Charlie Y Los Espejos Malditos

Capítulo 2:

Que los espejos de una simple camioneta vibren por unas simples palabras, eso no era normal y gracias a eso, Charlie estuvo ido toda la semana, y en el colegio no hacía más que pensar en ello.

—¿Charlie? —le llamó la atención su amigo— ¡Charl!, ¿estás bien?, me estás asustando —ahora mismo se encontraban en clase de historia, pero faltaba poco para el recreo.

Charlie, miró a su amigo por unos cuantos minutos, fijamente.

En serio no podía dejar de pensar en esa noche. Debía contárselo a su amigo o iba a explotar. Tenía que hacerlo, le creyera o no. Sonó la campana y ambos fueron al patio. Charlie le dijo que debía contarle algo muy importante, así que, intentó buscar la banca que estuviera más alejada de todos. Cuando lo lograron, Charlie empezó.

—José —Aunque, se tuvo que detener un poco. ¿No sonaría algo loco lo que le iba a contar a su amigo?, pues, claro que sí. Pero, si no le contaba a él entonces ¿a quién—. Sé que te sonará extraño o quizás no, quién sabe.

José se encontraba evaluando cada palabra y comportamiento de su amigo, por el simple hecho, de que Charlie no era conocido por ser un chico serio, y lo más raro es que estuvo asi toda la semana. Por ende, sería imposible para él no creerle. Sin embargo, notó que se estaba arrepintiendo de decirle, ahora se veía intranquilo, preocupado, cómo si lo hubiesen amenazado de muerte.

—Charl, sea lo que tengas que decir, sabes que puedes confiar en mí —Charlie, se sintió aliviado con sus palabras, y de a poco le fue contando todo. Al terminar, se quedó expectante, esperando la reacción de su amigo.

José, en vez de encontrarlo loco, lo encontró intrigante, pero aún sabía que se guardaba algo más.

—¿Eso es todo? —hasta la pregunta ofendia.

—Claro que si. No hay más. Que haya cubierto todos los espejos de su camioneta con una tela negra, que luego temblaron con tanta fuerza cuando me decía aquellas palabras, me tiene mal. ¿No crees que sea algo así cómo brujería?. No debí comprar los espejos, de hecho tuve que habérselos devuelto a penas empezaron a actuar así.

»—Después de haberlos comprado y que eso sucediera, me dio miedo e intenté botarlos, romperlos, hice de todo. Solo quería deshacerme de ellos. Sin embargo, volvían a instalarse en mi habitación como si nada, y ahora cargo conmigo un miedo sin igual, un miedo diferente a todos los otros, este miedo al parecer no es del todo terrenal. Más encima el cumpleaños de mi hermana y de mi mamá se acerca y esos iban a ser sus regalos. Debería estar emocionado, pero no cabe espacio para eso —todo esto era tan, uno en un millón. No sabía por qué le tocó a él. Cuando al fin había sido capaz de gastar dinero en alguien más. Estaba jodido. Nunca más le compraría nada a nadie, eso estaba seguro.

—Mmm, Charlie... mira, intento creerte, lo juro por Dios, pero se me es difícil.

—Lo sabía. Sabía que no me creerías. No debí contarte nada —dijo enojado y decepcionado.

Se sentía solo en esto. Sin embargo, su amigo no tenía la culpa. Por otro lado José no pensaba dejarlo solo, aunque todo eso sonara como una locura.

—Oye, dijiste que los espejos tenían sus nombres ¿cierto? ¿cuáles compraste? —Charlie lo miró más afligido que antes. Presentía que no sería bonita su respuesta.

—Compré “El espejo de las mariposas” y “El espejo que te une con los que más quieres” —al escuchar aquellos nombres, no se asustó tanto. Quizás no eran “malditos" o algo así. Quizás eran mágicos, pero de la magia buena. Sus nombres parecían inofensivos y pensó que el nombre del último era, innecesariamente, largo.

—No lo encuentro "tan" malo —le respondió, intentando mostrarse tranquilo para que se le fuera un poco el miedo—. Al menos tienen nombres inocentes, ¿neutros... ?

—No. Para. ¿Recuerdas que te dije que me regalaron uno más?. Bueno, acepté la oferta y elegí “El espejo de los condenados” —se agarro el pelo con tanta fuerza que parecía que se los iba a arrancar. Vaya, esto si que lo había afectado y más porque Charlie no creía en nada sobrenatural, hasta ahora.

José, no sabía que pensar, se había quedado sin palabras. Ahora entendía porque Charlie tenía tanto miedo y había estado tan ido. Él creía, febrilmente, que los espejos tenían alguna especie de poder y pensaba que el suyo, que tenía un nombre negativo, sería el peor. Pero eso solo sería posible si en serio el espejo provocara algo malo. Sin embargo, por ahora, el espejo era inofensivo. De todos modos, ¿por qué elegiría un espejo con semejante nombre? Está bien, debía admitir que alguna vez fueran "emos", pero ahora no.

—Charl, ¿en qué, momento se te ocurrió la excelente idea de elegir justo uno con semejante nombre? —Charlie no sabia que responderle. Él solo lo eligió por impulso.

Su amigo tenía sentimientos encontrados, a pesar de todo, le preguntó si podía ir a su casa y verlos. Charlie aceptó.

Al llegar a su casa, se fueron directo a su habitación. José pudo comprobar que sí, su amigo tenía tres grandes espejos en su habitación que eran muy bonitos y de colores muy vibrantes, excepto el de Charlie, que era gris. Los miró uno por uno, intentado ver todos sus detalles. Sé dió cuenta de algo, algo que según tenían, pero ahora no se veía nada. Pensó que Charlie le estaba jugando una broma de mal gusto.

—Charlie, los espejos no tienen nombre.

¿Qué? ¿qué había dicho?. Era imposible, él los veía claramente. Debía de estar viendo mal. Quizás a José se le olvidó decirle que tenía problemas de la vista o algo así. Así que, le reclamó;

—En serio, te lo digo ahora, no hagas este tipo de bromas, no es gracioso, ¿acaso no ves la maldita cara de miedo que traigo ahora? ¿¡y vienes y me dices que no puedes ver los nombres!? ¿tienes problemas de visión o algo? Porque si los tienes, es un buen momento para que me lo digas —sentenció, Charlie.

Le hubiese encantado, solo por hoy, tener problemas de visión. Lamentablemente, ese no era el caso. Los espejos, definitivamente, no tenían nombres.




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