Suspiré, resignado, y salí de su cuarto, tratando de contener la frustración que me invadía. Antes de que pudiera alejarme, su voz me detuvo.
—Charles —su tono transmitía tristeza y arrepentimiento.
—¿Qué? —respondí con molestia, sintiendo la impotencia crecer en mi interior.
—¿Por qué no estudias una licenciatura? —preguntó casi suplicante.
Su propuesta me tomó por sorpresa.
—¿En serio? Ya estoy estudiando una, no soy un ignorante —repliqué con ironía, sintiéndome atacado.
—Entonces ve la música como un pasatiempo —sugirió, con evidente frustración.
Nuestros ojos se encontraron. Pese al malestar, algo dentro de mí seguía aferrado a lo que sentía por ella.
—Brit... —susurré, con miedo de perderla.
—Charles, te amo. No quiero que esto termine. No me dejes —imploró con desesperación.
La ternura por ella volvió a llenar mi pecho. A pesar de todo, no estaba listo para rendirme.
—De acuerdo, intentémoslo. Si no funciona, me podrás decir que tenías razón —acepté, sin entusiasmo, pero dispuesto a luchar por lo que teníamos.
Ella suspiró, aliviada, y me besó. Ese gesto selló nuestro pacto silencioso.
—¿Continuamos? —preguntó tirando suavemente de mi brazo, invitándome de nuevo a su cuarto.
La seguí. Nuestras ropas cayeron al suelo y el deseo se mezclaba con la incertidumbre que latía en mi mente.
Al terminar, ella apoyó su cabeza en mi pecho, mostrándome una vulnerabilidad que me conmovió.
—Amor, ¿cuándo te unirás al grupo? —susurró.
Suspiré, consciente de que mis sueños seguían siendo lejanos y difíciles de alcanzar.
—Hablaré con los chicos. Haremos algunas grabaciones y después buscaremos disqueras —le expliqué, intentando inyectar un poco de optimismo—. Aunque sé que será un proceso largo.
Sus ojos reflejaban desilusión. Se incorporó, mirándome directamente, buscando consuelo en mis palabras.
—Ya veo que tienen todo planeado —dijo, con un tono de resignación.
—No del todo, pero creo que es el sueño de todos —respondí con sinceridad, intentando calmar sus inseguridades.
Aun así, su molestia persistía. Se acurrucó en mi regazo, envuelta en una sábana.
—Debes irte, mis padres no tardan en llegar —mencionó de repente, rompiendo la calma del momento.
La idea de conocer a sus padres pasó por mi mente, pero su actitud me hizo sentir como un extraño en su vida.
—Me gustaría saludarlos —dije, probando su reacción.
Ella vaciló, luego se dirigió al baño. Mientras la observaba, me preguntaba si realmente estaba experimentando el amor de la forma correcta. Me vestí en silencio y salí de su casa, envuelto en dudas.
Me reuní con los chicos. Ya estaban ajustando sus instrumentos cuando llegué.
—¡Llegaste! —exclamó Gustavo, visiblemente emocionado.
—Chicos, me uniré al grupo —anuncié, esperando una respuesta positiva.
Todos aplaudieron, el ambiente se llenó de entusiasmo.
—¿Cómo lo tomó tu novia? —preguntó Gustavo, interesado en saber la reacción de Brit.
—¿Te dio permiso o tenemos que ir a hablar con ella? —intervino Dante, bromeando.
—No fue muy bien, la verdad —respondí, intentando restarle importancia.
Marco, el líder de la banda, tomó la palabra.
—Lo que importa ahora es la banda —dijo, volviendo a enfocarnos—. Mañana tenemos nuestra primera tocada.
La noticia me emocionó, pero también me llenó de nervios.
—¿Mañana? —pregunté, incrédulo.
—Sí, mañana. No me digas que te echarás atrás —respondió Marco, retándome—. Además, estamos buscando una voz femenina. Nos vendría bien para ganar más atención. Es en un bar pequeño, pero va mucha gente de la universidad. Será perfecto.
Mis nervios eran evidentes, pero traté de mantener la calma.
—¿A qué hora? —pregunté, ocultando mi ansiedad.
—A las 7, pero tenemos que estar dos horas antes para preparar todo —informó Marco.
Asentí. Sabía que este sería el comienzo de algo importante.
—Deberíamos ir a celebrar —sugirió Dante, contagiado por la emoción.
Sabía cómo solían ser esas celebraciones, pero era un momento que merecía festejar. Acepté su propuesta y me ofrecí como conductor designado, ya que no bebía.
Esa noche, la atmósfera estaba llena de risas, música y alegría. Mientras mis amigos disfrutaban de la fiesta, me aparté para caminar un poco. Entre la multitud, vi a mi hermano acompañado de una mujer que reconocí como la enfermera de los laboratorios de mi padre. Era obvio que entre ellos había algo más que una relación pasajera.
Intrigado, me acerqué.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté en voz alta para que pudiera oírme sobre la música.
Me quedé esperando su respuesta, queriendo entender qué lo había llevado hasta ese lugar.