Celestia: Las Reliquias Del Poder

Capítulo XLVIII: Derrota

Poco antes de la persecución entre el príncipe Marth y el misterioso soldado Galanight, la batalla dentro del glaciar alcanzaba un punto crítico. Al centro de la plataforma, Nuria Berenguer y Halley Haggerstone luchaban ininterrumpidamente al tener a sus respectivos soldados peleando entre sí.

—Incluso ciega no dejas de ser una molestia —gruñó la emperatriz en voz baja.

Halley no contestó, estaba más concentrada en crear y esquivar hechizos. «Si se quedara quieta podría congelarla», pensaba agitada. Al estar bajo presión le era más difícil percibir su entorno, tanto que se sentía vulnerable en su propio elemento: el hielo.

Con la respiración ajetreada, ambas se precipitaron sobre la otra empuñando armas. La emperatriz usaba espadas dobles y la dama del hielo una antigua hacha liviana. Del impactó entre las cuchillas parecían salir chispas y gruñidos de resentimiento.

En medio del forcejeo, algo a la distancia distrajo a Halley por un segundo. Nuria tomó ventaja de aquel momento de debilidad para derribarla contra el suelo de una patada.

El golpe fue tan contundente que Halley rodó por el congelado suelo sofocándose. Al verse vulnerable, la emperatriz rápidamente se dirigió a ella alzando sus espadas. Pero justo cuando yacía sobre ella, dispuesta a dar un tajo certero, una poderosa fuerza mágica la empujó súbitamente. El impacto lastimó la espalda baja de Nuria, sin embargo, la ira era más grande que el dolor. Inútilmente buscó entre el revoltijo de soldados al causante del hechizo, por lo que devolvió su odio a Halley, quién comenzaba a recuperar el aliento.

Tambaleándose, volvieron a ponerse de pie decididas a vencer. Se preparaban para enfrentarse una vez más cuando una peculiar sensación provocó que cada soldado dejase de pelear. El recinto helado quedó en completo silencio y calma. Todos levantaron la mirada hacia donde revoloteaban las esferas de hielo, dentro de alguna de ellas emanaba un poder especial.

—Es una reliquia… —Reconocieron a la par Halley y Nuria.

De inmediato, la pelea se reanudó con mayor intensidad. Ante la aparición de la reliquia Metztli y Elián, quienes hasta ese momento habían estado escabulléndose entre la pelea sin causar mucho daño y protegiéndose del peligro, decidieron actuar. No poder permitir que el Imperio consiguiera la última reliquia. Formularon un plan sin tener que hablar, como si sus mentes estuvieran sincronizadas.

Ambos fingieron caer heridos, manteniéndose inmóviles para evitar que los vieran realizar hechizos. Manipulando el agua bajo la plataforma, Metztli elevó varias corrientes que sirvieron como cadenas para retener a Nuria. Por su parte, Elián hizo del viento un torbellino que mantuvo a los soldados fuera del centro y agrupó en un solo sitio a todas las esferas.

—¡¿Qué es esto?! —Bramó la emperatriz desesperada por liberarse de las cadenas que la arrastraban hacia abajo.

Halley no podía ver lo que sucedía, pero su intuición le dijo que debía actuar. Olvidándose de su majestad, creó una torre de hielo que la elevó hasta donde se encontraban las esferas. Al estar cerca pudo escuchar suaves tintineos provenir de ellas. La melodía indicaba un patrón que guiaba a la esfera más importante. Prontamente, Halley la encontró. Estiró sus brazos para tomarla, pero justo antes de tocarla un repentino temblor la hizo caer de rodillas.

Acompañados por el estruendoso eco de unos rayos, grandes temblores vinieron uno tras otro. El recinto comenzó a derrumbarse, las estalactitas del techo caían como flechas ocasionando el quiebre de la plataforma. Ante los bruscos movimientos Metztli y Elián perdieron la concentración en sus hechizos, por lo que Nuria quedó libre.

Rápidamente, Halley tomó la esfera que resguardaba la reliquia y descendió de su torre. Nuria corrió hacia ella. El estallido de los rayos iba en aumento.

—¡La tengo! ¡Vámonos! —Gritó la líder de los Galanight a sus soldados.

—¡Ya oyeren, retirada! —Reiteró el señor Edwing.

Todos los Galanight emprendieron la huida por la misma puerta por la que llegaron. Solo Halley se mantuvo en su lugar, no se iría sin asegurar el escape de cada uno de los suyos. Al mismo tiempo Nuria, acompañada de soldados, se aproximaban listos para atacar. Advirtiendo el peligro, Halley lanzó un hechizo que encerró a los oponentes más cercanos, incluyendo a su majestad, en gruesos domos de hielo. Debido al súbito encierro, Nuria impactó contra el frío domo.

—¡No falta nadie, vámonos! —Exclamó Edwing.

Halley apoyó la esfera contra su pecho y rápidamente corrió hacía la puerta siendo perseguida por el resto de soldados imperiales. Al lograr cruzar bloqueó el acceso con un colosal pedrusco de hielo.

Un último rayo causó la caída de estalactitas más grandes y puntiagudas. El camino a la puerta de los Galanight y gran parte de la plataforma fueron destruidos. Sus restos cayeron al agua helada junto a varios soldados imperiales. Entre los caídos estaba Nuria.

La derrota de su majestad generó un silencio de perplejidad. No fue hasta que la subcomandante, Selene Amaris, levantó la voz que los soldados volvieron en sí.

—¡Rápido! Hay que sacarlos de ahí —ordenó con firmeza.

Gracias a los soldados hechiceros el rescate fue breve y sin dificultades. La emperatriz volvió a lo que quedaba de la plataforma con la ayuda del general Paul Wyatt, quién transformado en un águila considerable grande la sujetó de brazos y la llevó de regreso. Al aterrizar Nuria permaneció de rodillas, tenía la mirada perdida y de su nariz se deslizaba un hilo de sangre.



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En el texto hay: poderes magicos, fantasia magia, revolucion

Editado: 26.03.2024

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