Charles Lions: sinfonía de amor

Capítulo 2: Adiós a mi amada guitarra

Mis padres me inscribieron en clases de guitarra cuando era muy joven, lo que provocó que mis manos se llenaran de ampollas rápidamente.

Aprendí a tocar la guitarra a un ritmo sorprendentemente rápido. Parecía que tenía un talento natural. Mis padres decidieron inscribirme en una escuela de música profesional. No quiero presumir, pero casi podía enseñarle al profesor. Me encantaba cuando mis dedos se inflamaban por tocar tanto.

Cuando haces lo que te gusta, aprendes rápido y no te importa lo que debas pasar para lograr tus metas. No tengo dudas de eso.

Mi vida ha sido una lucha constante por conseguir lo que amo, aunque a veces he tenido que renunciar a cosas importantes para poder crecer. Aunque el crecimiento puede ser doloroso, especialmente durante el día más triste y devastador de mi vida.

Recuerdo claramente cuándo llegó ese día. Era el quinto cumpleaños de mi pequeña hermana Wendy, la princesa de la familia Lions. Pero si algo tenía de princesa, también lo tenía de loca. Siempre pensé que le faltaban algunos tornillos. Era introvertida e inmadura, pero siempre fue preciosa.

Tenía unos ojos enormes y hermosos, y su cabello siempre estaba perfectamente peinado. A pesar de ser solo una niña, mi madre la vestía con bonitos vestidos. Aunque las niñas de su edad preferían pantalones cortos, mi madre siempre la vestía de la manera más femenina posible, con grandes moños en su cabello.

Abraham y yo bromeábamos sobre esos moños, que eran más grandes que su cabeza, pero a ella le encantaban.

La fiesta era muy infantil. Mi hermano y yo nos aburrimos rápido, ya que éramos considerados casi adolescentes. Teníamos 11 años y queríamos hacer cosas más "adultas", así que nos fuimos a la sala a jugar videojuegos, mientras los niños saltaban en los brincolines y comían pastel de fresa y plátano, el favorito de mi hermana.

Después de un rato, mi madre nos llamó para abrir los regalos. A mí me encantaba estar con mi guitarra, así que bajé con ella para abrir los regalos. Pero cuando los niños intentaron agarrar mi guitarra, corrí a mi habitación y la dejé sobre mi cama. Cuando regresé, vi a mi hermano molestando a Wendy. Era divertido verlos gritar y correr por toda la casa, planeando cómo atacarse mutuamente. Ellos eran así, vivían en su propio mundo, mientras yo solo trataba de no decepcionar a la familia.

Jamás me convertiré en un médico o científico como el resto de ellos. Ni loco, eso no es para mí. Pero siempre he amado que, aunque no sea lo que quiero, mi familia siempre me ha apoyado. A ellos no les importa si soy un extraterrestre o si quiero ser un dinosaurio. Siempre me han apoyado y me apoyarán de por vida. No tengo ninguna duda al respecto.

Soy un poco exagerado, pero la única emoción que esperaba en esa aburrida fiesta era ver cómo Abraham se vengaba de Wendy por el regalo que le hizo en su cumpleaños. Aunque yo le ayudé, mi hermano no lo sabe. Creo que incluso si lo supiera, no habría cambiado nada en su regalo, ya que le encantaba molestar a mi hermanita. Siempre he sentido que entre ellos hay una conexión muy extraña.

Los regalos comenzaron a abrirse: muñecas, casas de muñecas y muchos más llenaban una mesa enorme, e incluso algunos regalos estaban en el suelo. Era todo lo que una consentida y mimada niñita podría desear.

Finalmente, llegó el momento de que ella abriera el regalo de Abraham. Saqué mi cámara para documentar el momento en que mi hermana recibiría una gran sorpresa.

—Este es para ti, pequeña —dijo Abraham, aunque mi hermanita dudaba en abrir el regalo, mirándolo con desconfianza.

Ella sabía muy bien que Abraham estaba tramando algo. Ambos sabemos cuando el otro planea algo.

Era una caja grande, como aquellas en las que se guardan las mascotas, pero estaba envuelta en papel de regalo rosa pastel y azul pastel, los colores favoritos de Wendy.

Wendy comenzó a abrirlo lentamente, sin dejar de mirar a Abraham a los ojos. Mi hermano es muy bueno fingiendo estar tranquilo, ya que no mostraba ninguna expresión en su rostro.

Wen se relajó al darse cuenta de que había dos cajas. En una de ellas había un hermoso collar de un duende azul con cabello amarillo y un gorrito blanco.

Tenía que ver con una caricatura, no recuerdo bien el nombre; creo que son los pitufos o algo así. Así que ella se confió y, en cuanto abrió el siguiente regalo, la caja voló por el aire y de ella salió una víbora, un pitón amarillo, que medía casi un metro de largo.

Wendy estaba tan asustada que salió corriendo a golpear a Abraham, quien salió corriendo por toda la casa, mientras mi hermana gritaba detrás de él como una demente.

Todos los invitados reímos sin parar. Sabía que a Abraham se le ocurriría algo épico, aunque ya quería ver la venganza de esa pequeña monstruita. Las cosas no se quedarían así, de eso estaba más que seguro.

Ellos desaparecieron, pero aún así se escuchaban los gritos de Wen. "Te voy a matar, Abraham", gritaba a gran voz.

—¡Creo que gritan en tu cuarto! —me dijo Mons, y salí corriendo, ella venía detrás de mí.

Y lo que vi me hizo querer matarlos a los dos.

Ellos miraban con atención mi guitarra quebrada en el suelo. Parecía como si estuvieran hipnotizados mirando hacia el suelo, mientras algo en mí se encendía como una mecha que pronto llevaría a una gran explosión, y no quería detenerla. Quería a todos calcinados.

Maldije en voz alta y deseaba enterrarlos vivos a ambos. Mi pequeño bebé estaba en el suelo sin signos de vida. Aunque le dieran reanimación, mi pequeña guitarra no volvería a la vida nunca.

"Traigan a los paramédicos guitarristas, esto es una emergencia", pensé mientras miraba a mis hermanos con tanto odio.

—¡Fue... fue! —tartamudeaba mi pequeña hermana, como si me tuviera miedo. Jamás creí que lograr ese efecto en alguien se llegaría a sentir también.

—¡Fue ella! —dijo Abraham, apuntando a Wendy.

—¡Mentiroso! —replicó ella, dándole un golpe en el estómago. Aunque la escena fue divertida, ya nada me parecía gracioso.




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