Celestia: Las Reliquias Del Poder

Capítulo XLI: El Interrogatorio

Al día siguiente, recién comenzado el entrenamiento, Luka reafirmó sus sospechas cuando Diana Artemis no se presentó a entrenar y ninguno de sus compañeros preguntó por ella, incluso el mismo General Paul Wyatt parecía haberla olvidado, pues, no advirtió que el grupo estaba incompleto comportándose como en cualquier otro día de trabajo. Luka temía por el bienestar de su compañera, se preguntaba cómo era posible que se hubiera desvanecido de la existencia en menos de un parpadeo; para su suerte una respuesta llegaría horas más tarde.

Todo iba desenvolviéndose con normalidad, sin contar la desaparición de Diana, hasta que alrededor del medio día la subcomandante Selene Amaris apareció en el salón solicitando el permiso de Luka para salir por unos minutos, el motivo, la emperatriz deseaba verlo. Un fuerte escalofrío recorrió la columna vertebral del joven hechicero.

El camino hasta la sala fue silencioso y tenso. A cada paso sus nervios aumentaban junto a una horrible sensación de hormigueo que se expandía por su cuerpo. La actitud fría por parte de la subcomandante solo volvía más inquietante la situación, su imponente figura se alzaba delante de suyo con su característico semblante serio y fruncido; le resultaba difícil imaginar que ella y la mujer que había visto sucumbir a la desesperación y la súplica pocos días atrás eran la misma persona.

Al llegar frente a la gran puerta planeada no se encontraban guardias alrededor, por lo que Selene se dispuso a anunciar su entrada, sin embargo, antes de que pudiera alzar la voz, la puerta se abrió para dar salida al príncipe de la galaxia, Marth Berenguer.

Momentáneamente la inquietud de Luka se dispersó. Ambos amigos se mostraron alegres por encontrarse—¡Marth! Que gusto verte ¿Cómo te encuentras? —preguntó recordando que su último encuentro fue en la enfermería después del ataque de los tornados.

—De maravilla, gracias por preguntar —dijo animado— ¿Y qué hay de ti? Escuche que de nuevo encontraste una reliquia ¡eso es increíble!

Luka se encogió de hombros un tanto incomodo—Bueno, la verdad es que...—Por descuido estuvo a punto de decir «Yo no hice nada», no obstante, por detrás del hombro de Marth advirtió la mirada penetrante de la emperatriz. Parecía analizar cada palabra y movimiento suyo, aquello, además de perturbarlo, le pareció curioso—. Solo tuve suerte, aunque me alegro de poder ayudar —espetó riendo con timidez.

—Siempre tan modesto —comentó el príncipe para enseguida acercarse un poco más a él y hacer la conversación más privada—. Cuando sea emperador podría nombrarte mi consejero personal, tienes talento. Bueno tengo que irme, debo entrenar para poder superarte amigo mío, nos veremos después —declaró alejándose del pasillo con andar elegante.

Al perderse de vista la subcomandante recobró la postura, pues hacía una reverencia ante la salida de Marth, y empujó a Luka dentro de la sala. En cuanto puso un pie en el lugar, el temor pesó de nueva cuenta sobre sus hombros.

Selene se colocó a un lado de la emperatriz, quien se encontraba sentada en su sillón blanco como era habitual, mientras que Luka se quedó parado a la entrada de la sala haciendo una ligera reverencia.—¿Quería verme, majestad? —preguntó con la voz más calmada que sus cuerdas vocales pudieron hacer, su cuerpo y sentidos libraban una severa lucha interna para evitar temblar.

—Así es, anda toma asiento —respondió con la misma falsa amabilidad con la que lo recibió la primera vez que estuvo allí.

Incapaz de desobedecer se acercó al sofá y tomó asiento con la espalda completamente recta y las manos reposando sobre sus piernas. Relájate, muéstrate ingenuo, se ordenó a sí mismo.

—¿Deseas algo de beber? —cuestionó Nuria agitando la copa de vino tinto que sostenía en su mano derecha.

—No gracias, así estoy bien.

—De acuerdo, entonces vayamos al punto. Te preguntarás por qué he pedido que vinieras y la respuesta es sencilla mi muchacho, quiero felicitarte por tu valentía al ayudarme a salvar a esa pobre chica del ataque de...Tu sabes, nuestra enemiga —dijo fingiendo una sonrisa de madre orgullosa.

Luka se asombró moderadamente al escucharla contar esa versión de la historia. Incluso, por un segundo llegó a pensar que ella también era víctima de la alteración de recuerdos, sin embargo, pronto advirtió que sus ojos claros resplandecían con un toque de malicia ¿Acaso me está probando?, razonó. Fue allí que cayó en cuenta de algo alarmante, ahora más que nunca debía mantener una actitud serena e inocente. Y si quería salir bien librado de ese lugar debía apegarse a esa ficticia versión de la historia.—No tiene que agradecerme, majestad, fue un honor luchar junto a usted, pero si le soy sincero siento que no fui de mucha utilidad, ella consiguió escapar después de todo —mencionó con una convincente mueca de tristeza, haber escuchado los hechos desde las perspectiva de sus compañeros era ventajoso—. Sin duda nuestra enemiga es un auténtico monstruo —añadió dando mayor credibilidad a sus palabras, aunque lo dijo refiriéndose a Nuria.

Ella soltó una leve sonrisa.—Cierto, es un ser despreciable. Selene, dime ¿no fue el actuar de este joven algo excepcional? —cuestionó volteando hacia la mujer parada a su lado.

La subcomandante, manteniéndose firme, observó de reojo al joven de manera apática.—Si, lo fue —respondió tajante.

Su mirada le hizo cuestionar a Luka si Selene efectivamente había olvidado lo ocurrido en la misión o si recordaba todo y tenía guardar las apariencias al igual que él.

—Eso creí —Prosiguió la emperatriz—. Selene, puedes retirarte, quisiera tratar algunos asuntos con el joven Stellan en privado.

Obediente, la subcomandante reverenció a su majestad y salió de la sala dejando al joven hechicero en compañía de la persona en que menos confiaba. Con su salida los nervios de Luka aumentaron; descubriendo así su presencia hasta cierto punto le resultaba alentadora y tranquilizante.



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En el texto hay: poderes magicos, fantasia magia, revolucion

Editado: 26.03.2024

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