Capítulo 4: Poco a Poco Descubro la Verdad**

Dante

Elian se embarca en un profundo viaje de revelaciones que lo conducen a tomar conciencia de aspectos ocultos de su vida y del mundo que lo rodea. A medida que avanza en esta búsqueda incesante, se enfrenta no solo a sus propios miedos más profundos, sino también a la cruda realidad de situaciones que había preferido ignorar hasta ese momento.

En este proceso, comienzo a reflexionar sobre las señales que siempre había evitado, aquellas que le apuntaban a verdades incómodas y que había rechazado con fervor. Se halla en un instante de incertidumbre, en el que pequeñas pistas empiezan a encajar y, de este modo, desvelando una trama mucho más compleja de lo que había imaginado. Cada nuevo descubrimiento me llevo a acercarme a una verdad que promete no solo transformar su percepción del mundo, sino que también tiene el potencial de alterar sus relaciones con las personas que lo rodean.

A lo largo de mi camino, me encuentro con diversas personas que, con sus visiones y experiencias, le ofrecen nuevas perspectivas. Algunos lo motivan a cuestionar las creencias que ha mantenido durante tanto tiempo, mientras que otros intentan disuadirlo de adentrarse más en este laberinto de verdades reveladas. Estos encuentros resultan ser cruciales; cada individuo con el que interactúa le proporciona una pieza del rompecabezas que ha estado esforzándose por armar.

Conforme avanzo en mí proceso de descubrimiento, empiezo a recopilar información, a realizar investigaciones exhaustivas y a confrontar a personas clave que desempeñan roles significativos en las verdades que está decidido a desentrañar. A menudo, se siente abrumado por la magnitud de las revelaciones que va encontrando, muchas de las cuales resultan ser dolorosas, pero esenciales para su crecimiento personal.

Finalmente, en un momento de profunda introspección, llego a la comprensión de que descubrir la verdad no es un camino sencillo, y que en ocasiones implica desprenderse de viejas creencias y aceptar realidades que pueden resultar incómodas. Sin embargo, también comprende que este viaje hacia la verdad es fundamental para su evolución personal. A pesar de que el trayecto hacia su objetivo va a parecer largo y tortuoso, cada paso que da lo acerca más a la claridad que tanto anhela.

Este recorrido no solo destaca la importancia de la verdad, sino también el valioso acto de enfrentarse a uno mismo en el proceso de descubrimiento. Así, que transformare aprendiendo que la revelación de lo oculto no solo cambia mi visión del mundo, sino que tambien mí comprensión propia existencia y mí lugar en él.
Justo en este momento, me encuentro con Beatriz, ambos muy nerviosos. La verdad es que una taza de té no me ayuda a calmarme demasiado. De repente, alguien toca el timbre; supongo que es la trabajadora social. Beatriz se levanta y va a abrir la puerta. En el instante en que la abre, la veo con una expresión de preocupación en su rostro. Sin dudarlo, Beatriz invita a la trabajadora a entrar, y acto seguido se sienta con nosotros. Allí, nos empieza a contar todos los detalles de la conversación que tuvo con Elian, y yo la escucho atentamente, prestando atención a cada palabra que dice.
En este preciso instante, me encuentro sentado junto a Beatriz, ambos envueltos en un mar de nervios. Por más que trato de calmarme, una simple taza de té parece no ser suficiente. De repente, el timbre suena; asumo que se trata de la trabajadora social. Beatriz se levanta con cierta rapidez y se dirige a abrir la puerta. En el momento en que la abre, puedo ver claramente una expresión de inquietud dibujada en su rostro. Sin dudar un instante, Beatriz invita a la trabajadora a pasar, y poco después se sienta con nosotros. Ella comienza a narrarnos todos los pormenores de la conversación que sostuvo con Elian, y yo la escucho con atención, captando cada una de sus palabras.

—He pasado la mañana con él —inicia, su voz es suave pero a la vez firme

—. Al principio, se mostró algo reservado, como suele suceder… pero hay algo que ha cambiado.

Mi corazón palpita con fuerza. Me inclino ligeramente hacia adelante, sintiendo que cada palabra que brota de su boca podría confirmar mis peores temores… y al mismo tiempo, lo que tanto anhelo saber.

—¿Y qué fue lo que dijo? —pregunta Beatriz con un tono delicado, aunque la tensión es evidente en sus hombros.

—No fue tanto lo que dijo —aclara la trabajadora

—. Más bien, fue la forma en que lo dijo. Los silencios intercalados entre las palabras. Las pausas. La manera en que titubeaba. Su lenguaje corporal. Todo en él resuena con un grito silencioso de auxilio… aunque no se atreve a expresarlo con palabras.

Bajo la mirada, una rabia contenida se agolpa en mi interior, junto con una tristeza que no sé cómo procesar. Elian. Mi hermano. Mi pequeño.

—¿Le preguntaste directamente si se sentía mal? —Me atrevo a preguntar, levantando la vista.

—Sí —responde la trabajadora con seriedad.

—. Le pregunto si había alguien en su hogar que lo hiciera sentir incómodo. Él afirmó que no. Luego le pregunté si se sentía seguro y me contestó que sí… pero evitó hacer contacto visual. Después le pregunté si alguna vez había recibido castigos por cosas que no comprendía. No obtuvo respuesta. Guardó silencio. Sin embargo, en sus ojos… había miedo.

Un nudo se forma en mi garganta. No es necesario que diga más. Lo sé. Lo siento en mis entrañas. Lo he presenciado con mis propios ojos: en sus gestos, en el tono bajo de su voz, en el moretón que intentó disimular con una mentira torpe.

—¿Y ahora qué vamos a hacer? —pregunto, ansioso.

La trabajadora social nos observa con una seriedad que enfría la sangre.

—Actuaremos con precaución, pero con determinación. Estoy preparando el informe. Necesitamos más pruebas. Solicitaré una revisión domiciliaria sin previo aviso y también entrevistaré a los vecinos. Mientras tanto, quiero que Elian esté bajo vigilancia en la escuela… y, si todo sigue el curso que espero, podremos solicitar una medida de protección preventiva.