Narra Tehuel
Corrí al banco de siempre cuando vi a Elías sentado ahí, estaba Tomi con él, así que tiré la mochila con las suyas y los saludé sentándome con ellos. Los dos me sonrieron y siguieron hablando. Miré a Eli, se veía contento hoy, sonreía a cada rato o se reía de cualquier tontería. Sonreí, él era un poco más serio que Tomi y Mati, a veces se quedaba atrás de los tres sin decirnos nada. Lo había visto hacer lo mismo cuando yo estaba en otro grupo, pero hoy parecía que estaba contento; bastante contento. De repente, se giró a mí con una sonrisita.
—Mi mamá me dijo que va a hablar con tu mamá ahora. Seguro que nos deja ir a tu casa.
Sonrió de nuevo. Asentí contento, quería que fueran a mi casa el fin de semana, al menos Nati no se iba a quedar sola con Ana mientras Eli y yo jugábamos. Queríamos a nuestra prima, pero a veces se comportaba como una estúpida con Nati, mi mamá siempre decía que era normal en la adolescencia, esperaba que Nati y yo no fuéramos así, no quería pelearme con ella. Mati se sentó al lado mío haciendo que Eli y yo quedáramos apretados en el medio. Lo miré esperando ver sus mejillas rojas, pero no, seguía sonriéndome, aunque ahora había empezado a mover su pierna, miró a Tomi mientras yo sonreía. De repente, los de séptimo empezaron a tocar la campana, los cuatro nos levantamos para formarnos, uno atrás del otro, Eli estaba atrás mío, había puesto las manos en mis hombros como hacían los nenes de jardín para no salirse de la fila cuando estaban yendo a sus aulas.
—Me gustaría que otro día te quedaras a dormir en mi casa —dijo bajito—. Los chicos siempre se quedan y me gustaría que vos también te quedaras.
Me di vuelta un segundo y asentí sonriendo. Esperaba que la seño o mi tía no nos vieran, no quería que nos retara. Además, mi tía podía decirle a mi mamá, me podían retar en mi casa también. Miré al frente, Eli sacó sus manos de mis hombros. Era raro cuando estábamos tan pegados, cuando él hacía algo así o a mí me salía hacerlo, pero me gustaba, me gustaba que fuera con Eli que me pasaba esto. Cuando terminaron de subir la bandera, saludamos al director y entramos al comedor. Mili, como siempre, me agarró del brazo cuando pudo y me llevó con Vicente y Juanma. La verdad era que ya no me hacía gracia estar con ellos, me gustaba llevarme bien con todos, pero después de ver cómo trataban a los chicos, no quería acercarme a chicos como ellos, pero no quería decirles que no. Me terminé sentando en la mesa de las chicas, entre Mili y Romina. Miré a la otra mesa, la de los chicos, Eli me miraba desde su lugar. Se veía serio ahora, no se veía cómo antes, pero terminó sonriéndome. Esperaba que no estuviera enojado conmigo por irme con Mili y terminar entre ellas. Sentí que Romina apoyó la cabeza en mi hombro, bajé un poco el hombro hasta que se levantó, miré de nuevo a Eli, tenía una sonrisita en la cara, pero no duró mucho.
Se me hizo eterno el desayuno, quería salir de una vez, no quería estar entre ellas, ni en su mesa, quería estar con Eli y los chicos. No era que no me gustara estar con chicas, pero vivía entre ellas, ahora quería estar con los varones, más con mis amigos. Agradecí que la seño nos fue a buscar un rato después, todos nos levantamos de las mesas y salimos atrás de ella para buscar nuestras mochilas, aproveché para ir con Eli cuando volvíamos a entrar, lo agarré del brazo como hacían las chicas conmigo, él me miró y me sonrió.
—¿Ahora vas a hacer lo mismo que ellas?
—Sí, así no me arrastran a su grupito de nuevo. —Los dos nos reímos.
—¿Por qué no le decís que no querés estar con ellas?
—Porque a veces son divertidas, pero hoy quería quedarme con vos.
Su cara se puso un poco roja, pero me sonrió dándome un empujoncito con el brazo, yo también sonreí. Me alegraba que no estuviera enojado conmigo por irme. Sentí, de repente, que su mano agarraba la mía unos segundos y me soltaba, no me había dado cuenta que lo estaba agarrando de la muñeca, en vez del brazo como cuando me acerqué. Lo miré sintiendo un poco de vergüenza, igual que cuando le había dado el beso. Me alejé un poco de él para no sentirme raro, aunque Eli no parecía estar enojado conmigo por eso, pensé que era mejor no estar tan pegados, si ya lo molestaban diciéndole maricón cuando no hacía nada, Vicente y Juanma podían hacerle la vida imposible si se daban cuenta que habíamos estado agarrados de la mano. Aunque no creía que fuera posible que lo molestaran más de lo que lo hacían ahora. Entramos al aula y nos sentamos juntos. Sacamos nuestras cosas mientras hablábamos con los chicos, aunque la seño nos hizo callar a todos, se paró frente al pizarrón con un mapa del país. No presté mucha atención a la explicación ni a lo que copiaba, lo único que hacía era mirar a Eli intentando que no se diera cuenta, a veces, por estar distraído, nuestras manos se chocaban. Era raro, a veces parecía que mi mano se movía sola para que nuestras manos chocaran, otras veces parecía que él lo hacía a propósito. Era raro lo que hacíamos, pero era como si tuviéramos un juego.
***
Cuando salimos, mi mamá y la mamá de Eli estaban hablando afuera, él, León y yo nos acercamos, Nati me abrazó, yo la alcé. Cada vez estaba más pesada, en algún momento ya no iba a poder levantarla. La bajé, ella fue con Sofía que estaba con sus hermanos, le hice una seña a Eli para que se acercara, él sonrió, se acercó y nos alejamos un poco para que nuestras mamás no nos escucharan hablar.
—Espero que León no empiece a molestar —dijo apoyándose contra la pared de la escuela, me apoyé en la pared al lado suyo.
—Yo también, no quiero que te vayas tan rápido. —Me miró con los cachetes un poco rojos, le sonreí—. Siempre te ponés colorado.
—Es que... Es que a veces decís cosas que me dan vergüenza.
—¿Te molesta? —Negó con la cabeza.
—Es raro, pero no me molesta, creo que me gusta algunas cosas que decís. —Sonrió—. Ahora el que está colorado sos vos.