Chicle sabor frutilla

Capítulo 37

Narra Elías

Mis amigos me miraron a mí y después miraron a Tehuel algunas veces, parecía que pensaban que estábamos haciendo una broma, conocía las caras de Tomi y Mati cuando no se creían algo y ahora estaban mirándonos de la misma manera. Nos quedamos callados, aunque yo seguía sin poder dejar de llorar. Tehuel terminó acercándose a mí y abrazándome. Me sentí mejor, pensé que me hacía falta que me abrazaran, o que lo hiciera él en realidad. Suspiré y me separé con un poco de miedo de que alguien nos viera así, ahora tenía miedo de todo.

—Bueno… —dijo Tomi haciendo que los dos lo miráramos—. ¿Por qué no nos dijiste antes?

—P-porque tenía miedo…

—¿De qué? —Levanté los hombros sin saber qué decir—. Eli, nos conocemos desde jardín.

—No nos importa —dijo Mati.

Nos quedamos callados, después los tres me abrazaron haciéndome sonreír. No pensé que ellos iban a ser como la amiga de Tehuel, pensé que se iban a enojar o nos iban a dejar de hablar, tenía miedo que ya no quisieran ser mis amigos. Cuando nos separamos, me lavé la cara y salimos al patio de nuevo. Los chicos nos hablaban como siempre. Apenas salimos al patio de afuera, sentí que todos me miraban, mi hermano estaba del otro lado, ya no lloraba y parecía que estaba distraído con sus compañeros. Nadie nos prestaba atención, seguramente a nadie le importó el berrinche de mi hermano. Apenas nos sentamos en el banco, escuchamos el timbre sonar, los cuatro nos miramos, por culpa de León, nos habíamos perdido todo el recreo. Me sentí culpable por hacerles perder el recreo, pero a ellos no se veían enojados, es más, ni siquiera parecía que se acordaran de lo que habíamos hablado en el baño. Mati y Tomi empezaron a hablar, yo me quedé más atrás, Tehuel se quedó conmigo. Lo miré, él nada más me sonrió dándome un empujoncito con el brazo, después metió la mano adentro del bolsillo de su guardapolvo, la sacó y me mostró dos chicles, me dio uno antes de sacarle el papel al suyo para metérselo en la boca, como hacía siempre. Iba a hacer lo mismo, pero sentí que me empujaban desde atrás.

—Correte, maricón —dijo Vicente mientras me empujaba.

—¿Por qué le decís “maricón”? —preguntó Tehuel.

—Porque es eso, ¿no? Vos también sos un maricón, por eso son novios.

Sentí la cara entera arderme, nos habían escuchado, habían escuchado lo que mi hermano había dicho. Miré a Tehuel con ganas de llorar, pero él lo único que hacia era mirar a Vicente enojado.

—Son dos maricones.

Vicente y sus amigos se rieron, pero, de repente, él estaba en el piso, Tehuel lo miró sorprendido, yo me giré de nuevo a mis amigos, Mati lo había empujado y lo hizo caer. Juanma se acercó a Mati, pero antes de que pudiera hacerle algo, la seño se acercó a nosotros, Vicente se puso a llorar como hacía siempre que le convenía, la seño nos miró enojada preguntando a los gritos qué había pasado, nosotros nos miramos sin decir nada, mientras Juanma ayudaba a Vicente diciendo que nosotros los habíamos molestado. La seño no nos dejó explicar nada, nos mandó al aula para hablar con nosotros. Todos subimos con ella sin decir nada, aunque Juanma y Vicente nos seguían molestando, nos pateaban mientras caminábamos para hacer que nos cayéramos. Antes también hacía lo mismo cuando ellos se quedaban atrás de todo. Cuando llegamos al aula, la seño nos pidió los cuadernos de comunicados. Después de dejarle el cuaderno, me senté en mi lugar, Tehuel ya estaba en nuestro banco, lo miré, él estaba serio y nada más miraba sus cosas arriba de la mesa. Sentí que se había enojado, ahora ya no me iba a querer. Estaba seguro que no íbamos a estar juntos. Le escribí en un papel y se lo pasé, él lo miró, después me miró, ahora estaba menos serio, me sonrió un poco.

«Estoy bien.»

Me escribió rápido y me devolvió el papel.

«Perdón, es todo mi culpa.»

«No me importa, igual me molesta que te traten mal.»

***

—¿Y esto, Eli? —preguntó mamá cuando leyó la nota que me había puesto la seño.

—Fue culpa de Juanma y Vicente.

—No es justificativo para que te metas en una pelea.

—No peleé, mamá. León empezó a gritar en el patio que Tehuel y yo somos novios, Vicente y Juanma escucharon y nos empezaron a molestar, Mati nada más me defendió, pero ellos inventaron que les estábamos pegando.

Mamá me miró sin decir nada, pensé que no me iba a creer, pero en vez de eso, empezó a llamar a mi hermano, que primero no quería dejar de mirar la tele, pero después se levantó y se acercó a nosotros.

—¿Qué pasó hoy en el colegio? —le preguntó.

—Eli no me quería dar de sus papas.

—Pero mamá nos dio plata a los dos —dije rápido, mamá me miró un poco enojada, así que me quedé callado.

—Hiciste un berrinche y metiste en un problema a tu hermano, León.

—¡Pero es verdad, él le convidó a Tehuel porque son novios! ¡Los escuché decirlo!

—León, no grites.

—¡Pero es verdad!

Mamá no dijo nada, le dio un tirón de oreja que lo hizo empezar a llorar. Después nos mandó a nuestros cuartos. Agarré mi mochila y fui a mi cuarto atrás de León, que seguía llorando. Me encerré, dejé la mochila en el piso y saqué la carpeta para ponerme a hacer la tarea. Empecé a hacerla, pero no me podía concentrar mucho, me sentía raro, estaba triste por lo que pasó, por haber metido en problemas a mis amigos y a Tehuel. Ahora no sabía si nos podíamos seguir viendo, si me podía seguir juntando con mis amigos. Suspiré, crucé los brazos arriba de mi carpeta y acosté la cabeza encima, cerré los ojos. Seguía escuchando a León llorar gritando, mamá iba a entrar en su cuarto en cualquier momento para que se callara, sabía que no le gustaba que llorara así, sabía que le molestaba cuando se ponía tan pesado.

Me desperté de repente cuando sentí que me tocaban la espalda, pegué un saltito y me levanté, no sabía que me había quedado dormido, solamente sabía que había estado escuchando a León llorar. Miré atrás mío, mamá me seguía acariciando la espalda mientras sostenía con la otra mano una taza con leche con chocolate. Me di cuenta que me habían estado doliendo los ojos y la cabeza, ahora no me sentía tan mal como antes, seguramente era por haber estado llorando. Mamá me dejó la taza en el escritorio, acercó un banquito que usaba Sofi a veces cuando venía mi cuarto y se sentó al lado mío mirando mi carpeta. Tomé un sorbo de la leche esperando a que dijera algo, pero se quedó callada mirando mi carpeta. No se veía enojada, no conmigo, capaz con León por llorar tanto. Tomé otro sorbo esperando que no me castigara, que me dejara ver a mis amigos o que me dijera que iba a hablar con sus mamás, ellas también se iban a enterar de lo que pasó y por qué los chicos tenían notas en los cuadernos de comunicados.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.