Ninguna de las tres supo lo que realmente se sufrió aquella noche de noviembre. Reaf nunca significo nada importante por qué solo era una fiesta entre miles que se celebraban al año con esa misma farsa de ser “la mejor”. Reaf no era ni tan divertida, ni tan alocada, ni tan nada. Pero la muerte lo cambia todo, hasta del más mínimo ser, hasta del más pequeñísimo insecto o del grano de arena más insignificante. La muerte trae caos y pena, y más cuando se trata de la de quince jóvenes menores de edad.
Cosas así no se veían todo el tiempo y menos en un pueblo tan tranquilo y conservador como Greens.
Puede sonar como algo poco probable, pero este era uno de los pocos lugares en Pensilvania en donde las cosas malas sucedían cada mil siglos. Había muy pocos delincuentes rondando por las calles, y la comisaria del lugar siempre estaba desierta por qué literalmente no había delitos que reportar. La mayoría de las personas eran buenas no solo por apariencia sino por experiencia. Aprendieron a vivir de esa forma para no complicarse la vida. Y ahora la nueva generación había arruinado todo lo que la vieja había construido.
La gente estaba conmocionada con la noticia y seguían sin obtener una respuesta clara de lo que verdaderamente había sucedido. Por ahora había varias teorías, pero ninguna lo suficientemente convincente como para dejar al pueblo tranquilo. Algunos pensaban que un grupo de terroristas había usurpado la fiesta solo para infundir miedo entre aquella sociedad que tan recatada era y que bastantes problemas con el gobierno tenía, otros decían que había sido un secuestro fallido de alguien que se encontraba ahí y que los jóvenes al poner resistencia fueron masacrados. Hasta entonces no había pruebas contundentes que confirmara alguna de ellas, ya que había testigos porque muchos de los jóvenes no se atrevían a hablar y otros estaban demasiado heridos como para hacerlo.
Pero la verdad era que podía ser literalmente cualquiera, en Greens la mayoría de las familias tenían un alto rango de poder en las grandes ciudades, quizás fue venganza, o quizás fue dolo…
En casa de Melina Dufman yacían unos gritos incesantes que llenaban toda la cuadra por la intensidad y el desgarro emocional que significaban. La madre ni siquiera podía ver el cuerpo sin caer desmayada por qué la bala había impactado justo en el ojo izquierdo de Melina dejándola sin la mitad de su cráneo. Las tendencias suicidas en la señora Dufman nunca habían sido tan grande como lo eran ahora.
A tres casas de esa otra familia velaba a sus dos hijos. Billy y Tom, adolescentes de apenas 18 años que tenían un futuro prometedor en Harvard como integrantes del club “Revolucionando la ciencia” y que ahora habían dejado esas dos vacantes libres. Ninguno en esa casa lloro, no tenían fuerzas ni para eso.
Hanna, una chica que vivía al sur de Greens en una caravana vieja junto con su abuela de 90 años, también había sido una víctima del cruel atentado. Su entierro fue el más “indigno” según las malas lenguas, ya que los únicos presentes habían sido su abuela y un vagabundo recolector de basura. La abuela estaba perdida, totalmente desconcertada y abandonada. No tenía más familia que la cuidara y ahora también había perdido a su más grande amor y orgullo.
Para la recuperación de Stuart la iglesia recolectó más fondos que oraciones, la familia tenía un gasto severo al tener a su hijo hospitalizado y con una posible pierna amputada, en el trabajo del padre le pagaban literalmente una miseria y se las estaban viendo difíciles para pagar todo el tratamiento.
En ese mismo hospital yacían habitaciones consecutivas de más jóvenes heridos, de más familias preocupadas, y de más historias sin contar.
Todos estaban pagando ¿pero por qué pecado? ¿Por qué mano penitente? ¿Por qué alma egoísta?
Greens estaba de luto. Estaba manchado de por vida. Y ahora todo sería distinto.
La gente indagaría y la justicia de alguna u otra forma se encontraría.
Anna
Las cosas habían ido demasiado lejos esta vez, y yo no sabía de qué bando estar o a quien proteger. Como siempre, estaba a punto de querer refugiarme en mi cama o en la televisión y no saber nada del mundo que me rodeaba de tan espantoso que este era. La noche de Reaf había aplastado aún más mi corazón por el atentado que ocurrió. Algo traumático que se incorporaba a mi mente junto con las demás cosas traumáticas que he vivido.
—Todo sucedió demasiado rápido, y recuerdo muy pocas cosas.
—¿Y cuáles son esas cosas Anna? ¿Te parece bien si empiezas relatándome lo que habías estado haciendo esa noche? ¿Cómo fue… que llegaste a ese concepto?
—Pues como todos los demás, solo fui y ya.
—Lo sé, eres una adolescente y deberías de ir a fiestas. Pero me intriga tu experiencia porque tú fuiste una de las pocas personas que salieron intactas de ahí. ¿Cómo lo hiciste Anna?
Esta era la segunda vez en mi vida que estaba en la comisaria siendo interrogada por la señorita Leonor Back, quien me ponía los nervios de punta con solo mirarme a los ojos. Sentía que ella me conocía bien y que podía leer mis pensamientos, y tal vez si lo hacía… Es muy inteligente y lo sé porque para la muerte de Andrew indago tan profunda y tan ambiciosamente que por poco y descubría toda la verdad.
Pero de verdad yo estaba devastada, y no tenía nada que aportar a este caso.
—Nos serías de gran ayuda.
Y sin importarme los pequeños detalles delatadores que quizás habría en mi confesión, comencé a hablar.
—Mi mejor amiga y mi novio son unos de los organizadores de Reaf. Ellos se prepararon mucho para que la fiesta fuera divertida, e incluso habían contratado personal para la seguridad del lugar ya que estaba apartado de Greens. No serían muchos invitados, pero el rumor se esparció rápido y termino yendo mucha gente.
—Sí, seguridad que no fue de mucha ayuda, casi inservible diría yo. ¿Sabías que ninguno de ellos salió herido esa noche? Eso seguramente fue porque huyeron antes de que sucedieran las cosas o porque ni siquiera tenían la intención de defenderles.
#531 en Thriller
#238 en Misterio
#100 en Ciencia ficción
amor odio, adolescentes incomprensible, muerte amor deseo y poder
Editado: 21.12.2024