Narra Tehuel
Cuando salimos del colegio, fuimos con la mamá de Eli y esperamos a que sacara el celular de la mochila para guardárselo en el bolsillo antes de acercarse a nosotros después de despedirse con su hermanita de León y su mamá. Estaba contento de que viniera de nuevo a casa. Me metí la mano en el bolsillo del guardapolvo, saqué un chicle y aprovechando que estábamos casi pegados, agarré su mano para pasárselo, él me miró sonriéndome, se guardó el chicle en el bolsillo antes de volver a acercar la mano a la mía. Miré a mi mamá con un poco de vergüenza, pero ella estaba entreteniendo a Sofi y a Nati. Agarré su dedo chiquito con el mío mirándolo, él sonrió con los cachetes colorados. Cuando llegamos a mi casa, mi mamá se llevó a mi hermanita y a la de Eli al balcón, así nosotros podíamos jugar tranquilos. Lo agarré de la mano y lo llevé hasta mi cuarto, nos sentamos en las sillas que estaban frente a la computadora, la encendí y esperé. Me giré a Eli, tenía los pies subidos a la silla y se abrazaba las piernas. Volví a mirar la pantalla de la computadora, ya se había iniciado.
—¿Qué te gustaría hacer?
—¿Jugamos?
—Pero tengo juegos de terror, no más.
—No importa, mostrame alguno.
—¿Seguro? —Asintió—. Bueno, pero si te da mucho miedo, decime.
Volvió a asentir, busqué los juegos que tenía descargados, elegí uno y lo abrí. Mientras iniciaba, miré a Eli de nuevo, parecía que ya estaba asustado y no habíamos empezado a jugar todavía. Le puse la mano en el hombro, él me miró y me sonrió. Después, empezamos a jugar, bueno, yo empecé a jugar, él nada más miraba como pasaba los niveles. De repente, sentí que me agarraba del brazo.
—¿Tenés miedo, Eli?
—Un poco...
—Dejemos de jugar, entonces.
—No, si no nunca voy a ser tan valiente como vos.
—No soy tan valiente.
—Para mí lo sos. Además, siempre te enfrentás a Juanma y a Vicente para defenderme, como cuando me pegaron con la pelota.
—Somos amigos, Eli, te voy a defender siempre.
Sonrió como si se hubiera olvidado que estábamos jugando un juego de terror. Nos quedamos mirándonos un ratito, después volví a mirar la computadora para seguir jugando. Eli me agarraba con un poco de fuerza, pero no me molestaba, sabía que le daba miedo el juego. A veces se acercaba un poco más a mí, haciendo que terminara muriendo por distraerme. Otras veces, me distraía mirando a la puerta, estaba cerrada, en algún momento la habíamos cerrado porque las voces de nuestras hermanas nos molestaban demasiado, pero sentía que alguien iba a vernos y nos iba a retar por vernos tan pegados, sentía que estábamos haciendo algo malo. De repente, justo cuando un monstruo saltaba a la pantalla, sonó un trueno y la pantalla se apagó, los dos pegamos un salto en las sillas y nos miramos, después nos dimos cuenta que estaba lloviendo, ninguno de los dos había escuchado la tormenta hasta ahora. Mi mamá entró a mi cuarto para desenchufar mi computadora.
—Parece que vamos a estar un rato sin luz, espero que no se aburran.
—No, creo que podemos jugar a otra cosa —dije—. Ma, ¿ya llegaron la tía y Ana?
—Ana se va a quedar en la casa de su papá y tu tía tiene cosas que corregir, está encerrada en el cuarto. Si necesitan algo, me llaman, ¿sí?
Mi mamá nos sonrió y se fue, miré a Eli todavía me agarraba del brazo, pero miraba a la puerta, pensé que no se había dado cuenta que estábamos así. Pasé los dedos por su mano haciendo que pegara un saltito y me mirara mientras me soltaba.
—Perdón...
Negué con la cabeza.
—¿Vemos videos hasta que se me termine la batería del celu?
—¿Tenés internet? —Asentí—. Bueno.
Me levanté para tirarme en la cama, él me siguió, los dos nos acostamos boca abajo, abrí YouTube en mi celular y busqué algún video que nos entretuviera un rato. Empezamos con un gameplay, pero terminamos con videos de terror que eran muy falsos, hasta Eli se reía ahora de lo que estábamos mirando. Estuvimos así hasta que mi celular se apagó, no tenía más batería y la luz no volvía. Nos quedamos hablando acostados, no teníamos nada más que hacer, pero no me aburría y parecía que él tampoco. Cada vez mi cuarto se ponía más oscuro, no sabía si era porque seguía lloviendo fuerte o porque se estaba haciendo de noche.
—Mi mamá todavía no vino —dijo de repente.
—¿Te querés ir?
—No, pero mi hermanita a veces llora cuando nos quedamos en la casa de mi abuela o en la de mis tíos. No quiero que empiece a molestar.
—Le podemos preguntar a mi mamá si tu mamá le dijo algo.
Asintió, los dos nos levantamos y fuimos al comedor, Nati y Sofi estaban jugando con una linterna y las cosas de té de Nati, mientras mi mamá estaba hablando por teléfono, le dije a Eli que se quedara ahí y fui con mi mamá, me miró haciéndome una seña con la mano para que esperara, habló un poco más antes de cortar.
—Bueno, Eli y Sofi se van a quedar en casa hoy.
—¿Su mamá los dejó?
—Dijo que estaba lloviendo mucho y que, si los dejaba, los venía a buscar mañana.
Sonreí y fui con Eli, que estaba jugando con Sofi y Nati, le conté que se iba a quedar hoy en mi casa por la lluvia, los dos gritamos y fuimos corriendo a mi cuarto de nuevo, cerramos la puerta para que no nos molestaran. Hablamos como antes de cosas de la escuela y de lo que nos gustaba.
***
Mi mamá nos mandó al cuarto de mi prima para que Sofi y Nati se quedaran en mi cuarto. Nosotros juntamos unas sábanas, unas almohadas y usamos la silla del escritorio de Ana para hacernos una carpa y dormir ahí. Puse a cargar mi celular, apagué las luces y cerré la puerta antes de meterme, hacía un rato había vuelto la luz y mi mamá me dijo que lo pusiera a cargar por si se iba de nuevo. Eli estaba sentado con las piernas cruzadas y la espalda apoyada contra la cama, tenía el celular en las manos. Me senté al lado suyo sentándome igual que él. Nos quedamos en silencio, él estaba hablando con su mamá, no quería molestarlo mientras, así que me quedé ahí, jugando con una de las almohadas que habíamos traído. Sentí que me daba un empujoncito con el hombro, lo miré, él sonrió y volvió a darme un empujón, se lo devolví, él hizo lo mismo. De repente habíamos empezado una especie de pelea en juego en el que terminé perdiendo, él me terminó tirando. Los dos nos reímos hasta que nos hicimos callar, era tarde, mi mamá no me dejaba quedarme hasta después de las once aunque mañana fuera sábado. Le hice una seña para que se callara, aunque yo tampoco podía dejar de reírme. Nos acostamos en las bolsas de dormir que nos habíamos armado con frazadas y sábanas que nos dio mi mamá, él tenía la cabeza casi al lado de mi cabeza, cerré los ojos aunque no quería dormir todavía.