los coches pasando, el cartel con la ruta del autobús.

El autobús.

No podía subir.

Dio un paso atrás, alejándose del bordillo. El claxon sonó, fuerte y punzante, haciéndola encogerse.

Respira, Arya. Solo respira.

Pero no podía.

No notó la presencia a su lado hasta que sintió una mano tocándole el brazo con suavidad.

—Ey, Quill.

La voz la sacó de golpe del vacío en el que se estaba hundiendo. No necesitó levantar la vista para saber quién era.

Peter.

Parpadeó rápidamente, intentando controlar su respiración. Pero Parker ya lo había notado.

No dijo nada. No hizo preguntas. Solo la observó, con el ceño fruncido, como si estuviera decidiendo qué hacer.

Finalmente, sin previo aviso, le dio un leve empujón en el hombro.

—Vamos.

—¿Qué...? —Arya todavía sentía la presión en el pecho, su cerebro tardando en procesar.

—No te subas si no quieres —dijo simplemente, empezando a caminar—. Pero no te quedes aquí parada.

Ella dudó.

El autobús se detuvo frente a la parada, las puertas se abrieron con un siseo. La gente subió. Arya no se movió.

Peter tampoco miró atrás.

Finalmente, con el pulso todavía alterado, Arya decidió moverse.

Dio un paso. Luego otro.

Y siguió a Parker.

Caminaron varias calles en silencio. Peter no intentó hablar ni romper la calma incómoda. Simplemente siguió andando hasta que se desviaron hacia una cafetería.

—Siéntate —dijo, señalando una mesa junto a la ventana—. Ya vuelvo.

Arya se dejó caer en la silla. Sus dedos tamborileaban sobre la mesa, todavía con un ligero temblor que la molestaba.

Pocos minutos después, Peter regresó con un café para él y una infusión para ella.

Arya envolvió la taza entre sus manos, dejando que el calor le templara los dedos.

—¿Cómo lo sabías? —preguntó en voz baja.

Peter levantó la mirada.

—¿El qué?

—Lo del autobús.

Él se encogió de hombros.

—Salió en las noticias. Y es el primer autobús que pasa después del instituto, así que... supuse que estabas ahí.

Arya asintió lentamente.

—Gracias.

Peter bebió un sorbo de su café.

—No hay de qué. Tómate eso. Te ayudará.

Ella miró la infusión, pero no la bebió de inmediato. Bajó la mirada.

—Me avergüenza haberme comportado así delante de ti.

—¿Así cómo?

—Débil.

Peter suspiró y dejó su taza sobre la mesa.

—¿Y qué? ¿Crees que mañana me burlaré de ti o algo?

—No es eso... —Arya dudó, mordiendo el interior de su mejilla—. Pero nos odiamos.

Peter dejó escapar una risa baja, apoyando un codo en la mesa.




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