Cazadores de Bestias

De las sombras a la luz

Pasado el enorme susto, Bilmah comprendió que ellos o alguien más habían matado a las arañas y sintió un gran alivio porque sabía que ya no corrían peligro por las bestias.

Conteniendo la repugnancia y el terror, las rodeó y examinó, a todas les faltaban los aguijones y cuatro patas delanteras, alguien se las había arrancado y llevado pues no miraba rastros de las horribles extremidades por ningún lado.

Recordó haber bloqueado una pata aguijón que iba a matar a Rimtok y después haber sido picada por la otra araña y un nuevo escalofrío recorrió su cuerpo, sería difícil olvidar todo ese terror y nunca en su vida volvería a ver una araña como un simple insecto.

Pero ya tranquila, regresó donde sus compañeros y se fue a la hamaca a tratar de despertar a Junio que al sentirla abrió los ojos, pero nada más, seguía paralizada.

Pero el hecho de saber que las dos bestias estaban aniquiladas, la reconfortó tanto que su frustración fue menor de lo que esperaba.

Sintió hambre y fue a buscar algún fruto en los árboles, pero los que vio no los conocía y tuvo temor de que fueran venenosos, así que regresó donde sus amigos y recordó que Andorak siempre andaba algo que comer.

Afortunadamente en los bolsillos del viejo, encontró una bolsa con algunas viandas, galletas, queso y una manzana.

Atacó la manzana con verdadero deleite y el azúcar pronto le produjo una sensación de tranquilidad que le disminuyó un poco el dolor de cabeza, luego dio cuenta de las galletas y el queso, tomando al final un largo trago de agua que la dejó más que satisfecha y con las energías repuestas. Se sentó al pie de un árbol, revisando que no hubiera arañas y esperó pacientemente sosteniendo con las dos manos, una de las espadas clavada en el suelo.

El sol ya estaba bastante alto cuando la sobresaltó un grito y vio salir un par de piernas y dos brazos de la hamaca de Andorak. 

Corrió hacia Junio y le dijo.

-    ¡Tranquila! ¡Aquí estoy!
-    ¡Gracias a Dios! ¡Me lastimaste imbécil!
-    ¡Perdón! ¡Me desperté asustada y no sabía que estabas herida!
-    ¡Que dolor de cabeza!
-    ¡Bebe agua!
-    Si, gracias Ayúdame a levantarme. ¿Y los demás?
-    Están bien, ahí están dormidos
-    ¿Quién nos habrá traído aquí?
-    ¿Kulthar? Antes de desmayarse
-    ¡No! Lo vi caer
-    ¿Rimtok?
-    Cayó después de ti
-    ¿Andorak?
-    También lo vi caer, yo fue la última y la bestia me hubiera matado si no fuera por…
-    ¿Por qué?
-    No lo sé, cuando estaba a punto de matarme o de matarnos, le explotó la cara, aproveché para herirla de muerte y me picó al final
-    ¿Le explotó la cara?
-    ¡Si! Escuché una explosión y su cara saltó hecha pedazos
-    ¡Qué asco!
-    Me embadurnó toda
-    ¡Ugh!
-    ¿Dónde estamos?
-    Dentro del bosque, muy cerca del camino y de los dos cadáveres
-    Alguien nos trajo aquí, bueno ayúdame a bajarme y cuidado con mi hombro o te tumbo los dientes a patadas

Bilmah, con gran cuidado ayudó a Junio a bajar de la hamaca sabiendo que se desvanecería y estuvo lista a sostenerla de su hombro sano y a posarla suavemente sobre el suelo.

Pero para Junio, el despertar a su movilidad había sido menos traumático pues Bilmah le había respondido algunas de las preguntas que la habían estado atormentando, para su compañera también fue de mucha ayuda darse cuenta de detalles que ignoraba. 

Junio se repuso rápidamente, se levantó y se pusieron al tanto de lo que sabían, fue a ver a las bestias muertas y regresó donde sus compañeros, encontraron comida en las alforjas de Kulthar, un viejo embutido de sospechosa antigüedad y de un aún más sospechoso olor, que Junio devoró sin reparos.

Contaron su experiencia nocturna, en especial lo que Junio había visto.

-    Cuando llegué donde ellos los vi acostados, era el chico guapo y me pareció que la araña lo iba a picar, cuando vi que de él salían unas patas peludas que entrelazaban con las de ella y fue que soné el silbato, entonces me voltearon a ver, se transformaron en arañas y me persiguieron.
-    ¡Una de las arañas era macho!
-    Si, la pequeña era él
-    ¡No es posible! – dijo Bilmah con evidente terror en su expresión
-    ¡Yo lo vi!
-    ¡No! ¡No puede ser!
-    ¡Te digo que yo lo vi!
-    Es que no existen Jorōgumos machos

Y le contó lo que sabía de esta bestia, lo que tardaba en crearse, por eso había tan pocas y el saber que había un macho que iba a fecundarla para que nacieran más de cien pequeñas bestias que al nacer devorarían a su madre, logrando sobrevivir al menos la mitad, se aterró por la horrenda posibilidad y se lo explicó a Junio.

-    ¡Por el mismísimo infierno! ¡No es posible!
-    Te lo dije.

Y se quedaron en silencio elucubrando sobre tan terrible posibilidad, para luego cambiar de tema y volver a asuntos más urgentes.

-    ¿A que horas irán a despertar?
-    No lo sé quizá mañana o pasado mañana
-    ¿Por qué?
-    Son hombres, recuerda que las Jorōgumos solo atacan hombres jóvenes y guapos y los dejan paralizados varios días, pero no sé en cuanto tiempo despiertan
-    Por eso el macho me gustó tanto como hombre – Recordó Junio evocando lo que sentía al verla y cómo perdía control de sí misma y nuevamente tembló de horror y repugnancia.
-    Con las mujeres seguramente la ponzoña no es tan efectiva porque está hecha para hombres
-    ¿Quién te picó Bilmah?
-    El macho, entonces debería estar paralizada aun
-    Si, es extraño, a mi me picó la hembra, yo debí despertar primero
-    Tu herida es mucho más pequeña que la mía Junio, no entiendo
-    Seguramente tienes algo que lucha contra ese veneno mejor que nosotros
-    No se, no se
-    ¿Qué hacemos entonces?
-    Una de nosotras debe ir al puerto y buscar una carreta o algo para llevarlos a un lugar seguro y la otra se queda cuidándolos




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