Charles Lions: sinfonía de amor

Capítulo 3: Me convertiré en estrella de rock

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Mi historia comienza cuando tenía 20 años, unos días antes de cumplir 21.

Nos encontrábamos en un café bar donde siempre nos reuníamos mis amigos y yo. Creo que el crecimiento me estaba sentando bien, pero todavía era muy inmaduro en algunas cuestiones.

—¿Y si formamos un grupo musical? —preguntó uno de mis mejores amigos.

—¡Sí, mujeres, bebidas y rock! —dijo otro con una radiante sonrisa.

—Háganlo ustedes, Charles no lo hará —comentó Britzi, mi novia.

No entendía por qué ella tomaba esa decisión por mí. Siempre había deseado formar parte de un grupo musical y ella no debería afirmar que no puedo; no es mi madre.

—¿Acaso eres su mamá? —inquirió Gustavo, lo cual no me gustó.

Ella, de cualquier manera, es mi novia.

—Sí, no sé por qué la trajiste —pronunció Dan.

—Ya basta, chicos, ¡no le hablen así a mi novia! —era evidente que a ellos no les agradaba, nunca les ha agradado. He intentado que se lleven bien, pero parece que todos mis esfuerzos son insuficientes.

—¡Ya vamonos! —ella se puso de pie indignada y tomó mi mano.

Lo dudé por un momento, pero enfadar a un puma no es una opción. Llevé a mi novia a su casa y luego fui a la mía.

Abraham estaba muy nervioso mientras sostenía unos papeles en su mano. Lo miré fijamente y él sintió mi mirada.

—¿Sabías que cuando estás nervioso caminas de un lado a otro? —comenté, y él sonrió al verme.

—Charles, ¡no sé qué hacer! —expresó mientras se recostaba en el sofá de esa vieja sala en la casona Lions.

—A ver, cuéntame tus problemas —dije, tomando asiento frente a él y acomodando las gafas de lectura de mi padre en mis ojos.

—¡Me ofrecieron una beca para estudiar en Europa! —comentó él.

No puedo aceptarla, ¿qué haré sin mi hermano cerca?

—¿La tomarás? —pregunté.

Esperaba que su respuesta fuera "no, no la tomaré", pero él realmente estaba pensando en ello.

—¡No, no quiero irme! —manifestó él, agachando la cabeza y cerrando los ojos.

—Están jugando a la terapia, ¿ahora es mi turno? —preguntó mi hermana, quien ya era una hermosa señorita de 15 años.

De un salto, cayó en el pecho de Abraham, quien todavía estaba recostado en el sofá, dejándolo totalmente sin aliento.

—Bájate, gorda —exigió, empujándola al suelo.

—¿A quién llamas gorda, tonto? —dijo ella, sacando chispas mientras estaba sentada en la acolchada alfombra rosa, según el capricho de mi hermana.

—¿Acaso ves a otra gorda? —expresó Abraham sin parar de reír.

Cuando Wendy se iba a lanzar encima para golpearlo, me puse en medio.

—¿Pueden hacer el amor y no la guerra? —pregunté, y ambos se miraron; como niños, se cruzaron de brazos y se sacaron la lengua, volteando hacia lados opuestos de la sala.

—¿Qué he hecho para merecer unos hermanos como ustedes? —mencioné frustrado.

Wendy se sentó en la silla donde yo estaba y Abraham se recostó en el sofá.

—¡Cuéntanos tus traumas! —manifestó Wendy mientras se acomodaba las gafas de papá.

—Mi novia no quiere que sea una superestrella —eso, sin duda, era la verdad.

—¡Déjala! —manifestó Wendy. —Si a ella no le gusta como eres, ¡déjala! —parecía que sabía lo que decía, aunque luego me di cuenta de que no tenía ni idea.

—¡La amo! —dije.

—Apoyo lo que dijo Wendy. Si ella no es capaz de apoyarte, quizá no sea la indicada —comentó Abraham. —Wendy tiene razón, déjala.

—¿Tengo razón? —preguntó Wendy con una sonrisa. Abraham solo la miró con ojos de loco.

—No lo sé, chicos. ¿Y si lo es? —mencioné, sentándome en el sofá, y Abraham se sentó a mi lado.

—¿Para ti qué es el amor? —me preguntó mi hermano.

—An... —iba a contestar, pero Wendy me quitó las palabras de la boca.

—Un chico que te compre regalos muy costosos, te lleve a cenar a los mejores restaurantes y te dé unos besotes, muy ricos... —los dos nos quedamos mirándola con cara de disgusto.

—¡Ni siquiera has besado a nadie! —dije.

—Ja... sí, pero me aseguraré de que mi amado sea un buen besador. Si su beso no me gusta, ¡lo dejaré! —¿Acaso mi hermana es normal?

—Creo que la caída te afectó el cerebro. Déjame revisarte, quizá tengas una conmoción cerebral —manifestó Abraham, y ella, muy obediente, se acercó a él.

Él le revisó la cabeza.

—Bueno, no tienes un golpe grave, pero sí tienes piojos —expresó él, y Wendy salió corriendo para verse en el enorme espejo empotrado en la pared.

—Eres un tonto, Abraham —se molestó.

—Duende, si ya sabes que me gusta molestarte por lo que haces —respondió. —Ustedes no saben nada del amor.

—¿Y tú sí? —preguntó Wendy a Abraham.

—Bueno, no sé mucho porque...

—¡Porque cambias de novia como de calzones! —dije, y él sonrió de lado y luego miró a Wendy, quien no aguantó las carcajadas.

—¡Eres un mujeriego! —dijo ella.

—¿Quién es un mujeriego? —preguntó mi madre, entrando a la sala.

—Mamá, estábamos hablando sobre el amor. ¿Sabes qué es el amor? —preguntó Wendy.

Abraham se puso de pie y le cedió el lugar a mi madre. Luego, acercó una silla y nos sentamos los tres frente a ella, esperando la respuesta a mi pregunta.

—Bueno, el amor es algo que va más allá de lo que uno se imagina.

—¿Mamá, no entiendo? —dijo Wendy.

—Bueno, amar es entregarse por completo a esa persona, sin importar qué. Es cuando te despiertas y lo primero en lo que piensas es en esa persona. Es cómo te hace sentir; a pesar de las luchas y las pruebas, siempre vuelve a ti.

—¿Es como dar la vida por alguien? —preguntó Abraham.

—Sí, mi niño, es como dar la vida por alguien. El amor no tiene principio ni fin; es como este anillo —se quitó el anillo de compromiso y nos lo mostró.

—Lujoso, ¿lo ven? Les dije que el amor es que te regalen cosas caras —pronunció Wendy.

—¡Cállate y escucha a mamá! —dijo mi hermano, y ella guardó silencio.

—No, mi amor, el amor no es que te regalen cosas caras, aunque muchas parejas lo hagan. El amor es el significado de este anillo, una unión que va más allá de la razón. Aún son jóvenes, pero cuando se enamoren, lo sabrán.




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