Cebo [kaisoo]

Capítulo Cuatro

Kyungsoo parpadeó con los ojos nublados en confusión. Las actividades de la noche anterior le habían desgastado a fondo y era reacio a despertar. La habitación se veía como si hubiese sido golpeada por un tornado. Era un caos total. Cuadros colgaban torcidos en las paredes. Había ropa dispersada por todas partes. Incluso la mesita de noche estaba volteada.

Se arrastró hasta el borde de la cama y buscó a tientas el despertador en el suelo. Kyungsoo jadeó cuando vio la hora. Eran cerca de las cuatro de la madrugada. Habían estado esperándole en el punto de encuentro hacía casi dos horas.

Gimió suavemente cuando intentó moverse. Kyungsoo se deslizó cuidadosamente por debajo del pesado brazo de Jongin y se bajó de la enorme cama tamaño matrimonio. Todo su cuerpo dolía. Incluso su cabello dolía. La parte inferior de su cuerpo latía como un dolor de muelas, y le dolía el trasero. Había una sospechosa humedad entre sus piernas, goteando por la parte posterior de sus muslos. Kyungsoo le disparó una mirada asesina al hermoso hombre durmiendo tan pacíficamente. Era una máquina sexual, un animal. Kyungsoo no se había dado cuenta que fuese posible correrse tanto.

El pobre chico cojeó alrededor de la habitación, encorvado como un anciano, y recogió lentamente los restos destrozados de su ropa. Kyungsoo se puso sus guantes negros y limpió la habitación, limpiando todo lo que había tocado mientras miraba de manera furtiva a Jongin. El amplio pecho del empresario se elevaba y caía de manera constante en el sueño.

Las llaves de su coche estaban justo en la mesa. Habían sido dejadas a la vista, como si se presentaran a Kyungsoo. Kyungsoo sintió su estómago retorcerse por la incomodidad, la culpa prácticamente ahogándole. Sus manos temblaron un poco cuando se las metió en el bolsillo silenciosamente. No quería cogerlas y no quería robar el coche de Jongin, pero no tenía elección. Tenía un trabajo que hacer.

Se movió para quedarse de pie sobre Jongin, empapándose de la vista del rostro del hermoso hombre. Kyungsoo sabía que nunca le olvidaría. Jongin fue su primero. Le había hecho sentir cosas que nunca antes había sentido. Realmente había dolido, pero Kyungsoo realmente había disfrutado mucho. Jongin dijo que ahora Kyungsoo era suyo; hubiera querido quedarse y ver qué quiso decir con eso.

Pero no podía pertenecer a Jongin.

Dispuesto o no, pertenecía a Jung.

Kyungsoo susurró suavemente: —Lo siento —en el oído del durmiente hombre. Apartó gentilmente el oscuro cabello de la suave frente del hombre antes de darse la vuelta para irse.

En el instante en que la puerta se cerró tras él, los ojos dorados se abrieron de golpe. Estaban completamente conscientes sin un atisbo de confusión porque no había estado dormido. Determinación estaba escrita en el rostro de Jongin cuando se vistió rápidamente y marcó en su móvil. Esta vez no había nada, sólo aplastante culpa mientras Kyungsoo guiaba suavemente el elegante Lamborghini a través de la noche y entraba en el almacén. Suspiró considerablemente cuando apagó el motor y salió cojeando del coche. El carnoso puño de Jung atacó, atrapando la mejilla de Kyungsoo y moviendo su cabeza hacia un lado. Normalmente, no habría sido suficiente para derribarle, pero ya se estaba sintiendo un poco inestable. Kyung cayó al suelo. Aterrizó tumbado sobre su estómago, sin aliento y conmocionado.

—Llegas jodidamente tarde —rugió el jefe de la mafia airadamente.

Kyungsoo presionó sus dedos en el pómulo y se frotó la mandíbula. Estaba palpitando. Sintió que el golpe casi la había dislocado en ese momento.

—Lo sé, lo siento, me encontré con complicaciones. No pude…

—Complicaciones y una mierda, pequeño mocoso malcriado. Esto va a costarte.

Los ojos de Kyungsoo se abrieron como platos. —¿Qué? No, ¡hice lo que pediste! ¡Robé el coche!

El alto gánster dio una profunda calada a su cigarrillo antes de tirar las cenizas sobre la cabeza de Kyungsoo. —Quiero que hagas diez trabajos más.

—¡Ese no era el trato! ¡Se supone que este sería el último! —gritó el chico mientras sentía que su corazón caía a su estómago.

—Bueno, estoy cambiando el trato. ¿Qué vas a hacer al respecto?

Kyungsoo se tambaleó sobre sus pies, protestando. —¡Eso no es justo!

—¡Te mostraré lo justo, pequeña mierda! —Jung levantó al pequeño chico por el cuello de la camisa y echó el puño hacia atrás de nuevo. Kyung cerró los ojos con fuerza e hizo un gesto de dolor preparándose.

No intentó defenderse. Sabía que no podía defenderse porque las consecuencias serían terribles si lo hiciera. Era mejor aceptar el golpe y esperar que no se magullara tanto el rostro que no fuese capaz de trabajar.

¡PHWIT! ¡PHWIT!

Un sonido desconocido llenó el almacén. Abrió los ojos justo cuando Jung comenzó a gritar. El jefe de la mafia dejó caer a Kyungsoo y se agarró el mutilado puño. Miraba fijamente su mano con horror. Varios dedos estaban en el suelo y la sangre corría por su brazo.

Los ojos de Kyung se abrieron como platos cuando docenas de hombres con trajes negros entraron corriendo para rodear al mafioso y sus matones. Toda la banda estuvo de rodillas en unos instantes.

Un hombre alto y moreno con un elegante traje de tres piezas salió de las sombras con una humeante pistola en la mano. Había un largo silenciador atornillado al cañón.



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En el texto hay: robos y autos

Editado: 11.05.2023

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