Chicle sabor frutilla

Capítulo 40

Narra Tehuel

Pasaron en dos meses sin dejar de molestarnos por estar juntos, ahora no eran solamente Vicente, Juan Manuel y Milagros, ahora también eran nuestros otros compañeros y los de otros grados. Eli ya no quería estar cerca de mí, no quería que me molestaran, pero a mí no me gustaba que le hicieran cosas a él. Casi todas las semana terminaba peleándome con alguien por defenderlo, así que terminaba en la dirección. Miré a Eli, estaba sentado al lado mío, pero miraba al piso, los chicos no habían venido hoy, Tomi estaba enfermo y Mati seguro que se había quedado dormido, así que estábamos nada más los dos, no iba a dejarlo solo. Yo tampoco quería quedarme solo, ahora ellos eran los únicos que me hablaban. Ya no les caía bien ninguno del colegio que no fueran Eli, Tomi y Mati. Le agarré la mano, hacía días que casi no decía nada, se veía cansado y sus ojos ya no se veían como antes. Él me miró, después me soltó la mano, lo volví a agarrar, pero ahora escuchamos a los tarados de Juan Manuel y a sus amigos diciéndonos cosas por estar agarrados de la mano, Eli quiso soltarme, pero lo agarré más fuerte para que no lo hiciera. Mi mamá me dijo que, si seguíamos haciéndoles caso, iban a seguir molestándonos, si los enfrentábamos, se iban a cansar en algún momento, pero ya no me podía meter en peleas o mi mamá me iba a castigar lo que quedaba del año. Eli seguía tratando de soltarme, pero no lo dejé, solamente lo miré sonriéndole un poco para tratar de tranquilizarlo, él me miró un ratito y después se quedó quieto, parecía que iba a llorar, sus ojos se veían muy brillosos. Bajó la cabeza y la apoyó en mi hombro.

—Después tenemos Educación Física —dijo.

—¿Qué tiene?

—No quiero, ellos aprovechan para molestarme más y ahora no me puedo ir a jugar con las chicas. Ellas tampoco me quieren cerca.

—No importa, yo te defiendo, tranquilo.

—Bueno…

—Tenemos que estar juntos, Eli, mi mamá dijo que se van a cansar cuando dejemos de hacerles caso.

—Mi mamá también, pero es difícil…

—¡Chicos, sepárense! —dijo una seño de séptimo acercándose a nosotros—. No pueden estar así, chicos, están en la escuela.

Los dos nos separamos recostándonos en el respaldo del banco. Nos miramos sin decir nada, ya no sabíamos si nos separaban porque éramos dos chicos o porque iban a hacer lo mismo si un chico y una chica estaban así. Nos quedamos así, sentados sin decir nada hasta que el timbre sonó. Esperamos a que el profe llegara para darnos la clase. Los chicos no esperaron para sacar la pelota y empezar a patear cerca de donde estábamos nosotros, sabía que iban a tratar de pegarnos y decir que había sido un accidente, ya lo habían hecho otros días. Hasta le habían hecho sangrar la nariz un par de veces a Eli. De repente, un pelotazo pegó cerca de mi cabeza, miré a los que estaban pateando, había sido Vicente, que se reía con los otros.

—¿Te pensás que sos gracioso, Vicente?

—¿Te enojaste, maricón?

No dije nada, me acerqué enojado y lo empujé, él me empujó también, se rio diciéndome maricón de nuevo. Lo empujé más fuerte tirándolo al piso, después me puse arriba suyo para empezar a pegarle, pero creo que solo le di una piña en la cara porque alguien me agarró con fuerza y me tironeó para separarme. El profe se acercó casi corriendo y ayudó a levantase a Vicente. Después me miró enojado.

—¡Los dos a dirección!

No pude decir nada, el profe nos agarró a los dos del brazo y nos llevó a la dirección, Nos sentó antes de llamar al director. Mientras, me senté en la punta, lo más lejos que podía de Vicente, que le sangraba la nariz, con un solo golpe le había hecho sangrar. Me alegró, sabía que no tenía que alegrarme de eso, mi mamá se iba a enojar y seguro que me iban a mandar otra nota, mañana íbamos a tener otra charla con la seño sobre esto, iban a decirle a mi tía también. El director salió, miró a Vicente y le pidió a la vicedirectora que llamara a nuestras mamás, después se volvió a meter en la oficina. El profe se fue al patio con los demás, esperaba que no siguieran molestando a Eli ahora mientras el profe y yo estábamos acá. La vicedirectora nos miró cuando salió de la oficina del director. Revisó a Vicente, después me miró enojada. Ya sabía qué se venía ahora, iban a llamar a mi mamá diciendo que, de nuevo, le había pegado a uno de mis compañeros porque soy malo y hago siempre cosas que no están bien. Suspiré esperando a que llamaran a nuestras mamás, aunque mientras la vicedirectora estaba llamando, el profe de Educación Física entró con Eli de la mano llorando, tenía la mitad de la cara roja, estaba casi seguro que le habían pegado un pelotazo. Se sentó al lado mío y puso la cabeza en mi hombro todavía llorando. Cuando la vicedirectora volvió, miró a Eli y suspiró escuchando al profe, que también estaba cansado de que nos molestaran y termináramos siempre los dos en la dirección.

Un rato después llegó la mamá de Vicente con la de Eli que también se acercó a mí, me acarició la mejilla, estaba seguro que la mía le dijo que la habían llamado también. Al rato, llegó mi mamá, ella se agachó quedando a mi altura, me preguntó qué había pasado.

—Que tu hijo es un salvaje —dijo la mamá de Vicente—. Si lo hubieras educado bien, no estaríamos acá.

—Al contrario, Tehuel no llegaría a esto si la que hubiera educado bien a su hijo fuera usted. Mi hijo se defiende y defiende a Elías.

—¡Yo le di la mejor educación a mi hijo! Por eso no es un desviado.

—¡Mi hijo no es ningún desviado!

—Señoras, por favor, este no es lugar para estas discusiones. Mejor pasen a la oficina.

Mi mamá le preguntó a la mamá de Eli si podía quedarse conmigo cuando la vicedirectora nos mandó a buscar nuestras mochilas a los tres. Yo fui a buscar mi mochila y la de Eli, así él no tenía que aguantar a Vicente, aunque ahora se quedó callado mientras subíamos. En el aula estaba la seño en el escritorio, nos miró preguntándonos qué estábamos haciendo, después vio la cara de Vicente con un poco de sangre y la nariz hinchada. Agarré mi mochila y la de Eli, revisé que no quedara nada afuera, después bajé sin esperar a Vicente, que se había quedado hablando con la seño, seguro le decía mentiras como le decía a su mamá. Me acerqué a la mamá de Eli, aunque la mía ya estaba saliendo de la oficina. Le di su mochila a Eli y la esperé, ella vino con nosotros un ratito después. Quise que él viniera a mi casa hoy, quería que estuviéramos juntos, pero, cuando salimos de la escuela, mi mamá me agarró de la mano para irnos, mientras Eli y su mamá esperaban para la hora de salida de Sofía y León. No quería volver a casa, si él se quedaba yo también quería quedarme, pero mi mamá me llevó a igual. Le pregunté sobre Nati, pero me dijo que ya había hablado con mi tía, que ella la iba a retirar.




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