Chicle sabor frutilla

Capítulo 11

Narra Elías

—¿Seguro que estás bien, Eli? —preguntó Tehuel por tercera vez desde que llegamos a su casa.

—Sí, Tehuel. —Le sonreí—. Ya me preguntaste y te dije que sí. Nada más es un pelotazo.

—Sí, Eli tiene una cicatriz de un golpe peor.

—¿Una cicatriz?

—En la cabeza, por eso no se nota. Cuando era chico estábamos trepando un árbol con Mati y Tomi, y me caí. No estaba muy alto, pero me abrí la cabeza.

—Au, seguro que te dolió mucho.

—Seguro que sí, ahora no me acuerdo de mucho. Solamente que estábamos en el hospital con mi mamá.

—Ey, ¿vemos este video?

Dijo Mati haciéndonos acordar que estaba ahí. Los dos asentimos con la cabeza. Estábamos sentados frente a la computadora de Tehuel viendo videos de YouTube. Escuché a su hermanita jugando atrás nuestro, pero no era como Sofi, ella no nos molestaba a cada rato. La miré, estaba jugando con una muñeca. Era igual que su hermano, tenían los mismos ojos y sonreían igual. Volví a mirar a Tehuel, estaba concentrado en la pantalla, no parecía darse cuenta que lo estaba mirando, seguramente ya se había olvidado que estábamos nosotros dos acá.

—Mierda... —dijo bajito Mati, lo miré—. Mi hermano viene a buscarme ya.

—¿Ya? Pero es muy temprano.

—Mi hermano siempre es así, quiere que esté en casa temprano para que mi mamá no lo rete. ¿Me decís tu dirección, Tehuel?

Tehuel le pidió el celular, escribió su dirección y se lo devolvió. Me quedé mirando la pantalla. No sabía por qué, pero estaba nervioso, no quería que Mati se fuera, me iba a quedar solo con Tehuel. Ya no me pude concentrar en lo que veíamos, menos cuando sonó el timbre del portero eléctrico. La mamá de Tehuel vino a buscar a Mati y se lo llevó después que nos despidiéramos. Nos quedamos en silencio en el cuarto, el video que habíamos puesto ya había terminado y su hermanita se fue cuando vio a su mamá. Lo miré, él me sonrió mientras se acomodaba en la silla. De repente, su celular sonó, lo levantó dejándome ver que lo estaban llamando.

—Hola, Lu... —dijo contestando—... Estoy con un amigo... Sí, el que te conté. ¿Te molesta si hablamos más tarde?

Me quedé mirándolo. ¿Hablaba de mí con otras personas? Yo nada más le hablaba de él a mi mamá. Se despidió y cortó la llamada, volvió a mirarme sonriendo.

—Era mi mejor amiga, Lourdes. Siempre nos llamamos más o menos a esta hora.

—¿Le contaste de mí?

—Le cuento todo.

—Debe pensar que quiero robarle a su mejor amigo.

Se rió.

—No creo, ella no es muy celosa.

—Muy —repetí.

—No se va a enojar con vos.

—Espero.

Negó con la cabeza con la sonrisita que siempre tenía en la cara. Me giré a la computadora de nuevo, me daba un poco de vergüenza que nos miráramos así. Últimamente pasaba mucho, no sabía por qué pasaba, ni por qué me pasaba esto con él. Con mis amigos siempre nos mirábamos, era como si tuviéramos un código secreto entre nosotros que nos dejaba entendernos sin decir nada, pero con Tehuel no era así, me hacía sentir raro. Decidí distraerme buscando algún video. Escribí el nombre de uno de los juegos que me gustaban y busqué hasta que encontré a mi youtuber favorito, puse el video antes de acomodarme en la silla del escritorio. Crucé las piernas, él puso uno de sus brazos sobre mi pierna acomodándose. Nos quedamos así, mirando videos hasta que nos dimos cuenta que ya estaba oscureciendo. Tehuel había apoyado su cabeza en mi hombro en algún momento, la levantó un poco para mirar la ventana y después volvió a apoyarse, me di cuenta que ya no tenía el nerviosismo de antes, hasta me gustaba que estuviéramos así.

—¿Querés hacer otra cosa? —pregunté.

—¿Vos querés? —Me miró—. ¿Te aburrís?

—No, pero en cualquier momento me vienen a buscar y no quiero ver videos nada más.

—¿Jugamos a algo? ¿Te gustan los juegos de terror? Tengo algunos que juego con mi prima.

—Bueno, juguemos.

Tehuel sonrió, cerró YouTube y abrió uno de sus juegos. Al principio, me daba un poco igual el juego, pero, cuando avanzó, empecé a sentir miedo. Tehuel jugaba y yo solamente lo miraba. Era un juego que ya había visto en internet, a Mati le encantaba, pero a mí no y siempre lo usaba si quería asustarme. Me agarré del brazo de Tehuel casi sin darme cuenta, me daba miedo, pero no podía dejar de mirar la pantalla. Pegué un salto cuando salió un screamer. Él me miró.

—¿Te da miedo? Puedo buscar otra cosa para jugar.

—No... Está bien...

—¿Seguro?

Asentí, él reinició el juego y siguió. Me agarré un poco más fuerte de su brazo, poniendo la cabeza contra su hombro. Cuando ya no podía soportar el miedo, me tapaba con su hombro para calmarme un poco. No podía creer que me estuviera comportando así delante de él, con mis amigos no me importaría, ellos sabían que era un miedoso a veces, pero Tehuel no, no me conocía tanto, me daba un poco de vergüenza que viera como era en realidad.

—Mejor dejemos de jugar.

Lo miré después miré la pantalla, estaba en el escritorio de la computadora.

—Vos querías jugar.

—Pero no quiero que la pases mal. —Se soltó y me pasó el brazo por los hombros—. Me hubieras dicho que te daba miedo y buscábamos otra cosa, Eli.

—¿No te molesta? ¿No pensás que soy un maricón?

—Vicente y Juanma te molestan mucho diciéndote eso, ¿no?

—Sí, creo que desde que descubrieron qué significaba la palabra.

—No les hagas caso, Eli. —Se quedó callado un ratito—. ¿Te duele la cara todavía?

—Un poco, pero estoy bien.

Sonreí, él se me quedó mirando de nuevo, después me dio un beso en el cachete. Sentí la cara entera arderme, el corazón latirme con fuerza y el cuerpo entero me temblaba. En mi cabeza apareció la charla que habíamos tenido con mis amigos, sobre Tamara, sobre besar a alguien. Él me sonrió, quise sonreír también, pero no pude, el pensamiento no salía de mi cabeza. Pegué un salto cuando escuché a la mamá de Tehuel llamarme diciendo que mamá ya había llegado, me levanté, agarré mi mochila y lo miré. Los dos salimos al pasillo y caminamos lento escuchando a nuestras mamás hablar en el comedor, no quería irme, pero tampoco sabía qué podíamos hacer si me quedaba, no después de lo que había hecho Tehuel. Estaba seguro que para él era común, que siempre lo hacía con sus amigos o que tenía la costumbre con su mejor amiga, pero para mí no era normal, no le daba besos en el cachete a mis amigos, ni ellos me los daban a mí. Miré a mamá cuando llegamos al comedor, ella me pasó la mano por el pelo preguntándome si estaba listo para volver a casa, asentí, me giré a Tehuel y lo saludé chocando los cinco y después el puño. La mamá de mi amigo nos acompañó hasta la entrada del edificio, ahí nos despidió.




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