Jade
Desde la penumbra del pasillo número cinco podía escuchar al mundo entero muy alejado de mí, a pesar de que estuviera justo bajo mis pies. La oscuridad, el desorden, la temperatura baja de la noche. Mis piernas temblaban alrededor de su espalda y sus labios humectados recorrían mi cuello hasta llegar a mis clavículas. Sus manos sujetadas a mis muslos recargándome en la perdida pared rocosa que hacían que mi espalda ardiera y probablemente enrojeciera.
La combinación más adictiva la tenía él. Algo que además de adictivo era demasiado conveniente para una chica como yo.
A este hombre ni siquiera lo conocía realmente. No sabía cuál era su color favorito, si sus padres estaban divorciados, o si prefería a los perros o a los gatos. No sabía nada más que lo único importante: Que tenía poder.
Uno tan grande que me podía hacer llegar a lugares inimaginables con solo mantener una cara bonita.
—Ya quiero conocer al preciado regalo que nos trajiste. Espero que no nos decepciones y te de un ataque de arrepentimiento al último minuto. Las niñas de tu edad siempre son las más indecisas cuando miran a los ojos.
Era más que atractivo. Alto, ojos azules fulminantes, cabello ligeramente ondulado y una piel tan fina y perfecta como de porcelana. Lo único jodidamente martirizante era que jamás se callaba. Siempre tenía algo para decir o reclamar. Las pocas veces que nos encontrábamos en los pasillos de la unión me tomaba por sorpresa con nuevas preguntas respecto a cosas que se supone nadie sabía, él ganaba y me hacía dudar por qué yo no era lo suficientemente rápida, pero ahora lo soy, ahora sé que no tengo empatía y que no la tendré por una simple víctima más.
—He mirado a mi ofrenda por casi todo un año y te puedo asegurar que es solo una escoria más en este mundo. No vale ni un arrepentimiento mío, ni tampoco el de alguien más. Reemplazable, esa es la palabra.
—¿Qué hizo para que le odies tanto?
—¿Entonces tengo que sentir algo?
Se rio entre dientes, entornando esos ojos que a mi parecer, cada vez se volvían más oscuros, como si de la profundidad del mar se tratara. Me tomo del cuello con una de sus manos y lo apretó con tanta fuerza que sentía que me asfixiaría. Entro dentro de mí con una agresividad y rabia inexplicables y que descomponían cada parte de mi interior hasta hacer que mi corazón se acelerara por su cuerpo golpeándome, por su tacto tan frío y desabrido. Pero me gustaba, no había razón para que no lo hiciera.
France
Tal vez ahora me esté volviendo demasiado inocente. Hasta yo misma acepto que he bajado mis estándares respecto a mis aventuras porque era más lista y astuta a los 16 en Paris, usurpando y demás con mi cara en todos los noticieros del país, que ahora con otra identidad completamente libre limitándome a asistir a una fiesta para vender drogas y vigilar a un chico.
Conduje por más de dos horas por una carretera que parecía no tener fin, y entre más me adentraba a la ubicación que Jade me había dado, más tenebroso y sombrío se volvía todo. Miles de pinos se asomaban por donde quiera que mirase y no había nada a través de ellos que mis ojos con astigmatismo pudieran divisar. El cielo estaba totalmente gris por la época del año en la que estábamos, y la llovizna humedecía tanto la carretera que hasta desconfiaba de mis frenos. Esto definitivamente empezaba a sentirse como octubre.
Google Maps me dirigió a una bella cabaña en medio de más pinos y todavía más oscuridad. La fachada era inmensa, similar a la de la mansión de los locos Adams. Por delante había un enorme portón negro que estaba abierto de par en par, y un camino iluminado que conducía hasta donde estaba la casa la cual tenía amplios ventanales en la parte superior y unas hermosas enredaderas de rosas blancas. Aun sin entrar mire que toda la planta baja estaba iluminada por cadenas de muchos colores, en la entrada una alfombra roja se asomaba y toda la gente brillaba con lentejuelas en sus ropas, brillos en sus rostros, mujeres con escote y faldas cortas bailando hasta tocar el piso, grupos grandes riendo a carcajadas y parejas irradiando o de amor o de celos.
Estaba donde debía estar.
—Viniste…
Mi corazón dejó de latir. De nuevo esa sensación provocada por Lorenzo, quien paso de entre toda esa gente ebria con esa aura de niño rico y sobre valuado hasta llegar a mí. Toco mi brazo en ese maravilloso gesto de confianza sin saber que me desequilibraba el mundo. Por qué a pesar de todo era una mujer, una que se desvanecía con el más mínimo respirar del chico que le gusta.
—No podía perdérmelo.
Lorenzo metió sus manos en los bolsillos de su pantalón y se quedó mirándome en silencio pero todavía con esa media sonrisa. Me fue eterno el momento porque no sabía si desviar la mirada, decir algo y conversar, besarlo, comérmelo vivo, hacerlo papá o…
—Bueno sé que esto va a ser raro, pero Jade me pidió que te diera esto. — Del bolsillo saco algo y lo extendió hacia mí. Trague en seco al ver que se trataba de un broche con mi nombre grabado y debajo en letras mayúsculas y rojas la frase “drug addict trash” —Comprendería perfectamente si no lo quieres usar. O bueno, en realidad da igual… es solo algo para que sepan que contigo pueden comprar la droga, espero que no lo tomes personal.
No podía con la risa, no podía con la incomodidad de él y con lo analítico de mi actitud. Lorenzo realmente creía que esto me afectaba, que me sentiría despersonalizada solo porque alguien me haya llamado “basura” y además drogadicta. Sé que no lo soy. Pero no sería algo malo fingir serlo por una noche.
Trague en seco a pesar de tener un mar en la garganta, y parpadee múltiples veces antes de tomar el broche. Al final lo hice, y lo coloqué en mi blusa de ghost ryder. Fingí esa expresión desoladora que tan bien me sale y le pase por un lado como si muy ofendida me sintiera. Como si no quisiera quedarme ahí observando un ratito más esa bonita cara de lástima.
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Editado: 19.11.2024