Cero Rubias

5. Depilación gratuita

Capítulo 5

 

 

Observo cómo Carter corre. Su torso se inclina hacia adelante, quedando muy cerca de sus piernas, las cuales se reclinan haciéndolo parecer más pequeño. Lo que es irónico ya que él era muchísimo más alto que yo. Supongo que esa es su ridícula técnica para pasar por desapercibido. Una vez llega al porche de la bonita casa deja la carta sobre la alfombra que se ubica frente a la puerta. Luego, como si fuera un ninja toca el timbre, que rápidamente resuena por los adentros de la vivienda. Corre de regreso en mi dirección algo torpe y tropieza un par de veces, pero finalmente llega. Se lanza a mi lado detrás de la muralla de plantas algo jadeante.

—Eso... fue... genial —sonríe.

Sin embargo, no le presto atención por estar al pendiente de lo que está por suceder. Ambos nos arrodillamos sobre la grama y tratamos de ver a través de las hojas. Desde aquí tenemos una vista lateral al porche, no es perfecta, pero podemos conformarnos.

—¿Ahora qué? —susurra él a mi lado, igual de intrigado en la escena.

—Hay que esperar —respondo y limpio el sudor de mis manos en mis jeans.

La puerta tarda unos minutos en abrirse e iluminar el oscuro porche. El corpulento y voluptuoso cuerpo de Ryan se asoma algo desconcertado. Frunce el ceño al ver que no hay nadie y luego exclama algo inaudible a nuestra distancia.

Mira hacia abajo, cretino, mira hacia abajo, susurro por mis adentros.

Y, como si me hubiera escuchado, lo hizo. Vio la carta y se inclinó para tomarla. Cuando la tiene entre sus manos, sus gestos se fruncen aún más. Debe haber visto la inscripción con mi nombre. Alza la vista y aprecia el panorama en busca de alguien, pasea su mirada por todo el jardín incluyendo la muralla de plantas de la señora Dhamuel. Mi cuerpo se tensa al verlo fijar su mirada en nosotros, mi respiración se corta, mis ojos se abren y juro que nos estaba observando.

¡Pamplinas!

Cuando aparta la mirada para fijarla nuevamente en la carta casi me desplomo sobre el pasto. La tensión aún se siente en mis huesos. Respiro en un intento de recobrar la compostura y miro atenta a sus siguientes movimientos. Desdobla la carta y comienza a leerla. Al principio su expresión se mantiene neutra, pero de pronto una sonrisa arrogante atraviesa su cutis.

Le echo un vistazo a Carter, quien observaba a Ryan con los ojos muy abiertos. Gira su cabeza posando sus ojos miel sobre los míos y nuestras miradas se conectan por unos instantes.

Él alza una de sus oscuras cejas.

—¿Qué dice? —susurra aún más bajo que antes, refiriéndose a la carta.

Me humedezco los labios y le contesto en el mismo tono.

—Pues es una falsa nota pidiéndole que regresemos. Que no puedo vivir sin él y un montón de mentiras más —explico con los leves movimientos de mis labios—. Y me encargué de agregar una posdata: «Una muestra de mi perfume para que me recuerdes» —le cito lo que escribí.

Carter deja escapar una sonrisa traviesa.

—¿Quién lo diría, eh? Después de todo, Meg Lennon resultó ser una mente depravada.

Pongo los ojos en blanco y cuando vuelvo a posarlos en el porche, Ryan ya está inhalando el papel. Esta vez una sonrisa malvada aparece sorpresivamente en mi rostro. No me la esperaba, pero por alguna razón me causa un gran placer ver caer a Ryan sobre el piso del porche dormido.

¡Bendita sea Ruth y su armamento bromista!

—¿Pero qué rayos...? —expresa Carter ahora en voz alta.

Me coloco de pie, me sacudo los jeans, ajusto mi mochila a mi hombro y me acomodo la sudadera —ven, corre— le hago señas para que me siga, ya que estoy en medio jardín.

Ambos nos acercamos al porche con pasos rápidos para terminar justo en frente del cuerpo inerte de Ryan. Tiene un parecido fantasmal al Bello Durmiente.

Miro mi reloj de mano que descansa sobre mi muñeca y activo la alarma con el pequeño botón. Me acerco a la parte anterior de su cuerpo y lo tomo de los brazos en intento de levantarlo.

—Vamos, toma sus piernas —le indico a Carter, quien obedece sin protestar, pero que empieza a lanzar preguntas aleatorias.

—¿Qué rayos le hiciste? ¿Esto es legal? ¿Qué vamos a hacer? ¡Rayos, Lennon!, te juro que si me metes en problemas...

—¿Puedes cerrar la boca de una puñetera vez? Te estás comportando como el nene de mamá. No habrá problemas... o eso espero. Como sea, ayúdame llevarlo adentro —hago un ademán con la cabeza hacia el interior de la casa—. A partir de ahora tenemos treinta minutos para depilar a este bastardo.

—¡¿Depilar?! —los ojos de Carter se expanden al oírme.

—Ajá —alzo mis cejas retándolo.

Él se limita a sonreír con inseguridad y desconfianza.

Con el esfuerzo de ambos logramos trasladar a Ryan hasta su habitación. Al llegar enciendo las luces que iluminan el viril y masculino cuarto. Le indico que lo deje caer sobre la cama king size y, sin más, lo lanzamos sobre el colchón, lo que causó que su cuerpo rebote un par de veces y alguno que otro resorte proteste por el peso.




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