Chicle sabor frutilla

Capítulo 10

Narra Tehuel

Por fin era viernes, me levanté de la cama contento, hoy iban a venir los chicos después del colegio. Agarré ropa y me metí en el baño antes que Ana se encerrara y ya no nos dejara entrar por un rato. Salí un rato después preparado, mi mamá apenas estaba despertando a Nati para cambiarla y peinarla, me miró raro cuando se dio cuenta que ya no estaba en mi cama, pero no le presté mucha atención, me puse el guardapolvo, agarré mi mochila y volví a salir del cuarto para ir al comedor. Mi tía estaba ahí tomando su café. Ella también me miró sorprendida.

—¿Qué pasó que estás listo tan temprano?

—Hoy vienen mis amigos. Ya quiero que termine el colegio para que vengan.

Dije sentándome con ella, se rio levantándose, me pasó la mano por el cachete y fue a la cocina. Un ratito después, volvió con mi taza, me había preparado leche con chocolate. Desayunamos mientras hablábamos, aunque más escuchaba a mi hermanita llorar porque no se quería levantar para ir al jardín. Después, mi prima empezó a gritarle a mi tía desde su cuarto.

—¡Ma! ¿No viste mi delineador? Siempre sos la única que entra a mi cuarto y lo desordena.

—Ana, ordeno tu cuarto para que no se vea como siempre.

—Pero así encuentro mis cosas.

—Bueno, hija, no te delinees hoy.

—Ni loca, no me pueden ver con la cara lavada.

Mi tía suspiró y la mandó a buscar el suyo que estaba en su cuarto, después me miró, parecía un poco enojada, pero después sonrió.

—Así va a estar tu hermanita cuando tenga la edad de Ana.

—Espero que no, a mi mamá no le gusta que gritemos, menos a la mañana.

Ella se rio.

—Parece que no cambió mucho, cuando éramos chicas tampoco aguantaba que me peleara así con mi mamá.

—¿Hacías lo mismo que Ana?

—Sí, supongo que ella salió a mí y no tanto a su padre. —Sonrió—. Bueno, tomá tu desayuno que se te está enfriando.

Asentí tomándome casi de un trago la chocolatada. Esperé que vinieran a desayunar, mi prima siempre se tardaba, así que, solamente mi mamá y Nati iban a sentarse con nosotros. Mi hermana tomaba la leche mientras jugaba con una muñeca, aunque jugaba más de lo que desayunaba. Mi mamá la retaba a cada rato, pero ella no le hacía caso, parecía que se copiaba de mi prima ahora. Un rato después, salimos todos, menos Ana, para ir al colegio. Caminé delante de mi mamá y mi tía, cada tanto me tenían que decir que las esperara, pero quería llegar de una vez, quería ver a los chicos. Quería que pasara el día de una vez. Cuando llegamos al colegio, me despedí de mi mamá como si ya estuviéramos entrando y fui directamente con Eli, que ya lo había visto desde lejos. Estaba con su mamá y sus hermanos. Apenas me vio, me sonrió saludándome. Él también parecía contento de que llegara el viernes por fin.

—¿Y Tomi?

—Creo que se siente mal de nuevo y no va a venir. Nada más vamos yo y Mati a tu casa.

Asentí sonriendo, me alegraba que ellos vinieran al menos. Si viniera Eli no más, también estaría contento. De los tres, era el único que quería que viniera, no me caían mal los chicos, pero sentía que con él me entendía un poco mejor. Metí las manos en los bolsillos del guardapolvo, sentí unos paquetitos, sabía que era el chicle que siempre me compraba mi mamá. No sabía cuando lo ponía en mis bolsillos, pero siempre estaban ahí. Saqué dos y le di uno a Eli.

—Siempre tenés chicles —dijo metiéndoselo en la boca.

—Sí, mi mamá siempre me los compra. A veces ni siquiera sé que los tengo.

—Si León ve que tengo un chicle, va a molestar hasta que mis papás le compren también.

—Entonces, podés practicar lo que te dije para que no te descubra. —Le sonreí.

—Vas a tener que seguir enseñándome.

Hizo un globito con el chicle antes de reventarlo rápido. Un ratito después, abrieron la puerta y entramos para sentarnos en el banco de siempre. Mili se sentó al lado mío, empujándome un poco y haciendo que empujara un poco a Eli. La miré un segundo, ella sonrió empujándome de nuevo para que se sentara Vicente y después Juanma. Eli quedó en el borde, le crucé el brazo por los hombros para que no se cayera. Me giré a él cuando lo sentí acomodarse, me miró también, tenía los cachetes un poco rojos. Le sonreí tironeándolo apenas para que se acercara más.

—Dejalo que se caiga, Tehuel —dijo Vicente—. Él siempre está acá sentado.

—No seas malo, Vicente.

Le sonreía, pero no me gustaba que dijera cosas así. Nunca me caía mal la gente, pero ellos empezaban a molestarme mucho, sobre todo Vicente y Juanma, que eran los que más molestaban a Elías y a los chicos. Ellos empezaron a hablar de algo, pero no les presté mucha atención, solamente pensaba cuánto tardaba el timbre de entrada en sonar. Acerqué un poco más a Eli, él se acomodó apoyando uno de sus brazos en mi pierna, seguro estaba incómodo por culpa de los chicos.

***

Por suerte, el día pasó rápido. Miré a Eli mientras me sacaba el guardapolvo, las últimas dos horas eran de Educación Física, él me miró también y me sonrió antes que Mati se lo llevara con el grupo. Dejé mi guardapolvo arriba de la mochila, después me acerqué a ellos. El profe nos hizo jugar al handball la primera hora. No me gustaba jugar contra Eli, sobre todo porque era el mejor arquero del grado. Lo miré desde el centro de la cancha, no parecía prestarme mucha atención, solamente miraba algo donde estábamos nosotros. Tenía la cara seria, seguro estaba concentrado para no dejar que Vicente o Juanma le metieran gol. Sabía que lo molestaban y que quería probarles que era bueno jugando como ellos. Me molestaba igual que a él que lo trataran así, Juanma ni siquiera jugaba tan bien como pensaba.

Después de jugar tres partidos, nos dejaron dividirnos para jugar a la pelota. Me encargué de armar uno de los equipos, Juanma y Vicente se quejaron, sobre todo porque no los elegí para que estuvieran conmigo. Los elegí a Mati y a Eli. Me paré en el medio, delante de Juanma, que era el que llevaba la pelota para que jugáramos, me miró enojado. No entendía por qué le molestaba tanto Eli o que me juntara con él, parecía que estaba celoso o algo así. Jugamos un rato, íbamos ganando, Mati era bastante bueno como delantero conmigo, me gustaba cómo jugaba. Faltaba poco para que terminara la hora, así que, Juanma me empujó, agarró la pelota y pateó con fuerza directamente a Elías. La pelota le dio en la cara y cayó al piso. Me acerqué corriendo a ver cómo estaba.




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