Narra Elías
Cuando vi llegar a Tehuel, sentí que todo el cuerpo me temblaba. Él me miró, sonrió y se acercó para saludarme. Miré para todos lados, sentía que la gente me miraba, como si todos supieran que nos habíamos besado, pero nadie nos prestaba mucha atención, ni siquiera nuestras mamás, que estaban hablando cerca de nosotros. Mis hermanitos jugaban con Natalia, parecía que ni siquiera se acordaban que estábamos ahí. Tomi se acercó a nosotros, nos hablaba como siempre, pero yo seguía sintiéndome un poco raro, pensaba que si hablaba mucho se me iba a escapar nuestro secreto. Miré a Tehuel mientras hablaba, no le prestaba mucha atención a lo que decía, solamente podía pensar en cómo hacía para estar como siempre. Entramos al colegio un rato después, ellos dos seguían hablando como si nada, yo me quedé al lado suyo como si fuera invisible. Hoy quería ser invisible, quería que se me pasaran los nervios después de besar a Tehuel, no quería que nadie se diera cuenta que habíamos hecho algo así, sobre todo porque podían molestarlo a él por mi culpa.
Después de subir la bandera y el desayuno, fuimos al aula, de nuevo Tehuel y yo nos sentamos juntos. Saqué mi carpeta y la abrí donde teníamos la última tarea de matemáticas, también saqué una hoja para dibujar en la clase. Pegué un saltito cuando sentí la pierna de Tehuel chocar con la mía, lo miré con un poco de vergüenza, no me había dado cuenta que había empezado a mover la pierna. Sonrió, sacó una hoja y escribió algo, cuando terminó la dobló y me la pasó:
«No estés nervioso, nadie sabe nada.»
«Creo que no estoy nervioso por eso, estoy nervioso por estar con vos.»
Me miró de nuevo apenas le pasé la hoja, sentía que me latía el corazón rápido. Ya se lo había dicho varías veces desde el viernes que fui a su casa, pero no podía dejar de repetírselo todo el tiempo, seguro ya se había cansado.
«¿En el recreo podemos ir a algún lugar para hablar solos? Quiero preguntarte algo.»
Leí lo que escribió, lo miré y asentí con la cabeza. Él hizo una seña con la mano para que le pasara la hoja, se la di, la dobló y la guardó en el folio que tenía su carátula. Después, sentí que me daba un golpecito en la pierna con la suya. Le sonreí, tenía un poco de miedo, pero ahora no era tanto como antes, no tenía idea de lo que me iba a preguntar, pero no me sentía nervioso como cuando estábamos en la puerta, quería que ya se hiciera la hora del recreo para saber qué quería preguntarme.
El tiempo pasó muy lento, parecía que nunca iba a sonar el timbre del recreo. Salimos con todos al pasillo, pero Tehuel y yo nos quedamos más atrás. Aproveché cuando todos empezaron a bajar para agarrarle la mano y llevarlo para el otro lado, adonde estaba el baño de varones de arriba, al lado había otra puerta que siempre estaba cerrada, pero no tenía llave, había descubierto que no trababa cuando me escondí ahí en una fiesta del día de la primavera mientras jugábamos a las escondidas con Mati y Tomi. Miré para todos lados antes de entrar. Él cerró la puerta y yo prendí la luz que casi no iluminaba nada.
—¿Qué me querías preguntar? —dije bajito por si había alguien afuera.
—¿Te gusto?
Sentí la cara completa arderme, se me hizo un nudo en el estómago y me empezó a temblar todo el cuerpo. No pude seguir mirándolo, miré el piso sin saber qué decirle. Había pensado en eso varias veces, pero no sabía en realidad qué sentía, era como con Tamara, pero me sentía un poco mal porque era con un chico que me pasaba algo así.
—Eli...
—N-no sé... —volví a decir bajito—. T-tengo miedo...
—¿De qué?
—De que me gustes, somos varones, me siento mal.
—Mi prima me dijo que tenía amigos que besaban chicos. No creo que esté mal.
Lo miré.
—Le contaste.
—Sí. Perdón... pero le hice prometer que no le dijera a mi mamá ni a mi tía.
—Bueno...
—No te enojes. —Me agarró la mano—. Además, creo que también me gustás... Me gustó besarte.
De nuevo me ardía la cara entera. No sabía cómo era tan valiente para decirme eso a la cara. Me quedé mirándolo sin decir nada. Sentí que iba a soltar mi mano, así que apreté un poco la suya para que no lo hiciera. Tehuel me miraba, pero parecía que tampoco sabía qué decir. Me acerqué un poco más a él, sentía que las dos manos me transpiraban, esperaba que no se diera cuenta de eso. Cerró los ojos sabiendo qué era lo que quería hacer. Lo besé. A mí también me gustaba besarlo, me gustaba más de lo que podía decirle, no era tan valiente como él, yo no sabía decir las cosas como él las decía, pero esto sí podía hacerlo.
—Tus labios tienen sabor a frutilla.
Dije cuando nos separamos un poco, Tehuel se separó más, hizo un globito con el chicle que tenía en la boca y se rio.
—Debe ser por eso. —Sonreí, siempre tenía un chicle en la boca—. ¿Vamos? Me gusta besarte, pero no quiero que nos reten.
Asentí, él salió primero para fijarse si había alguien, después salí yo cerrando la puerta. Los dos corrimos hasta abajo y fuimos al patio tratando que nadie nos viera. Mis amigos estaban sentados en el banco de siempre, cuando nos acercamos, nos miraron preguntando donde habíamos estado, los dos nos miramos sonriéndonos, pero no contestamos. Parecía que Tehuel podía esconder secretos, pero yo no podía, sentía que mis amigos se iban a dar cuenta de lo que habíamos hecho. De repente, Tehuel me agarró del brazo, se sentó al lado de Mati y me tironeó hasta que me senté también al lado suyo, sin pensarlo le pasé el brazo por los hombros, estaba sentado en el borde casi, si me movía un poco me caía, él me miró, sonrió agarrándome de la muñeca. Me puse a jugar con el cierre de su campera para no pensar en cómo estábamos, ni en que podían molestarlo por mi culpa. No quería que Vicente y Juanma le pegaran por mi culpa. Tampoco quería que le dijeran "maricón" como me decían a mí siempre. Sabía que todo el grado quería a Tehuel, pero podía pasar que, por mi culpa, dejaran de hablarle o algo así.