Chicle sabor frutilla

Capítulo 2

Narra Tehuel

Mi tía me ayudó a llevar la última caja que quedaba al cuarto que íbamos a usar mi hermanita y yo. No era un cuarto muy grande y, por ahora, estaba llena de cajas. Me senté en el piso y suspiré cansado, mi tía se sentó conmigo acariciándome el pelo.

—¿Te cansaste? —Asentí—. Bueno, ahora hacemos algo de comer y te acostás a dormir, mi amor, ¿sí?

—¿Mañana tengo que ir a la escuela? Estoy muy cansado.

—Depende de lo que diga tu mamá, si no le inventamos una excusa.

Me guiñó un ojo y me sonrió, yo también lo hice. Se levantó y me ayudó a levantarme para ir a la cocina, mi mamá estaba preparando la comida, mientras Nati estaba dormida en el sillón. Mi tía la alzó y la llevó al cuarto para acostarla. Me senté en la mesa y esperé hasta que me sirvieron la cena. Mi tía y mi mamá se sentaron conmigo, se pusieron a hablar, pero no les presté mucha atención, tenía bastante hambre, así que me concentré en comer nada más. Cuando terminé el segundo plato, me levanté, me despedí de las dos y fui directamente al cuarto intentando no hacer ruido para no despertar a mi hermanita. Me acosté sin cambiarme, me tapé y cerré los ojos.

***

—Pachu, ya es hora, levantate, hijo.

—Estoy cansado…

—Dale, hijo. —Sentí que me besaba en la frente—. Perdiste muchos días con todo esto. Dale. ¿No te emocionaba empezar en la escuela nueva?

—Sí, pero ahora tengo sueño…

—Ya sé, amor, pero después podés dormir toda la tarde si querés.

Asentí bostezando con sueño, mi mamá me besó en la frente de nuevo y fue a ver a mi hermanita a la cuna. Me levanté con fiaca y, tropezándome con todo, busqué ropa para ir al baño a vestirme. Cuando salí mi mamá estaba vistiendo a mi hermanita para ir al jardín. Ella estaba igual de dormida que yo. Agarré mi guardapolvo y fui a la cocina con mi tía. Me sirvió la leche cuando me senté en la mesa, después me acomodó el cuello del guardapolvo.

—¿Voy a la misma escuela donde trabajás, tía?

—Sí, así que nos vamos a ver casi todo el día. Espero que te portes bien.

—Siempre me porto bien.

Ella se rio y me dio un beso en el cachete. Terminé de desayunar y esperé a que mi mamá terminara de hacerle desayunar a mi hermana, que todavía tenía sueño y apenas podía estar despierta mientras tomaba a sorbitos la leche. Mi tía aprovechaba para peinarla. Nunca se dejaba peinar cuando estaba despierta, pero ahora ni siquiera se daba cuenta que lo estaban haciendo. Salimos un rato después a la escuela. Mi mamá llevaba a Nati que estaba dormida en su hombro.

Cuando llegamos a la puerta del colegio, todos la saludaban a mi tía mientras entraba a la escuela. Mi mamá, Nati y yo nos quedamos afuera, esperando a que se haga la hora. Miré la escuela, era más grande que la que iba antes. Mi tía me había dicho que Nati y yo íbamos a vernos en algunos recreos porque los chicos de jardín y nosotros compartíamos el patio. Me alegraba ver a mi hermanita mientras estábamos en el recreo, capaz podíamos jugar para que no se sintiera tan sola ahora.

—¿Querés que te acompañe hasta adentro, Tehuel? Igual tengo que llevar a Nati.

Negué con la cabeza, la saludé y entré. Busqué a mi tía, pero no la encontré. Miré al patio desde el pasillo, estaba lleno de chicos jugando a la hora de la entrada. Siempre había pensado que todas las escuelas eran iguales. En la que iba, formábamos apenas entrábamos. Mi tía me agarró la mano y me llevó con otra maestra.

—Noe, este es mi sobrino Tehuel.

La otra maestra la miró y me miró sonriéndome.

—Tu tía habla mucho de vos, ¿sabés? Me alegra que estés conmigo. Mi nombre es Noelia. —Volvió a sonreír.

—Portate bien, ¿sí, Tehuel?

Asentí, me dio un beso en la frente y fue con un grupito de nenes que había al otro lado del patio. Miré a mi maestra, me pasó la mano por los hombros y empezó a llamar a todos para formar. Me hizo quedarme primero en la fila, atrás mío, un chico me agarró de los hombros. Quería girarme, pero el ruido de la campana me asustó. Todos se quedaron callados y miraron al frente. En el medio del patio estaba el mástil. Había chicos de séptimo grado subiendo la bandera, al costado había otro al lado de una campana. Cuando terminaron de subir la bandera, saludamos al director.

—Dejá tus cosas acá —dijo la maestra—. Vamos al comedor y venimos en un ratito, ¿sí?

—¿Hay comedor acá?

—¿En tu otra escuela no había? —Negué con la cabeza—. Bueno, acá vas a tomar la leche si querés y después vas a almorzar. Vamos, Tehuel, así de paso conocés a tus compañeros.

Me saqué la mochila, la dejé en el piso y fui con ella hasta el comedor. Me mandó a una mesa y les pidió que me dejaran lugar para que me pudiera sentar. Todos en la mesa eran varones, al lado estaba la mesa de las chicas.

—¿Cómo te llamás? —me preguntó el chico que estaba sentado al frente.

—Tehuel, ¿vos?

—Juan Manuel.

—Juanma. —Sonreí—. Uno de mis primos se llama igual.

—Capaz somos primos. —Se rio—. ¿De dónde venís?

—De Belgrano. Hace poco nos mudamos acá cerca, a la casa de mi tía. Seguro que la conocen, es maestra acá.

—¿Quién es? —preguntó el chico que estaba sentado al lado de Juanma.

—Soledad.

—La tuvimos en primer grado. ¿De verdad es tu tía?

—Sí, es la hermana de mi mamá. Ella le dijo que nos podía traer a esta escuela a mi hermana y a mí para terminar el año.

—¿Tenés una hermana?

—Va al jardín.

—Seguro que va con mi primito.

Dijo otro chico que se puso a hablar con otro grupito de la mesa. Miré a todos en las dos mesas, las chicas me miraban y hablaban entre ellas. De los chicos, solamente un grupito me prestaba atención. En realidad, me miraban como si quisieran hablarme, pero estábamos cada uno en una punta, así que iban a tener que gritarme. Cuando terminamos de desayunar, la maestra nos vino a buscar para que agarráramos nuestras mochilas y vayamos al aula. Ahí, me pidió que me sentara en un banco vacío. Estaba cerca de su escritorio, así que me hizo unas preguntas para que todos me conocieran. Mi maestra hacía lo mismo cuando entraba alguien nuevo al aula. Miré a los demás, una de las chicas estaba sentada con Juanma más adelante, se giraba a cada rato para mirarme antes de hablarle a él. De repente, la puerta se abrió, había una mujer y un chico que me miró directamente. No le prestó atención a la seño mientras lo retaba por llegar tarde. Cuando lo dejaron pasar, vino hasta el lugar que estaba vacío al lado mío, dejó su mochila en el piso y se sentó.




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