Celestia: Las Reliquias Del Poder

Capítulo LIII: Amenaza

Frente a un espejo del cuarto de baño, y con el rostro empapado de agua, Luka respiraba agitadamente. Al regresar de los calabozos había intentando dormir, esperando al despertar descubrir que todos los recuerdos no fueran más que una pesadilla, pero fue imposible. Cada vez que cerraba los ojos las imágenes de aquellas personas convertidas en las horribles criaturas saltaban vivamente a su mente junto a una atroz idea «¿Y si papá es uno de ellos?». En cuanto se le cruzaba esta idea sentía una fuerte presión sobre el pecho y sumergía su cara en el lavabo lleno de agua.

—Tranquilo… tranquilo… —susurraba a sí mismo.—Aún sí papá está ahí abajo, yo… nosotros —pensó en Metztli, Elían y, especialmente, Alain— vamos a salvarlos. Todo va a estar bien… tiene que estar bien.

Temblando, rodeó su pecho con ambos brazos.

*

Antes del amanecer, Alain se encontraba sentado en la sala de su habitación con la vista perdida en un punto fijo en el piso, no había dormido en toda la noche pensando en lo sucedido en los calabozos. La situación era más terrible y peligrosa de lo que pensaba, y estaba a punto de empeorar. Súbitamente la puerta se abrió dejando entrar a una infame visitante. Al advertir la presencia, Alain se levantó de golpe.

—¿Qué haces aquí? —preguntó hostilmente sin perder la calma.

Frente a él Nuria apareció sonriendo con firmeza pese a mostrar un semblante exhausto.

—¿Así saludas a tu emperatriz? Que grosero —dijo andando por la habitación.

—Tu no eres nada mio.

Nuria le dirigió una mirada indiferente.

—No tengo tiempo para esto, Alain. He tenido una terrible noche, alguien liberó a mis lindos Labernos de sus jaulas y regresarlos fue una tarea complicada… Pero eso ya debes saberlo, porque estoy segura de que fuiste tú.

Maldiciendo por dentro, el joven se mantuvo sereno.

—¿Labernos? Vaya nombre… ¿Qué les ha hecho a esas personas?

—Ah —la emperatriz levantó una ceja—, me sorprende que no pongas resistencia. Aprovechando el momento, ¿Admites tu responsabilidad sobre el escape del prisionero?

—Sí, ahora responde a mi pregunta.

—Tranquilo, yo no he hecho nada malo. Más que un castigo les estoy dando una segunda oportunidad para reflexionar y enmendar sus errores.

Alain no comprendió nada.

—¿De qué estás hablando?

—Todos esos Labernos fueron personas con ideas… Ideas sobre ser mis iguales o querer derrotarme, algo que no puedo permitir. De haber actuado estarían muertos, pero solo tuvieron ideas… Ahora pueden enmendar su error poniéndose a mi servicio con sus nuevas formas y habilidades.

Fue inevitable que una expresión de asco se formará en la cara de Alain.

—Realmente eres despreciable.

—Yo creo que estoy siendo muy piadosa con ellos… —respondió sonriendo—. Bien, querido, yo tengo una pregunta, ¿Quién te ayudó?

Como el impacto de un rayo, Alain sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo.

—Actué solo —se apresuró a decir.

—¿Eh, por qué tan nervioso de repente? —preguntó la emperatriz caminando alrededor suyo—. Tus latidos resuenan tan alto que es imposible no escucharlos… ¿Será que tu actitud docil es para proteger a ese chico de cabellos negros y magia de estrellas?

—¡Él no ha tenido nada que ver! —respondió a la defensiva, comenzaba a exaltarse.

—De acuerdo, de acuerdo —Nuria alzó ambas manos—. Fingiré creerte, pero de todas formas la presencia de ese chico cerca tuyo ha empezado a molestarme. Estoy al tanto de tus sentimientos por él y me decepciona que algo tan patético sea tu debilidad.

—¡Suficiente! —el sello de su magia se manifestó brillando con fuerza— ¡¿Qué pretendes?!

—No te precipites, mi niño —con un ágil hechizo lanzó a Alain contra la pared para enseguida inmovilizarlo de rodillas contra el piso—. Parece que sigues sin entender la situación, tú me perteneces.

—Y-ya no más —el hechizo le dificultaba hablar—. Voy a… detenerte.

—Ah, es molesto cuando te pones así, lo explicaré todo una sola vez y espero que entres en razón. Yo sé quien eres realmente, tú verdadero nombre y la familia de la que provienes.

La mente de Alain se quedó en blanco y su cuerpo dejó de luchar contra el hechizo.

—¿Qué?

—El día que llegaste a la Metrópoli por supuesto que sabía quien eras, ¿Cómo no reconocer al heredero de una familia adinerada y creciente prestigio? Sin embargo, estabas tan asustado que temblabas como un pequeño animal, pero no era por el ataque a tu planeta sino por tu familia, ¿Verdad? —le apretó ambas mejillas— Eran malos contigo, tanto que cambiaste de nombre para huir de ellos… «Pobrecito» fue lo que pensé cuando me di cuenta de la situación. Entonces tomé la decisión de protegerte, te invité a vivir conmigo y aceptaste, hice olvidar el apellido de tu familia y no lo notaste… Estoy segura de que ni tú recuerdas tu propio nombre o sus rostros, pero ¿qué importa? No deseabas volver y cumplí tus deseos.

La emperatriz se agachó y lo sujetó por la barbilla con fuerza. Alain estaba completamente pálido.



#19604 en Fantasía
#26103 en Otros
#3582 en Aventura

En el texto hay: poderes magicos, fantasia magia, revolucion

Editado: 17.08.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.