Narra Tehuel
Cuando llegué al colegio, Eli todavía no había llegado, me paré en la reja como siempre para esperarlo. Unos chicos me miraron, se rieron y después se volvieron a girar, me pareció raro, eran chicos del otro quinto, muchas veces me decían que querían jugar conmigo, más cuando estaba con el grupo de Vicente. Subí los hombros, me metí un chicle en la boca y empecé a masticarlo hasta que le saqué todo el juguito y pude estirarlo para hacer un globito. Miré para la puerta esperando a que abrieran o a que Eli llegara a la escuela. Mati y Tomi tampoco habían llegado todavía, así que me estaba aburriendo un poco, mi hermanita ni siquiera tenía ganas de jugar, solamente quería dormir. Me quedé apoyado en la reja esperando. De repente, sentí que me agarraban del brazo, me giré, Eli me sonrió, sonreí contento de verlo. Escuché mi nombre de la nada, me giré, eran los chicos de antes, ahora nos veían a los dos y se reían, me di cuenta que algo se decían, pero no podía escucharlos. Pensé que no tenía que prestarles atención, así que volví a mirar a Eli. Él seguía mirándome, parecía que tenía sueño, pero que igual estaba contento.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Nada, ¿por?
—No sé, parece que estás contento —dije mientras metía la mano en el bolsillo del guardapolvo y le daba un chicle.
—Siempre estoy así cuando nos vemos —dijo bajito acercándose a mí.
Escuché risas, seguro que era de los chicos del otro quinto que seguían mirándonos por algo. Seguro Vicente, Juanma o Mili les había dicho algo para molestarnos después de que le dijera a la seño que estaban molestando a Eli. Ahora seguro que querían hacer que nos molestaran los demás. Eli empezó a contarme lo que le habían dicho sus papás, aunque trataba de hablar bajito para que nadie más lo escuchara, al menos hasta que llegaron los chicos y tuvimos que cambiar de tema para que no se enteraran de nada. Nos pusimos a hablar de un juego nuevo, anoche también estaban hablando de eso. Mati nos dijo que su hermano se lo había descargado, que teníamos que ir a su casa a jugar, escuché que chicos se reían, pero traté de no prestar atención, capaz ni siquiera eran los chicos de antes, por ahí me lo estaba imaginando. Miré a los chicos, ninguno parecía que se daba cuenta de las risas. Me quedé tranquilo, capaz Vicente o alguno de su grupo había dicho algo de mí y ellos se reían de eso, no me molestaba si eso pasaba, casi siempre se olvidaban después de unos días. La puerta se abrió y los cuatro entramos. Dejamos las mochilas en el lugar de siempre para sentarnos en el banco, seguimos hablando, aunque no podía prestar mucha atención, me di cuenta que los mismos chicos de antes que me miraban y se reían, ahora estaban haciendo lo mismo con otros chicos. Me sentí raro, como si algo estuviera mal, como si no fuera lo mismo que me había pasado una vez en el otro colegio. Después de subir la bandera y de ir al comedor, fuimos al aula. Apenas sacamos las cosas, saqué una hoja y le escribí a Eli.
«Creo que hay chicos del otro quinto que se ríen de mí.»
Él lo leyó y sacó su lápiz para responderme.
«¿Por qué?»
«No sé. Hoy vi que se giraban a mí y se reían en la entrada.»
«Capaz no se reían de vos.»
«Lo hacían también antes de que formemos.»
Los dos nos miramos sin decir nada, Eli levantó los hombros, no sabía si no me creía o si no sabía qué estaba pasando, suspiré, agarré la hoja y le dibujé un corazón antes de devolvérsela. Sus cachetes se pusieron colorados, pero me miró con una sonrisita. Después volvió a mirar su carpeta, me quedé mirándolo antes de tratar de concentrarme en lo que teníamos que hacer ahora. Capaz no era nada, capaz Eli tenía razón, no se reían de mí, que en realidad no tenía nada que ver yo. Me puse a hacer la tarea hasta que el timbre del recreo sonó. Los cuatro salimos del aula y bajamos hablando. En el patio nos separamos, Eli me pidió que lo acompañara al kiosquito de la escuela, mientras los chicos se sentaban en el banco.
—¿De verdad pensás que se estaban riendo de vos? —preguntó mientras esperábamos.
—No sé, Eli, parecía que sí.
—Pero ¿por qué se reirían?
—No sé. ¿Vicente habrá dicho algo raro de mí?
—Pero si fuera él, se estarían riendo los de nuestro grado, no los del otro quinto.
Me quedé callado mientras él compraba, después, mientras nos íbamos a sentar, me olvidé de lo que estábamos hablando. Nos sentamos en el banco, Eli abrió el paquete de papas fritas que había comprado y nos invitó mientras Mati nos seguía contando del juego nuevo que tenía su hermano. De repente, León se nos acercó.
—Eli, ¿me das papas?
—No, mamá nos dio plata a los dos.
—Pero hay mucha gente en el kiosco.
—Me hubieras pedido que te compre, no te voy a dar de las mías —le dijo mientras me pasaba el paquete a mí.
—¡Convidame, Eli, dale! —Su hermano negó con la cabeza, yo saqué algunas papas mientras lo miraba—. ¡No es justo! ¡Le das a Tehuel porque es tu novio! —Sentí que toda la cara me ardía, miré a Eli, su cara estaba roja como, seguro, estaba la mía—. ¡No es justo que le convides porque es tu novio!
—¡Callate, León!
Se levantó y le dio un empujón haciendo que nos quedáramos mirándolo, nunca lo había visto hacer eso, no nos conocíamos hacía mucho, pero siempre era muy tranquilo, nunca se defendía.
—¡Pero es verdad! ¡Le das a Tehuel porque es tu novio!
Eli no hizo nada, solamente se fue corriendo al patio de adentro. León se puso a llorar, yo nada más lo miré antes de mirar a los chicos, que se habían quedado igual que yo, mirando todo sorprendidos. Me levanté y fui a buscarlo, no tenía idea de donde estaba, pero fui directamente al baño.
—Eli, ¿estás acá?
—A-andate, Tehuel…
Sentí que me empujaban un poco para entrar, me giré, Tomi y Mati también habían venido. Mati entró y tocó todas las puertas.
—Eli.
—Eli, ¿qué pasó con tu hermanito? Nunca sos así con él —dijo Tomi.