Cazadores de Leyendas - Los Hijos de la Ruina

Capitulo 21

"No todas las brujas nacen para maldecir ni todas para bendecir; la magia, como el corazón, se inclina hacia donde la vida la empuja."

―Del Grimorio de las Brujas

—¿Qué demonios fue todo eso? —preguntó Rigel, todavía jadeante, apoyándose en un árbol. Sus dedos estaban crispados sobre la corteza húmeda, como si quisiera anclarse a la realidad después de lo que acababan de enfrentar.

Griffin se giró sobre su hombro, sus ojos recorriendo la espesura, asegurándose de que aquella bruja no los estuviera siguiendo. Su respiración era controlada, pero su mandíbula tensa lo delataba. Era la primera vez en muchos años que sentía algo así: la certeza incómoda de que, si se hubiera quedado solo a pelear, probablemente no habría salido con vida. El poder que había emanado de esa mujer… no se parecía a nada que hubiera experimentado antes.

—Es… una Devastadora —dijo Lyoren con voz baja pero firme, incorporándose lentamente. Sus piernas temblaban, y se sostuvo del brazo de Chase para mantenerse en pie. Cuando lo miró, sus labios dibujaron una pequeña sonrisa, como si su sola presencia fuera un alivio. Luego giró hacia Diana, y se detuvo, fascinada por la intensidad de sus ojos.

—Nítidos como el cielo… —murmuró, casi para sí, antes de volver a girarse hacia Chase—. Profundos como el insondable océano…

Su mirada siguió buscando entre todos, hasta encontrarse finalmente con Jasper. Lo observó un instante, y la curva de sus labios se acentuó.

—Misteriosos como el bosque…

El ceño de Griffin se frunció. Dio un paso hacia ella, con la mirada tan afilada como la hoja de una espada.

—¿De qué diablos estás hablando, bruja? —gruñó.

Lyoren soltó con suavidad el brazo de Chase y dio un paso al frente, plantándose firme ante el cazador. Sus hombros rectos, la barbilla en alto, y ni una pizca de temor en sus gestos.

—Pareces más que dispuesto a matarme, cazador… —su voz no era desafiante, sino tan calmada que resultaba inquietante—. Y sin embargo… en tus ojos puedo ver la duda.

Griffin entrecerró los ojos, su mirada era un filo dispuesto a cortar.

—Dame una sola razón para no hacerlo.

Lyoren volvió a sonreír, pero no era una sonrisa de burla, sino de resignación.

—No tengo ninguna —respondió con serenidad—. Además… ustedes no necesitan razones para matar. Simplemente lo hacen.

—Me estás sacando de quicio, bruja —gruñó Griffin, su voz cargada de impaciencia—. ¿O no entiendes que tu vida pende de un hilo?

Lyoren apartó la vista de él y miró por encima de su hombro. A pocos metros, Conrad y los demás permanecían juntos, respirando con dificultad, los rostros marcados por un alivio palpable. En sus ojos se leía que, al menos por ahora, estaban a salvo; la Devastadora no había logrado alcanzarlos. Ese solo hecho suavizó por un instante la dureza en su expresión.

—¿Me estás ignorando? —insistió Griffin, su tono más áspero.

Ella volvió a mirarlo, clavando sus ojos en los de él con la calma de quien ya no teme perder nada.

—Mi vida está a punto de terminar, cazador, así que tus amenazas tienen poco peso para mí. Pero si decides matarme… —dio un paso más hacia él— quiero advertirte algo: no solo tendrás que enfrentarte a esa bruja, también a la criatura que duerme en el fondo del lago. Y cuando yo deje de existir… despertará.

Las palabras se instalaron como un veneno lento en la mente de Griffin. Sintió los músculos tensarse, las manos cerrándose en puños a sus costados, con un deseo intenso de estrellar su fuerza contra ella… pero algo, en lo más profundo, lo frenaba. No sabía si era duda, curiosidad… o miedo.

—Griffin —la voz de Barret rompió el momento—. Dejemos esta conversación para después. No estamos seguros aquí… no, en medio del bosque.

Griffin giró la cabeza hacia sus compañeros, luego volvió a mirar a Lyoren, como si quisiera grabar su rostro en la memoria.

—¡A caminar! —ordenó, con una voz que no dejaba lugar a réplica—. ¡Ahora!

Todos reanudaron el camino, en silencio pero con paso rápido, cada uno atento al crujir de las hojas y a los susurros del viento que parecía seguirlos.

—¿Dices la verdad? —preguntó Chase en voz baja, acercándose un poco más a Lyoren—. ¿En verdad eres una guardiana del bosque?

Lyoren giró levemente el rostro hacia él y no pudo evitar sonreír. Había algo en sus ojos, en su forma de preguntar, que le traía recuerdos hermosos.
—Me alegra ver que son como Selene —respondió, con un tono cálido—. Tengo la impresión de que buscan su propia opinión sobre las cosas, sin dejar que otros se las impongan.

Diana, que caminaba del otro lado, inclinó la cabeza apenas y habló casi en un susurro, como si temiera que la conversación se rompiera al alzar demasiado la voz.
—¿Conociste a nuestra madre?

Lyoren asintió, sin apartar la mirada del sendero.

—¿Cómo? —intervino Jasper, con la curiosidad encendida en la voz.

—Selene y su padre vivieron una temporada en Brumavale —explicó Lyoren, cerrando los ojos por un instante como si rebuscara en un baúl de memorias—. Su padre viajaba mucho… pero eso a ella no le molestaba. Al contrario, le daba tiempo para sumergirse en sus propias investigaciones.




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