Charlie Y Los Espejos Malditos

Capítulo 4:

Cuando Charlie pasó al otro lado, se dio cuenta que la tienda de la Señora Lucía era una hormiga en comparación del lugar en el que se encontraba ahora. Era de otro mundo. Estaba rodeado de millones o billones de espejos de todo tipo, formas y tamaños, era como el espacio, pero los espejos serían el reemplazo de las estrellas. Era increíble, Charlie no podía creer lo que veían sus ojos.

Los espejos brillaban más que las mismísimas estrellas. Sin embargo, en cada espejo se veía reflejada una persona o varias, era como si fueran ¿camaras de seguridad?. En uno de los tantos espejos rectangulares que estaba puesto de manera vertical,  se veía una señora de la tercera edad en un baño. Charlie podía ver como se desnudaba para bañarse, automáticamente, miró hacia otro lado o hacia otro espejo. En otro espejo que tenía forma de corazón, se podía observar a una chica pintándose los labios mientras les recomendaba a sus amigas lo maravilloso que era el tema de “Starfall” de Salem. Luego vio otro espejo que parecía estar roto, en pedazos, en el que solo se podía ver a un chico totalmente distorsionado, quejándose de que ya habían roto su nuevo espejo y que ahora tendría mala suerte por diez años, después su mano tapó por completo la visión de él junto y su alrededor, escuchándose como lo lanzó en un bote de basura, cerrando la tapa del basurero y ambos espejos se eliminaron, el del chico y el del cielo.

Charlie sentía que podría estar observando todo el tiempo a las personas, hasta que una voz lo devolvió a la realidad.

—¡Por fin, un espejo menos del cual preocuparme! —exclamó aquel chico que antes Charlie había visto en su espejo, pero ahora no estaba vestido como él, tampoco como su amigo. Él estaba vestido con un pantalón megro y camisa a juego, junto con unos zapatos negros. Parecía que iba a salir a alguna reunión. El chico parecía anticuado, pero bastante atractivo. Era delgado, de tez morena, pelo rizado color castaño claro y ojos verdes. Sin embargo, había algo que no encajaba y era su expresión. Se veía entre feliz y triste, una combinación extraña.

—Hola —le saludó formalmente, Charlie— disculpa por no saludarte antes es que yo... jamás habia estado en un lugar así.

—¿En el vacío?, me alegro que nunca hayas estado en un lugar así —le contestó aquel chico con un tono un tanto tajante y melancólico—. Me llamo Jack.

—Yo soy Charlie, Charlie Pendragon Grim. Es un gusto conocerte.

—Lo mismo digo, Charlie. Hace tiempo que no veía a una persona por aquí... —y de repente Jack no sabía que más decir a parte de eso y se dió cuenta que ambos estaban mirando el piso. Por otro lado, Charlie presentía que él debía empezar a preguntar o decir algo, ¿pero…qué? ¿y si de repente le preguntaba algo a Jack y él se enojaba?
No obstante, iniciar una conversación no era lo suyo. Sin embargo, Jack tomó coraje y comenzó la conversación.

—Supongo, Charlie... que tienes muchas preguntas ¿no? —y sí, era cierto, aunque había una pregunta que más lo incomodaba y era el hecho de preguntarle si él todo este tiempo lo vio, pues, desnudo— creo que sé lo que se te viene a la mente y sí, lamentable, más de alguna vez tuve que transformarme en ti y repetir tus mismas acciones…lo siento, no es para nada mi intención hacer eso. Estoy…obligado.

Vaya, pareciera que todas las personas raras que estoy conociendo últimamente, saben lo que pienso, pensó Charlie algo incómodo. Empero, intentó dejar de pensar en ello y le preguntó de manera automática;

—¿Obligado a repetir todo lo que hago?

—Sí, pero no todo lo que solo tú haces. Como puedes ver, en este gran oscuro vacío al que solo lo acompañan espejos, debo repetir al menos las acciones de cinco personas por lo más mínimas que sean, durante cinco minutos sin falta, ni más ni menos.

—¿En serio? ¿todos los días? ¿a caso, no te aburres? ¿por qué no haces algo más?

—Ya quisiera... —le respondió Jack, triste. Dejando de mirar a Charlie y volviendo a mirar el piso, aunque añadió;

—No puedo salir de aquí y tampoco hacer algo más, o sea, ¿que más puedes hacer en este lugar a parte de ver espejos? —dijo sentándose en el inexistente piso porque era sólido, pero a la vez se sentía suave o algo así. Charlie se sentó para seguirle la corriente—. Así como tú, hace mucho tiempo, compré un espejo maldito —¿maldito? ¿dijo maldito?—. Y ahora no puedo salir. Si estás más de tres horas dentro del espejo te quedarás dentro para siempre, pero los espejos siempre te confunden. De día, el espejo es agradable y en la noche, es todo lo contrario.

Esa era nueva información que Charlie no se lo esperaba. No podía creer que Jack llevaba tiempo encerrado en este lugar, pero el lugar era tan... Charlie no sabía cómo ponerlo en palabras. Escuchaba a Jack y a la vez no. Simplemente, no creía lo que estaba experimentado.

—Sé ve genial, ¿no? —le preguntó a Charlie, cuando vio que le brillaban los ojos de lo maravillado que estaba a pesar de todo—. Se ve genial solo porqué es algo nuevo, porque es algo que no habías visto antes —Charlie no se había percatado de que había dejado de mirar a Jack por mirar su alrededor, aunque sí lo estaba escuchando. De todas maneras, sintió que le estaba faltando el respeto por distraerse mientras él hablaba. No sabía por qué, pero parecía que Jack, con cada palabra que decía, se veía más viejo, aunque al inicio parecía tener su edad.

—¿Jack, cuantos años llevas aquí? —le preguntó Charlie, curioso. Jack pudo ver las vivas llamas de la curiosidad que hace mucho él había perdido.

—Doscientos años.

Charlie quedó boquiabierto. No se lo podía creer ¿doscientos años, aquí? ¿encerrado? ¿viendo a miles de personas todo el tiempo?. Eso era una locura, pero de las malas. Jack prosiguió;

—A los dieciséis salí a caminar con unos amigos y vimos una tienda muy bonita que adentro tenía muchos espejos. Solo fuí yo porqué a mis amigos no les llamó la atención la tienda. Al entrar me atendió una señora. Le conté que llegué ahí de casualidad y que quería comprar un espejo. Después de ver varios, caí rendido por uno y lo compré. Ahora no te imaginas cuánto me arrepiento...




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