Centinelas Andantes

Capítulo 8 - Desfile triunfal

Veinte fornidos agentes contenían a una barullenta avalancha humana que intentaba invadir el establo.

—Pero… ¿qué está sucediendo? —preguntó Filomena.

En ese ínterin, un elegante hombre se abrió paso entre la muchedumbre y entró al recinto de los caballos.

—Hola, me presento. Mi nombre es Gerardo y soy el alcalde de Nobles Nogales. Sepan disculpar el furor de las masas.

—¿A qué se debe semejante batifondo? —Filomena, al igual que sus amigos, no entendía nada.

—¿No lo saben? Ustedes son los nuevos héroes del pueblo, por haber ayudado a desbaratar a los Fantasmas, la banda de delincuentes que solía atormentar a toda la zona.

Cada vez se sumaban más curiosos a la periferia del establo. Además de querer saludar a los héroes, pretendían conocer la galera artillada, el legendario carruaje que había llegado a oídos de la población a través del relato de los piratas capturados. De pronto, el dueño de la posada habilitó la puerta trasera del establo para que el célebre grupo pudiera escabullirse.

—Tenemos cosas valiosas en el carruaje —señaló Penélope.

—Descuiden —repuso el dueño del lugar, y trancó el portón frontal.

Una vez que el alcalde y los forasteros se acomodaron en la taberna de la posada, reanudaron, café mediante y en tranquilidad, la conversación.

—Como les contaba, ustedes son considerados héroes —dijo Gerardo.

—No creo que sea para tanto —opinó Máximo—. Lo único que hicimos fue engañar a los bandidos para poder cruzar el Bulevar de las Desgracias.

—Es que, producto de ese engaño, los Fantasmas perdieron la cabeza y abandonaron la seguridad de la arboleda para perseguir la galera en campo abierto. Jamás se había visto a los Fantasmas transitar la ruta descampada —informó Gerardo—. Con su treta, ustedes propiciaron una inmejorable oportunidad para que la unidad de las Carrozas Draconianas los atrapara.

—Pero sólo nos persiguieron diez de ellos, no todos. —Máximo mantenía su modesta posición.

—Sí, pero entre esos diez estaba el líder —replicó el alcalde—. Con el líder arrestado, el resto de la banda se entregó a las pocas horas.

—Enhorabuena, entonces. —Finalmente, el ingeniero aceptaba el mérito de su grupo en cuanto a desbaratar a los malhechores.

—Tengo una duda —irrumpió Ivo—. Todo esto sucedió ayer a la tarde… ¿cómo es posible que las masas ya estén al tanto?

—Poco después de los arrestos, emití un aviso a las aldeas cercanas para que buscaran un carruaje con las características de su galera. Dicho aviso fue repartido por los mensajeros con los caballos más rápidos de nuestro pueblo. Mi intención era que ustedes no se alejaran demasiado. ¡Vaya ironía!, estaban en la mismísima posada de Nobles Nogales. —Gerardo celebró la fortuna.

—Pero… ¿de dónde sacó las características de nuestra galera?

—De la declaración de los Fantasmas, corroborada por los agentes que ustedes cruzaron en el camino.

—Entiendo —asintió Ivo.

—En fin —pronunció Gerardo—, la cuestión que me trae aquí es la siguiente: el ayuntamiento de Nobles Nogales quisiera homenajearlos con un desfile triunfal. Lógicamente, una festividad de semejante envergadura requiere una meticulosa organización, por lo que primero necesitamos asegurarnos de que ustedes están de acuerdo.

—¡Por supuesto que lo estamos! —respondió, entrometidamente y sin consultar a sus amigos, Bruno.

El alcalde salió a hablar con las masas. Les comunicó que el desfile triunfal se haría, y les pidió que despejaran la posada para hacer la estadía de los héroes lo más placentera posible. Las personas comprendieron el pedido y se marcharon de las inmediaciones, felices porque el pueblo se prepararía para una festividad no vista en años.

Mientras las autoridades organizaban la ceremonia, el grupo fue invitado a conocer el orgullo de la aldea: la plantación de nogales. La misma contaba con unos mil árboles de la nuez, específicamente, de la variedad Juglans regia. Los ejemplares, de copa redondeada y tronco robusto, superaban con creces los veinte metros de altura. Los cultivos se encontraban en excelentes condiciones, por la buena genética sumada a exhaustivos cuidados. El comercio de nueces representaba la mayor fuente de ingresos del asentamiento.

Dicho sea de paso, tales ingresos se verían incrementados a partir de ahora, gracias a la eliminación de los abusivos tributos anteriormente pagados a los piratas. Tras la hazaña de los héroes forasteros, los productores de nueces traerían sus ganancias de oro desde Febo Fulgente sin ser extorsionados.

Ivo, Bruno, Filomena, Penélope, Máximo y Níspero paseaban por los laberínticos pasillos formados entre los cultivos. Salvo el gato, lógicamente, todos iban con una bolsa repleta de nueces de la cosecha anterior. Para su conservación fuera de temporada, las nueces se embolsaban al vacío y con cáscara.

—¿Qué es eso? —preguntó Bruno al ver a un pequeño e inquieto animal que trepaba un nogal cercano.

—Es una ardilla —respondió el sujeto que los acompañaba en el paseo—. Suelen robarse las nueces.

—¿Y eso no es malo?




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