Cazadores de Leyendas - Los Hijos de la Ruina

Capitulo 2

“Quien olvida a su familia, corta la raíz del árbol que lo sostiene. Y sin raíz, ningún cazador sobrevive a las sombras.”

―Gerard Evander

—Theron, dile que es una locura —suplicó la abuela—. ¡Esto es una locura! —exclamó, su voz quebrada por la desesperación.

—Alexander, tu madre tiene razón —la voz de Theron sonaba preocupada—. Los demás pensamos que es mejor esperar, investigar más.

Diana y sus hermanos se imaginaron a su padre moviéndose apresuradamente de un lado a otro, metiendo cosas en su fardo de viaje, completamente ajeno a las súplicas de su madre y las advertencias de Theron.

Alexander Evander era un hombre de grandes convicciones, firme y decidido. Por eso, cuando tomaba una decisión, no retrocedía jamás. Sus hijos lo admiraban profundamente, especialmente por su lealtad a todo aquello que reconocía como importante en la vida. Ante cualquier situación, él demostraba honor y gratitud.

—Madre, a partir de mañana estás a cargo de la instrucción de los muchachos, especialmente de Diana —de pronto, la voz de su padre sonó triste—. Confío en que les enseñarás bien.

Cyrene lo miró resignada.

—Vuelve pronto, Alexander —las palabras de su abuela apenas se escucharon—. Tú deberías ser quien los instruya.

—No te preocupes —la calmó. Los niños sabían que su padre la había abrazado—. Debes comenzar con la instrucción. No sé cuánto tiempo estaré lejos de casa, pero ellos deben empezar a prepararse. Volveré, no lo dudes. Enviaré algunas manos para que te ayuden en el proceso.

Los jóvenes escucharon los pasos de su padre y Theron dirigirse a la salida. Luego, la puerta se cerró con un golpe suave. De pronto, la casa parecía demasiado silenciosa. Solo podían oír sus respiraciones y el suspiro largo y profundo de la abuela.

—¿Qué está pasando? —susurró Chase, mientras su hermana lo miraba pensativa.

Un nudo se formó en el estómago de Diana, como si algo oscuro estuviera a punto de surgir, arrastrándolos con él. Sabía que los secretos familiares no podrían guardarse mucho más tiempo. Temía no estar preparada, decepcionar a su padre por no ser capaz de soportar el peso de la historia familiar, por no ser como su madre.

—¡Los quiero en la cama de inmediato! —la voz de la abuela los sobresaltó. Los miraba desde la base de las escaleras con una mezcla de angustia y cariño—. Tienen que descansar. Mañana será un día largo.

Los tres saltaron conmocionados al ser descubiertos y corrieron en fila a sus habitaciones, conscientes del castigo que les esperaba, pero también con sus corazones palpitando con la certeza de que, al amanecer, nada volvería a ser igual.

Mientras los jóvenes corrían a sus habitaciones y la abuela Cyrene los seguía con la mirada llena de inquietud, Alexander, fuera de la casa, observaba cómo la puerta se cerraba tras de sí. Durante un largo instante permaneció inmóvil, con la mano aún en el picaporte, como si una parte de él dudara en dejar todo atrás.

En el fondo de su pecho, algo le oprimía: un presentimiento, tal vez. O simplemente la tristeza de separarse de sus hijos en un momento tan crucial. Pero la decisión estaba tomada. Había una pista que no podía ignorar, una que podría llevarlo hasta la bruja que había perseguido a su linaje durante generaciones. Y si había una posibilidad, por mínima que fuera, de acabar con esa amenaza de una vez por todas, debía tomarla.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —preguntó Theron, cruzando los brazos sobre el pecho. Su voz, aunque firme, estaba cargada de incertidumbre. Sus ojos, normalmente inquebrantables, reflejaban duda—. Quizás lo mejor sea que te quedes, hables tú mismo con tus hijos y comiences su instrucción. No es algo que debas delegar tan a la ligera.

Alexander bajó la mirada, pensativo. A veces, en su interior, había deseado ser él mismo quien guiara a sus hijos en el camino del conocimiento y la protección de su legado. Lo había considerado muchas veces a lo largo de los años, pero Selene siempre lo detenía. Ella era la voz de la paciencia y la cautela. Le recordaba la promesa que ambos hicieron: esperar hasta que Diana y Chase alcanzaran la mayoría de edad antes de iniciar su preparación.

Él nunca estuvo del todo de acuerdo. Creía que cuanto antes comprendieran el mundo al que pertenecían, mejor podrían enfrentarlo. Pero amaba a Selene. Sabía que, para ella, todo lo relacionado con su pasado despertaba heridas que aún no habían sanado. Y por eso, por respeto y amor, decidió cederle esa parte.

—Siempre hemos sido entrenados por otros maestros —dijo finalmente, rompiendo el silencio—. Es mejor que mi madre y Uzías se encarguen de su instrucción.

Theron frunció el ceño, su expresión se endureció por un instante.

—¿Uzías? —repitió, frotándose la barbilla con gesto pensativo—. Es… una buena elección. Tiene la experiencia, y más aún, la lealtad. Si alguien puede preparar a Diana, Chase y Jasper para lo que viene, es él.

—Confío en él —admitió Alexander, con un dejo de solemnidad en la voz—. Su presencia en esta casa será igual a la mía. Y creo que Chase se identificará con él. Lo intuyo… lo siento.

Theron alzó la cabeza y dejó que su mirada se perdiera en el cielo, donde las estrellas titilaban sobre el dosel oscuro del bosque como viejos centinelas silenciosos. El nombre de Uzías despertaba en él una mezcla de respeto y gratitud. Su amigo no solo había sido un guía, sino una figura fundamental en la formación de su propio hijo.




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