La señora Bang iba a matarlo.
Ryeowook miró su reloj e hizo una mueca. Ya era la una de la mañana; él había prometido a la señora Bang que no iba a volver a casa después de la medianoche.
Preparándose, abrió la puerta tan silenciosamente como pudo. Yerin era de sueño ligero.
Ryeowook cerró la puerta, estremeciéndose cuando crujió. Maldita sea.
“¿Sr. Kim?” dijo la señora Bang, frotándose los ojos y sentándose en el sofá.
Ryeowook miró a las gemelas, pero ellas no parecían haber despertado. Se acercó a su niñera. No le tomó mucho tiempo: el apartamento era pequeño.
La señora Bang estaba frunciendo el ceño profundamente, una mirada triste en su rostro.
“Lo siento”, dijo Ryeowook antes de que ella pudiera decir nada. “Estoy realmente, realmente arrepentido. No pasara nuevamente, lo juro. No podía volver antes. Fue una noche tranquila, y no he conseguido muchas propinas. Yo no tenía suficiente dinero para pagarle por esta semana, así que terminé quedándome hasta que lo hice”.
Los labios de la señora Bang fruncidos. Ella suspiró. “Sr. Kim -Ryeowook. Entiendo su situación -es la única razón por la que sigo aquí –pero debes entender la mía, también. Tengo una familia, también, pero me paso hasta quince horas al día aquí, cuidando de dos enérgicas niñas de cuatro años. No me paga lo suficiente para eso.”
“Voy a encontrar otro trabajo”, dijo Ryeowook rápidamente, tratando de sofocar el pánico creciente en su pecho. “Voy a encontrar un mejor trabajo y le pagaré más”. Ella suspiró de nuevo, sacudiendo la cabeza. “Eso es lo que dijo el mes pasado, Ryeowook.” Miró a las niñas. “Admiro su dedicación, pero no puede seguir así. Solo tiene veinte años. Se merece algo mejor. Ellas se merecen algo mejor, también. ¿Por qué no les encuentra una buena familia?”
“No,” dijo, su voz dura. “Ellas ya tienen una familia. Me tienen mí“.
“Apenas le ven. Preguntan por usted todo el tiempo. Ellas le extrañan”.
Ryeowook miró hacia ellas. Yerin y Bee dormían enroscadas una hacia la otra, sus mejillas regordetas casi se tocaban.
Se le formó un nudo en la garganta. “Las extraño, también.” Él miró a la señora Bang. “Por favor. Encontraré una solución. Realmente no volverá a suceder.” Pescando su billetera del bolsillo trasero, le dio a ella todo el dinero que tenía. “Aquí, tome esto.”
Ella negó con la cabeza, pero aceptó el dinero. “Piense en lo que le dije, Ryeowook,” dijo antes de tomar su bolso y salir.
Ryeowook cerró la puerta y volvió a la cama.
Se arrodilló junto a la cama, apoyó la barbilla en el colchón, y se quedó viendo a las gemelas.
La luz tenue hizo que su pelo rubio platinado pareciera casi dorado.
Parecían pequeños angelitos.
Ryeowook cerró sus ojos. Dios, estaba tan cansado, pero dormir era la última cosa en su mente. No necesitó abrir la heladera para saber que se quedaron sin comestibles: sabía cuánto tiempo les llevó agotarse. Ellos no tendrían nada qué comer el día después de mañana.
La desesperación arañó su garganta. Luego vino el resentimiento y la ira.
Ryeowook se los quitó de encima. Estar enojado con sus padres por tener numerosas deudas, morir y dejarlos sin un centavo era inútil. Él no podía permitirse el lujo de perder el tiempo. Necesitaba dinero. Ahora.
¿Pero cómo? Él ya tenía dos empleos.
“Ryeowook?”
Ryeowook abrió los ojos. Una de las niñas ya no dormía. Una oleada de pánico lo recorrió cuando se dio cuenta de que ya no podía distinguirlas. ¿Era Yerin o Bee?
“¿Bebé?” Graznó a través del nudo en su garganta.
La niña se sentó lentamente, con cuidado de no despertar a su hermana, y Ryeowook exhaló. Era Yerin: ella era más madura y considerada que Bee, quien era frecuentemente una pelota de energía sin dirección.
Yerin se acercó a él, y Ryeowook la levantó en sus brazos. “Hey, princesa”, susurró, besándola en la sien y respirando su dulce aroma.
“Estás en casa”, dijo Yerin, envolviendo sus pequeñas manos alrededor de su cuello. “Te extrañé.”
“Yo también”, Ryeowook murmuró, acariciando su espalda. Lo siento.
“¿Te divertiste mientras yo estaba fuera?”
Yerin asintió. “Jugamos mucho, pero el Halcón (1) no nos dejó salir fuera”
“No llames a la señora Bang así.” A pesar de que tuvo que reprimir una sonrisa. “¿Algo más?”
“Un hombre grande vino después del desayuno. Él tenía una carta para ti, pero el Halcón no nos dejó que la tocáramos.”
“Una carta, ¿eh?” Ryeowook se puso de pie, sosteniendo a Yerin junto a su pecho, y caminó hacia su escritorio. “Vamos a ver.”
Agarró el sobre y volvió a la lámpara en la mesa de luz. Él entrecerró los ojos ante él y su estómago cayó cuando vio de quién era.
“¿Qué es?” preguntó Yerin.
Ryeowook abrió el sobre, sacó el pedazo de papel en el interior y comenzó a leer.