-Ya se ha hecho tarde -murmuró Peter, echando un vistazo a su reloj. Llevaban casi dos horas en la cafetería, y afuera, el cielo se teñía de tonos anaranjados y violetas mientras las farolas comenzaban a encenderse-. Si quieres, podemos ir yendo a mi casa. Si te sientes mejor, claro.
Arya bebió el último sorbo de su café y asintió sin darle demasiadas vueltas.
-No hay problema.
Se levantaron, pagaron en el mostrador y salieron a la calle, donde el aire nocturno traía un ligero escalofrío. Las luces de las tiendas parpadeaban a medida que avanzaban por la acera, sus pasos resonando en la creciente tranquilidad de la ciudad. Apenas habían recorrido un par de calles cuando una voz familiar los hizo detenerse.
-¡Chicos! -exclamó Gwen, apareciendo con su energía habitual-. Qué sorpresa veros juntos. ¿Estáis de cita?
Arya bufó, metiendo las manos en los bolsillos de su chaqueta.
-Eso le gustaría a él -soltó con tono burlón, sin molestarse en mirar a Peter-. Vamos a su casa, en realidad.
Gwen arqueó una ceja y sonrió de lado, claramente divertida.
-Vaya, sí que vais deprisa vosotros dos.
Peter se puso rígido al instante, con las orejas enrojecidas bajo la luz amarillenta de una farola cercana.
-N-no es lo que piensas -balbuceó, levantando las manos como si estuviera a punto de ser arrestado-, lo juro. Es p-por lo de biología. Tenemos que terminarlo.
-Ya, ya... -canturreó Gwen, con una expresión traviesa antes de centrar su mirada en Arya-. Divertíos.
Y con un guiño descarado, se alejó antes de que pudieran refutar nada. Peter se quedó paralizado unos segundos, mirándola con el ceño fruncido.
-¿Por qué le sigues el juego? -preguntó Peter, pasándose una mano por la cara.
-¡No lo he hecho! Gwen entendió lo que quiso.
-Ya, claro... -musitó, pateando una piedrecita de la calle.
-Entonces..., tenía razón -dijo Arya, después de unos largos minutos de silencio, en los que Peter no había hecho otra cosa que caminar cabizbajo y sin decir una sola palabra-. Te gusta Gwen.
-¿Qué? -Peter levantó la cabeza de inmediato- ¡No!
-Si quieres que te crea, la próxima vez no reacciones así.
Peter apartó la mirada.
-No digas tonterías.
-Puedo ayudarte, sabes.
Peter la miró enseguida, en su cara se notaba que quería preguntar, pero por alguna razón no lo hizo.
-Gwen y yo estamos juntas en el equipo de debate. No es que seamos las mejores amigas, pero nos llevamos bien. Puedo hablarle de ti.
-¿Por qué harías eso?
-¿Por qué no?
-Me odias.
-Y tú a mí. Pero hace un par de horas me has ayudado cuando lo he necesitado.
-¡No lo he hecho! Gwen entendió lo que quiso.
-Ya, claro... -musitó Peter, pateando una piedrecita con desgana.
El silencio se instaló entre ellos mientras avanzaban por la acera. Peter caminaba con los hombros caídos, la mirada perdida y las manos metidas en los bolsillos. No había dicho ni una palabra desde que Gwen se fue, lo que para Arya era una confesión silenciosa.
-Entonces... tenía razón -dijo finalmente, ladeando la cabeza-. Te gusta Gwen.
Peter se tensó y alzó la cabeza de golpe.
-¿Qué? -Su respuesta fue tan rápida y exagerada que casi sonó a un grito-. ¡No!
Arya sonrió de lado, claramente divertida.
-Si quieres que te crea, intenta no poner cara de ciervo asustado la próxima vez.
Peter resopló y apartó la mirada, dándole otra patada a la piedra con más fuerza de la necesaria.
-No digas tonterías.
Arya se encogió de hombros.
-Puedo ayudarte, ¿sabes?
Peter giró la cabeza hacia ella, frunciendo el ceño. Se notaba que quería preguntar, pero algo lo detuvo.
-Gwen y yo estamos en el equipo de debate. No somos mejores amigas, pero nos llevamos bien. Podría hablarle de ti.
Peter entrecerró los ojos, escéptico.
-¿Y por qué harías eso?
-¿Por qué no?
Él bufó con una media sonrisa incrédula.
-Me odias.
-Y tú a mí. -Arya le lanzó una mirada de soslayo-. Pero hace un rato me ayudaste cuando lo necesité.
Peter la miró por un segundo más, como si intentara encontrar alguna trampa en su oferta. Pero al final, solo suspiró y volvió a bajar la vista al suelo.
-Lo pensaré.
Arya sonrió, satisfecha.