1560 Valle de Sortos
El bosque se extendía a su alrededor como un laberinto oscuro y misterioso, iluminado solo por la pálida luz de la luna que se filtraba a través del dosel de hojas. Sage Duron caminaba con pasos ligeros, su capa amarilla ondeando suavemente con cada movimiento. El tejido brillante contrastaba con la oscuridad del entorno, pero ella no temía ser vista. Su cabello plateado brillaba a la luz de la luna, y sus ojos dorados escudriñaban el camino por delante, alertas a cualquier señal de peligro.
Cada crujido de las ramas y susurro del viento la mantenían en un estado de alerta constante. Sabía que no podía permitirse ser seguida, no esa noche. Mientras avanzaba, su mente repasaba los eventos que la habían llevado hasta este momento, hasta este claro en el corazón del bosque donde había acordado encontrarse con el único hombre al que había amado, Gerard Evander.
Sage finalmente llegó al claro, una pequeña apertura rodeada de imponentes árboles que parecían custodiar el encuentro. Gerard ya estaba allí, esperando en el centro del claro. Su figura alta y robusta se recortaba contra la luz de la luna, y su expresión era una máscara de resignación. Sus ojos, tan profundos y oscuros como el propio bosque, se iluminaron al verla.
― Sage. ― Dijo Gerard con voz suave, pero cargada de emoción. ― Sabía que vendrías.
Ella se acercó a él, cada paso cargado de una dolorosa amargura. Al estar frente a él, sus ojos dorados encontraron los suyos, y por un momento, el resto del mundo dejó de existir. Solo estaban ellos dos, dos almas entrelazadas por el destino y separados por circunstancias ineludibles.
― Gerard. ―Respondió Sage, su voz apenas un susurro. ― No podía quedarme sin verte, no esta noche.
Gerard extendió una mano y tomó la de Sage, sus dedos entrelazándose con una familiaridad y ternura que hablaban de años de amor no correspondido, de sueños compartidos y realidades negadas.
_ Sage, ¿por qué estamos aquí? _ Preguntó, aunque en el fondo ya conocía la respuesta.
Ella respiró hondo, su mirada fija en el hombre al que amaba pero que nunca podría tener. Sabía que su misión era más grande que su amor, más grande que cualquier deseo personal.
_ He tomado una decisión. _ Dijo Sage con firmeza, apretando suavemente la mano de Gerard. _ Prometo hacer algo para redimir a mi linaje, para que las mujeres de nuestra familia puedan vivir en libertad, sin las cadenas que nos han atado durante generaciones.
Gerard la miró con admiración por su valor, pero también con tristeza. Sabía lo que ese juramento significaba para ella, y lo que podría costarle.
_ Sage, eso es un peso enorme que estás asumiendo. _ Dijo, su voz llena de preocupación. _ ¿Estás segura de que puedes hacerlo sola?
Ella asintió lentamente, la decisión brillando en sus ojos. _ Debo hacerlo, Gerard. Si no lo hago, nuestra historia se repetirá una y otra vez. No quiero que ninguna otra mujer de mi familia sufra como nosotros hemos sufrido. Quiero que puedan amar libremente, vivir libremente.
El silencio cayó entre ellos, cargado de promesas no dichas y de un amor que nunca podría ser consumado. Gerard sabía que no podía detenerla, y en su corazón, admiraba su valentía y coraje.
―Entonces, prométeme una cosa, Sage. ― Dijo finalmente, su voz quebrándose un poco. ―Prométeme que no olvidaras, que te amo.
Ella asintió, sintiendo una lágrima rodar por su mejilla. Sabía que este podría ser el último momento que compartieran juntos.
_ Te lo prometo, Gerard. Y prometo que un día, las mujeres de mi linaje serán libres. _ Dijo Sage, con una firmeza, mientras se acercaba más a él.
Sin decir una palabra más, Sage se puso de puntillas y besó a Gerard con suavidad. El beso fue dulce y lleno de pasión, una despedida y una promesa al mismo tiempo. Sentía el calor de sus labios, la familiaridad de su toque, y sabía que ese momento quedaría grabado en su memoria para siempre.
Al separarse, sus ojos se encontraron nuevamente, y Sage vio en la mirada de Gerard un reflejo de su propio dolor y esperanza.
_ Prométeme que vivirás por ambos. _ Dijo Sage, su voz apenas un susurro, pero con una intensidad que hacía temblar el aire a su alrededor. _ Prométeme que no dejarás que esta oscuridad te consuma, que seguirás adelante, no solo por ti, sino por nosotros, por el futuro que estoy tratando de construir.
Gerard asintió, su rostro serio y sus ojos llenos de emociones contradictorias. Sabía que el camino que Sage había elegido era peligroso, y que cada paso que daba la alejaba más de él. Pero también sabía que no podía retenerla, que su misión era más grande que cualquier amor que pudieran compartir.
_ Te lo prometo, Sage. _ Respondió, su voz firme, pero con un toque de vulnerabilidad. _ Viviré por ambos. Y aunque no podamos estar juntos, siempre una parte de mi estará contigo.
Sage sonrió, una sonrisa triste pero llena de gratitud. Sabía que esa promesa era lo único que podía llevarse de él, y que la fuerza de su amor la sostendría en los momentos más oscuros.
Con esas palabras, Sage se separó de él, sabiendo que tenía un camino largo y peligroso por delante. Mientras se adentraba nuevamente en el bosque, la imagen de Gerard permaneció en su mente, un recordatorio de por qué debía luchar, de por qué debía triunfar.