Charles Lions: sinfonía de amor

Capítulo 4: Un sentimiento de decepción

Me dirigí en mi automóvil hasta la casa de Britzi, quien vivía cerca de mi hogar.

Nuestros padres presumiblemente eran amigos, aunque nunca los había visto juntos o en reuniones familiares. Sin embargo, Britzi afirmaba que se conocían debido a que ambos estaban en el campo de la medicina.

Una vez llegué a su casa, toqué la puerta y fui recibido por el mayordomo. Su rostro se iluminó con una amable sonrisa al verme.

—Buenas tardes. Miss Britzi se encuentra en su habitación, por favor, pase adelante.

—¡Hola! Gracias, espero no interrumpir.

El mayordomo hizo un gesto de tranquilidad con la mano.

—No se preocupe, siempre es un placer recibirle. Miss Britzi estará encantada de verlo.

Agradecí su amabilidad y pasé junto al mayordomo para subir las escaleras hacia la habitación de Britzi. A medida que subía, el nerviosismo se mezclaba con la anticipación en mi pecho.

Al principio creí que sus padres se molestarían porque un hombre se encerrara con su hija en su habitación, y no solo para hacer tareas.

Hemos compartido demasiados momentos en su habitación, algo así como anatomía.

Me pregunto por qué nosotros nunca hemos tenido un mayordomo.

Subí a su habitación y la vi bailando frente a su espejo. Sin duda, ella era muy expresiva con esos movimientos. Movía sus caderas lentamente, tanto que mi respiración se volvió agitada al verla. Me apoyé en la puerta, observándola mientras movía su cuerpo de un lado a otro. Era encantadora.

—¡Amor! —dijo ella sin dejar de moverse.

Se acercó a mí, me rodeó con sus brazos y continuó moviéndose. Su cuerpo estaba cerca del mío y no pude evitar sentirme intrigado.

—¿Qué... qué haces, amor? —le pregunté con voz ronca. Sin duda, sabía cómo provocarme.

—¿No es obvio que te bailo? —dijo, comenzando a besarme suavemente en el cuello.

Iba a hablar y ella puso su dedo en mis labios, me alejó de la puerta, la cerró y me llevó a su cama. Me quedé sentado mientras la miraba bailar. Se movía con gracia, luego comenzó a bajar el cierre de su vestido.

—¡Amor! —iba a levantarme, pero ella me dijo que no con un gesto.

Su vestido descendió lentamente, dejándolo caer al suelo.

No dejó de moverse de un lado a otro mientras desabrochaba su sujetador. Ella sonrió, disfrutando del momento.

—Bri... —Ya no creí poder resistir más.

La deseaba intensamente, deseaba estar más cerca de ella.

—Shhh —puso su dedo en mis labios.

Luego, tomó mis manos y las puso en su cintura. Comencé a acariciarla mientras ella seguía moviéndose. La tocaba y ella sonreía, mordiendo su labio.

La atmósfera en la habitación era cálida y cargada de tensión, con los susurros de nuestros cuerpos entrelazados flotando en el aire.

La cargué con cuidado y la recosté suavemente en la cama, admirando su figura delicada bajo la luz tenue de la lámpara. Al quedar encima de ella, sentí el latido acelerado de mi corazón mientras nuestros labios se unían en un beso apasionado.

—¡Me uniré al grupo de rock! —le dije con emoción, esperando que compartiera mi alegría y mis sueños que poco a poco se materializaban. Sin embargo, ella me apartó de forma brusca, rompiendo el momento mágico que habíamos creado.

La decepción se apoderó de mí, lamentando que mis palabras hubieran sido inoportunas. A pesar de todo, deseaba fervientemente que ella mostrara un poco de entusiasmo por mi felicidad y ver cómo mis anhelos se hacían realidad.

—¿Tenías que decirlo en ese momento? ¿Por qué? —ella se molestó, su voz estaba llena de frustración resonando en la habitación. Observé cómo tomaba su ropa del suelo y comenzaba a vestirse rápidamente.

El ambiente se llenó de tensión, dejando en claro que mi felicidad no era algo que ella consideraba relevante. Sentí un nudo en el estómago, preguntándome si el amor que ella decía tenerme era verdadero.

—No te molestes, ¿acaso no me amas? —le pregunté con un atisbo de tristeza en mi voz, esperando encontrar alguna respuesta que me tranquilizara.

Sus palabras me golpearon en el pecho, dejándome sin aliento por un momento. Las emociones se entrelazaban en mi interior, la confusión y la frustración amenazaban con desbordarse.

—¿Qué tiene que ver que te ame con que a ti te guste eso? ¿Por qué no puedes elegir algo diferente? Sabes que me da vergüenza decirles a mis amigos que mi novio es un aficionado a la música; lo único que te salva es tu apellido —sus palabras como cuchillos afilados se clavaron en mi alma vulnerable.

Herido y enojado, respondí, tratando de mantener mi compostura aunque mi corazón se rompiera en mil pedazos.

—¿Solo estás conmigo por mi apellido? —dije molesto.

Las lágrimas amenazaron con desbordarse, pero las contuve, mientras ella me miraba sin comprender el verdadero significado de mis palabras. Me puse rápidamente mi camisa, sintiendo el peso de la decepción en mis hombros.

Ni siquiera sabe que a mis amigos se les ocurrió llamarla "puma" en broma porque dicen que ella lleva la delantera en nuestra relación. La ironía de la situación me golpeó con fuerza.

—Será mejor que terminemos. Brit, yo no voy a dejar de hacer las cosas que me gustan, y si tú me apoyas, podemos continuar. Yo te apoyo en todo; solo quiero que mi novia me dé ánimos —expresé con sinceridad, esperando que entendiera que necesitaba su apoyo y comprensión.

La respuesta que obtuve me destrozó el corazón una vez más, mostrándome que tal vez nuestras metas y sueños eran simplemente incompatibles.

—No, pues consíguete una que se conforme con ir a conciertos pequeños, porque eso es lo único que vas a tener: conciertos pequeños—sus palabras finales resonaron en el aire, dejando un sabor amargo en mi boca y una sensación de pérdida en mi pecho.




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