Celestia: Las Reliquias Del Poder

Capítulo XLV: El Planeta del Invierno Eterno “Isvind”

En una amplia habitación, llena de juguetes y de toda clase de comodidades, dos pequeños niños saltaban de un mueble a otro sin detenerse a reparar en lo duro o blando que pudiese ser el impacto. Lo primordial era sobrevivir al mar de lava burbujeante que se agitaba bajo sus pies; peligro que solo existía en su imaginación claramente.

Se estaban divirtiendo hasta que, a los minutos de haber iniciado el juego, el niño más pequeño en estatura perdió el equilibrio al intentar brincar desde una cajonera hacia el sofá más cercano.

—¡Alain! —gritó su compañero quien rápidamente bajó de la cama para atraparlo— ¡Te tengo… Ay!

Sin embargo, debido a la fuerza de la caída, los brazos del niño no soportaron el peso de su amigo, provocando que cayera de sentón contra el piso tras algunos tropiezos. Pero, gracias a su pronta reacción, el golpe resultó menos doloroso para ambos.

—¡Marth, me salvaste!… ¿Te hiciste daño? —preguntó al ver que el príncipe se frotaba la espalda baja.

El infante, evitando mostrarse débil, regresó las manos al frente y adoptó una postura orgullosa.

—Para nada, soy el príncipe, salvar personas sin salir lastimado es lo que hago... Aunque eso fue bastante peligroso, quizás ya estamos grandes para estos juegos.

—Solo tenemos diez años.

—Sí, pero ya debemos enfocarnos en cosas más geniales como… ¡Convertirnos en soldados hechiceros!

—Yo no quiero ser soldado y la magia me asusta.

—Mamá dice que eres muy hábil para ambas cosas, estoy seguro que cuando crezcamos seremos los mejores de todo el Imperio ¡Imagina el prestigio y poder de... —Su emoción fue apagada al ver como Alain se mostraba temeroso e incómodo ante la idea—. Bueno, como sea, juguemos otra cosa.

Entonces, los niños jugaron con los novedosos juguetes que poseía el príncipe hasta el anochecer. Luego de comer algunos bocadillos, que solicitaron traer con un mayordomo, se alistaron para dormir no sin antes leer un cuento holográfico. Cada uno tenía habitación propia, pero a Alain le aterraba dormir solo así que prefería pasar la noche al lado de su nuevo mejor amigo; era muy tranquilizante.

—¿Crees que en verdad exista un planeta repleto de tesoros? —preguntó el pelirrojo sentado de rodillas sobre la esponjosa cama mientras observaba la proyección de un barco navegando por el espacio sideral.

—Dicen que hay cientos de cosas perdidas en las arenas de Nile, puede ser posible… Lo malo es que en ese planeta abundan los ladrones y estafadores.

Tras la respuesta satisfactoria Alain se recostó, estaba exhausto. Marth lo observó pensando en lo que le había dicho su madre al presentarlos: «Ahora es parte de la familia». Pasar tiempo juntos era divertido, finalmente tenía un compañero para las aventuras que quería vivir. Los demás niños no lo trataban con mucho respeto pese a ser el príncipe, por lo que, tener un hermano le parecía increíble «¿Por qué no tuve uno antes?», pensaba.

—Marth… —Llamó Alain quedamente.

El príncipe, que seguía mirándolo, se sobresaltó ante la repentina presencia de su voz.

—Siempre seremos amigos, ¿verdad?

—¡Claro! —Contestó alegre—. Incluso ya somos como hermanos ¿no crees?

Alain pareció sorprenderse ante la idea, no obstante, en seguida soltó una leve sonrisa.—Sí, así es.

De pronto, la armonía fue interrumpida por un molesto sonido que comenzó a retumbar por la habitación causando que las paredes temblaran y el techo fuese cayendo en pedazos. A la par que el sonido se intensificaba, la imagen de los niños iba desvaneciéndose lentamente.

Y como si un rayo le golpeara, el joven príncipe, Marth Berenguer, despertó agitado de un sueño que para él fue de pesadilla.

—Ay, Celestia… —cargó los pulmones de aire—. Qué espantoso recuerdo.

Tras relajarse, se levantó directo a la ducha y tomó un baño de agua fría para despejar su mente de esas memorias que le resultaban tan desagradables. Después de arreglarse salió de la habitación decidido a iniciar su entrenamiento. Parecía ser un día cualquiera en el cuartel, los daños habían sido reparados y las tareas habituales reanudadas, sin embargo, antes de cruzar por una esquina que conducía a los salones, escuchó a dos soldados que iban de salida hablar de un asunto interesante.

—¡Apura con esos suministros! No quieren contratiempos para la exploración en Isvind.

—¡Y-ya voy! Las cajas están bastante pesadas… Y no hables tan alto, pidieron mantenerlo en secreto.

«¿Cuál exploración? ¿Por qué no he sido informado?», cuestionó el joven príncipe. Deseoso de conocer los detalles de la exploración y de participar en ella, retorno sobre sus pasos en dirección a la sala de su madre.

Al aproximarse a la sala cayó en cuenta de la ausencia de personal de seguridad, por lo que su madre probablemente no se encontraba allí, pero su localización exacta siempre era incierta; continúo caminando hasta la gran puerta plateada la cual abrió de golpe. Se llevó una molesta sorpresa cuando, en lugar de hallar a la emperatriz, encontró a Alain Farren recostado en uno de los sofás.

—¡¿Alain, qué haces aquí?! —Exclamó con tono repulsivo.



#14419 en Fantasía
#20504 en Otros
#2687 en Aventura

En el texto hay: poderes magicos, fantasia magia, revolucion

Editado: 26.03.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.