Cazadores de Bestias

Nemo

Una fracción de segundo después, dos espadas apuntaban a la garganta del muchacho que les había hablado, el cual, sentado en el suelo, con los brazos levantados y las palmas abiertas en clara posición de rendición e impotencia les dijo.

-    ¡Tranquilas, tranquilas no les haré nada! ¡Por Dios! ¿Es que todo el mundo aquí es tan violento?

-    ¿Quién grandísimas putas eres tú? – le susurró Junio, helándole la sangre

-    So-So Soy Nemo, ¡Yo te salvé la vida! – le pudo contestar, al cabo de un instante, cuando reaccionó, liberándose del poder de su voz.

-    ¿Qué mentiras estás diciendo?

-    ¡Es cierto! La araña estaba a punto de matarla, ya le había clavado su aguijón en el hombro y entonces herí a la bestia, para que pudiera aniquilarla, y vaya que lo hizo.

-    ¡Acabemos de una vez! – le dijo Bilmah visiblemente molesta alzando su espada.

-    ¡Espera! ¡Es cierto! ¡Así pasó!

-    ¿Qué? ¿Fue esta sabandija quien le voló la cabeza a la bestia?

-    Si con algún tipo de magia negra

-    ¡No! No es magia es un arma

-    ¿Un arma que arranca sesos a la distancia?

-    ¡Cuidado que la puede tener ahí y nos matará!

-    ¡No! ¡Ya les dije que no les haré daño! 

-    ¡Enséñanos esa arma!

-    ¡No la tengo conmigo! ¡La escondí!

-    No te creo, ponte boca abajo con las manos extendidas

-    Pero…

-    ¡Qué te pongas boca abajo! – Le gritó Bilmah acercándole la punta de su espada a los ojos

-    ¡Y a voy, ya voy! – dijo Nemo obedeciendo inmediatamente

-    Junio se acercó y lo registro a conciencia y le juntó las manos con una fuerte amarra y luego los pies y las piernas a la altura de la rodilla, levantándole las piernas y dejándolas caer fuertemente al estar segura de los nudos. 

-    ¡Ay!

-    ¡Cállate y date vuelta?

-    ¿Cómo?  ¡Ugh!

-    ¡Que te des vuelta! – le dijo junio dándole una patada en el costado que lo dejo sin aire y giró resollando fuertemente. 

Ella lo palpó de frente y verificó que no andaba ningún tipo de arma ni nada especial, solo portaba la ropa que andaba puesta.

Portaba una especie de pantalón corto de gruesa tela azul, y una camisa de similar color y material, calzaba unos mocasines muy curiosos, que se miraban cómodos y resistentes, tenía una especie de sombrero de tela que le cubría la cabeza como un gorro, de color rojo y lo más extraño era un grueso pañuelo enrollado que le cubría el cuello como bufanda o corbata anudado por un extraño anillo confeccionado con fibra en un curioso diseño, como el turbante de que usaban algunas tribus de Iliamdar en la región ARAB.

Era un muchacho muy joven, de diecisiete o dieciocho años, no muy alto, delgado, muy moreno, de pelo negro muy corto y liso, ojos grandes, inquisidores y una mirada entre melancólica y sorprendida.

-    ¡Siéntate!

-    ¡Ya! ¡Ya! No me peguen – Sentándose en el suelo con los brazos levantados

-    ¿Cómo dijiste que te llamas?

-    ¡Nemo!

-    ¿Qué clase de nombre es ese?

-    En realidad, es mi nombre Alias

-    ¿Qué es un Alias?

-    ¡Un nombre! ¡Solo es un nombre!

-    Bueno Nemo, antes de que te matemos, entréganos el arma

-    ¡No la tengo aquí! ¡Ya les dije!

-    Entonces, ¡Adiós Nemo!, espéranos en el infierno – Le dijo Junio levantando otra vez su espada ante la impasible mirada de Junio y la mirada de terror del inoportuno joven.

***

-    ¡Basta! ¡O mataremos a estos tres! – gritó la grave y fuerte voz de un hombre a espaldas de ellas.

Asombradas, voltearon y vieron a cinco soldados que apuntaban sus lanzas a los cuerpos inertes de sus amigos, ellos habían salido del follaje frente a ellas salieron muchos otros soldados, algunos con arcos, apuntándoles al pecho y ojos.

-    Espero que el renacuajo le haya dicho que vamos donde el Rey y aunque su majestad en persona me dijo que los llevara vivos, porque tiene que hablar con ustedes por lo de las dos arañas, a mí no me importa llevarlos vivos o muertos, me basta con uno o una de ustedes, así que decidan niñas.

-    Junio, medía sus posibilidades, pero todas terminaban con la muerte de sus compañeros, pero al menos decapitaría al idiota que tenía sentado enfrente de ella y muy posiblemente, al teniente que le hablaba; tensó los músculos para saltar a la acción, cuando Bilmah, adivinando sus intenciones le tocó el brazo y le dijo

-    Calma, vamos con estos señores, creo que estaremos a salvo

-    ¡Eso! ¡Les dije, no les harían ningún daño!

-    ¡Cállate! – le gritaron al unísono y Nemo asustado, hizo silencio, entornó los ojos y se quedó refunfuñando visiblemente fastidiado.

-    Bueno mis estimadas damas, bajemos esas espadas, pueden ir libres y tranquilas, pueden ir atadas como animales o muertas, ustedes deciden -le dijo el teniente con un tono que no admitía réplica.

-    Tranquila, suelta tus espadas no pasará nada - recalcó Bilmah, que tenía claro que Junio seguía con intenciones de mandarlo todo al carajo y para animarla, lanzó las suyas a un lado, lejos de ella

Junio la miró, miró al teniente y a sus amigos, suspiró, puso una mirada llena de furia y frustración y terminó por tirar sus espadas de muy mala gana, porque sabía que no las necesitaba, podría matar a media docena de ellos sin nada más que sus manos y cuerpo.

-    No los dejaremos aquí y no se pueden mover – Dijo Bilmah señalando a sus compañeros

-    Vienen carretas en camino, irán cómodos y pueden acompañarlos si quieren o cabalgar a parte

-    Iremos con ellos

-    Como quieran, ¡Suelten a Nemo! – les dijo a los soldados que se acercaron a desatarlo

-    ¡Ya era hora! Se me estaban subiendo hormigas – dijo, sacudiéndose los brazos y piernas.




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