Ceniza y Sangre

CAPÍTULO 1

Rhea.

El olor a hierro todavía me arde en la garganta.

Tengo la sangre seca pegada a los nudillos y una herida mal cerrada en la costilla izquierda. Más me vale ocultarla durante un buen tiempo ya que a los vampiros novicios, las heridas tardan en curarse, independientemente si son profundas o superficiales.
El bosque no perdona a los que se distraen… y yo me distraje. Un lobo me sorprendió por detrás, demasiado rápido. Aun así, logré matarlo.

Camino entre los árboles con el cuerpo tenso y el ceño fruncido. La cacería me calmó. Un poco. No es lo que se supone que debía estar haciendo ya que Kael, el líder del clan, nos tiene prohibido salir sin autorización o supervisados por un vampiro total, pero era eso o seguir sintiendo cómo me hervía la sangre en las venas. Necesitaba movimiento. Correr. Respirar aunque ya no lo necesite del todo. Sentirme viva, si es que aún me queda algo de eso.

El campamento aparece entre las sombras como una boca abierta. Oscuro, torcido, improvisado entre ruinas de piedra y metal oxidado. Algunos me miran al pasar. No con sorpresa. Ya están acostumbrados a que rompa las reglas.
Al acercarme a la puerta del refugio, siento su energía, el poder que emana el aura del líder del Clan.

Kael está esperándome.

Apoyado en una de las columnas rotas, los brazos cruzados, la mandíbula tensa. Su mirada gélida como de costumbre.
Siempre lo es cuando está molesto. Siempre lo está conmigo.

—¿Te parece buena idea? —pregunta sin levantar la voz aunque con un notorio tono de enfado.

—Volví entera, ¿no?

—¿Y si no hubieras vuelto?

No respondo. Paso a su lado, pero él no se aparta. Me obliga a frenarme. Está demasiado cerca. Siento su respiración, el frío mortal de su piel, esa energía que siempre lo rodea, como si pudiera estallar en cualquier momento.

—Un mal movimiento allá fuera y te arrancan la garganta —continúa—. No eres invencible, Rhea. Ninguno lo es. No te comportes como si quisieras morir.

—No quiero morir —respondo en voz baja—. Pero estar aquí sentada, esperando... eso tampoco es vivir.

Kael aprieta la mandíbula. Puedo ver que no es sólo enfado lo que siente. Hay otra cosa debajo. Preocupación. O algo peor: miedo.
Claro, Kael tiene miedo a perder a uno de los "suyos"; si puedo llamarme así, aún no soy una vampiresa totalmente, sigo siendo una novicia. Para serlo tengo que beberme la sangre de humanos y realmente me asquea hacerlo.

Me aparto sin decirle nada más. Camino hacia mi rincón, ese trozo de ruina donde suelo pasar las noches. Cierto la puerta de metal oxidado.
Allí me siento y saco el colgante de debajo de la camisa. El metal está frío. Aún conserva la forma de la mano de mi madre, la última vez que me lo entregó. La noche en que lo perdí todo.

Cierro los ojos.

Escucho los pasos de Kael alejándose.

Estoy sola. Pero eso no es nuevo.

Me acuesto en el pedazo de colchón viejo que tengo en el suelo y con el colgante aún en mis manos, cierro los ojos.
_______

Hace 5 décadas.

—¡Corran! —Grita un niño de unos 14 años por las calles del pueblo.

No entendía lo que estaba pasando, todos en el pueblo corrían de un lado a otro, se encerraban en sus casas y bloqueaban todas las posibles entradas.
Mi madre, me agarró del brazo y me llevo al sótano que mi padre había construido, raramente me dejaban entrar. Era un lugar húmedo y oscuro, tenía unas escaleras de metal que permitían acceder al interior del sótano.

—Mama.. ¿Que ocurre? ¿Que hacemos aquí?— pregunté asustada.

— Tranquila.. pronto se irán y todo estará bien.

Soy incapaz de decir cuantas horas pasaron, en el exterior se escuchaban gritos, gente llorando, cosas rompiéndose.
Incluso escuché pasos encima de nosotras. Mi madre me abrazaba con fuerza, sentía sus brazos temblar.

Luego todo se quedó en silencio, un silencio total. Mi madre se levantó y se acercó cuidadosamente a las escaleras. Comprobó que no se escuchaba nada.

—¿Ha acabado ya mamá? —Pregunté casi susurrando.

Mi madre se acercó a mí y me acaricio la mejilla. Con una sonrisa en el rostro se quito el collar y me lo puso.

— Rhea, por nada en el mundo, escuches lo que escuches, no salgas de aquí dentro. —Me dice seriamente— Regresaré pronto cariño.

Antes de que pudiese contestarle, abrió la compuerta que daba al exterior y salió, cerrándola a su paso.
Todo se quedó en silencio, todo se quedó completamente oscuro.

Soy incapaz de recordar todo con claridad, es común en los vampiros novicios. Pueden recordar parte de su vida como humanos, pero la mayoría de escenas las olvidan.

Empecé a escuchar un ruido, como una respiración profunda en el sótano, estaba todo oscuro y era incapaz de ver qué tenía delante de las narices.
Pero cuando se acercó a mí note su aliento helado en mi nuca, luego unas manos grandes y frías me despejaron el cuello y finalmente inco sus colmillos en el.

Después de eso caí al suelo y no recuerdo más.




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