Sentía una leve molestia al presenciar esa discusión entre mi hermano y Wendy, pero secretamente disfrutaba verlos pelear.
—Que no estoy gorda y menos fea —respondió Wendy con voz indignada.
Sin pensarlo dos veces, tomó su rebanada de pizza y se la restregó en la cara a mi hermano. Un instante de incredulidad y sorpresa se apoderó del lugar.
—¡Aparte de fea y gorda, loca! —exclamó él en tono burlón. Sin perder tiempo, agarró una rebanada de pizza y le hizo lo mismo a Wendy.
Sorprendentemente, terminaron limpiándose mutuamente entre risas y bromas.
—Si no fueran hermanos, ustedes dos harían una linda pareja —comenté en medio de la diversión.
Fue como si el tiempo se detuviera por un instante, y ellos se quedaron quietos, procesando mis palabras.
—Ya, continúa contándonos de tu musa —me pidió Wendy, mientras se limpiaba la cara con una servilleta.
—Es hermosa, pero se fue a vivir a otro continente. Fue una de las cosas que logré averiguar en mi estadía en la universidad. Si la vuelvo a ver, le daré las gracias de una forma especial —respondí con una pizca de nostalgia en mi voz.
—¡Ojalá eso pase! —dijeron los dos al mismo tiempo, más animados.
Decidimos dejar de lado el conflicto momentáneamente y nos dedicamos a comer lo que quedaba de pizza.
Después, caminamos hasta el parque cerca de nuestra casa. Entre risas y juegos, disfrutamos de esa tarde soleada y decidimos ir al cine.
Cuando estábamos por ingresar al cine, me sorprendí al encontrarme con Brit y sus amigas.
—¡Entren ustedes! —les dije a mis hermanos, deseando tener un momento a solas con Brit.
Ellos entraron emocionados a ver la película, y yo me acerqué a ella.
—Hola, cariño —dijo Brit con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Hola! —respondí, mientras sus amigas se alejaban rápidamente.
—Me preocupé por ti. Te marqué esta mañana, pero no me respondiste —comentó, dejando en evidencia su inquietud.
—¿Descansaste anoche? —pregunté con curiosidad.
Brit sonrió comprensivamente y asintió.
—¡Sí, descansé muy bien! —afirmó.
—Ya me imagino.
—¿Entras con nosotros a ver una película? —me invitó.
Sin embargo, cambié el tema abruptamente.
—Sabes, la tocada fue en el bar Las Rocas, que está por la avenida oeste —mencioné sin dar más detalles.
Mi mente comenzó a divagar y a sospechar sobre sus salidas nocturnas. Fue entonces cuando pronunció mi nombre con un tono de sorpresa.
—¡Charles! —su rostro se tornó carmesí rápidamente, como una señal de que ocultaba algo.
Decidí interrumpir cualquier explicación que pudiera dar, ya que no quería escuchar más mentiras o excusas.
—Creo que está de más decir que terminamos —afirmé con decisión, alejándome de ella.
No deseaba tenerla cerca, sabiendo que no era alguien en quien confiar plenamente.
Brit intentó justificarse, pero sus palabras solo me confirmaron que había tomado la decisión correcta.
Me alejé de ella mientras me gritaba. Sin embargo, mi atención ya estaba puesta en mi entrada al cine, y decidí dejarla atrás.
—¿Todo bien? —me preguntó Wendy al entrar, buscando distraerme de los problemas recientes.
—¡A nosotros casi nos sacan por jugar a la guerra de palomitas! —intervino mi hermano, riendo por la divertida situación.
No pude evitar soltar una carcajada al escuchar sus travesuras.
—¡Me sorprende que los dejaran quedarse! —comenté sin poder contener la risa.
Nos acomodamos en nuestras butacas y nos sumergimos en la película, olvidando por un momento los conflictos y disfrutando de la compañía mutua.
No parábamos de reír y disfrutar de la historia en la pantalla.
Abraham era mi mejor amigo y hermano; siempre me acompañaba a todas mis tocadas musicales. Sin embargo, llegó el día en que él aceptó una beca para estudiar en Europa.
—¿De verdad te vas a ir? —le pregunté con tristeza, sintiendo cómo un nudo se formaba en mi garganta.
—Sí, me voy en una semana. Enterarme de que no soy tu hermano duele —expresó con sinceridad.
Sentía como si una parte de mí se alejara lentamente.
Esa revelación había surgido a través de un trabajo escolar, pero sabía que no le dolía tanto porque, secretamente, estaba enamorado de Wendy.
No los juzgaba; siempre creí que se veían bien juntos. Después de todo, no había lazos de sangre que los unieran.
Además, esa mañana había descubierto a Wendy saliendo de su cuarto de manera discreta, lo que reforzaba mi sospecha sobre una posible relación entre ellos.
—¿En qué piensas? —me sacó de mis pensamientos Abraham, buscando entender mi desconcierto.
Suspiré y miré fijamente a mi amigo y hermano, sintiendo la necesidad de expresar mis preocupaciones y advertencias.
—Abraham, no te acuestes con mi hermana. Tú te irás y ella solo es una niña —le pedí con seriedad y preocupación.
Él me aseguró que respetaría mi petición y que Wendy era muy importante para él.
Sentí un profundo alivio al escuchar sus palabras reconfortantes.
El día de su partida finalmente llegó, y con él se iba mi hermano, mi confidente y mi mejor amigo.
Me despedí de él mientras lo observaba salir de casa, cargando su maleta llena de ilusiones y sueños por cumplir.
—¡Que tengas un buen viaje, hermano! —susurré con voz entrecortada mientras nuestros brazos se entrelazaban en un abrazo cargado de nostalgia y tristeza.
Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, sin poder contener la oleada de emociones que invadían mi ser.
—¿Me llevas al aeropuerto? —me preguntó, notando mi fragilidad emocional mientras secaba con ternura mis lágrimas.
—Abraham... —pronuncié su nombre con un nudo en la garganta.
Despedirme de él era un doloroso proceso.
—¡Volveré en tres años! —anunció con firmeza, intentando infundirme ánimo.
—Si no vuelves, iré por ti y te traeré de las orejas —respondí entre risas, intentando suavizar el momento, aunque en mi interior la incertidumbre y el miedo de perderlo se hacían presentes.