Cicatrices de traición

Capítulo 1

El tren se detuvo con un chirrido metálico en la pequeña estación de Pueblo Esperanza. Valeria bajó con un único bolso, su mirada firme y determinada. Habían pasado diez años desde que la última vez que puso un pie en este lugar, diez años de soledad, dolor y planificación. Ahora estaba de vuelta, y esta vez, ella tenía el control.

El pueblo había cambiado poco. Las mismas calles polvorientas, los mismos edificios desgastados por el tiempo. Pero para Valeria, cada esquina tenía una memoria imborrable, una cicatriz de su pasado. Caminó con paso seguro hacia el centro, donde la vida parecía continuar sin que nadie notara su regreso.

Nadie la reconocería. Había dejado de ser la joven ingenua que todos conocieron. Su cabello, antes largo y castaño, ahora estaba corto y teñido de un profundo negro. Su figura, esbelta y delicada, se había transformado en una silueta atlética y segura. El dolor había esculpido a una nueva Valeria, una que estaba preparada para enfrentarse a sus demonios.

Se alojó en un pequeño hotel al borde del pueblo, un lugar discreto que no llamaría la atención. La habitación era modesta, con paredes descascaradas y una cama que crujía con cada movimiento. Pero no importaba, no estaba allí por comodidad.

Sentada en el borde de la cama, sacó un viejo cuaderno de su bolso. Las páginas amarillentas estaban llenas de notas, esquemas y nombres. Cada uno de esos nombres representaba una pieza en su tablero de ajedrez, y ella había llegado para dar el jaque mate.

El primero en su lista era Javier. Había sido su mejor amigo, el confidente en quien confió ciegamente. Fue él quien la traicionó, vendiéndola a cambio de una oportunidad en la empresa familiar. Ahora, Javier era un hombre de negocios exitoso, respetado y temido en el pueblo.

Valeria observó la foto de Javier en su cuaderno, su rostro sonriente y arrogante la llenó de un odio renovado. Pero detrás de esa sonrisa había un secreto oscuro, y ella lo haría pagar. Cerró el cuaderno y se recostó, permitiendo que la oscuridad de la noche la envolviera.

El día siguiente marcaba el inicio de su plan. Su primera parada sería la oficina de Javier. Valeria se disfrazaría como una periodista interesada en hacer un reportaje sobre su éxito. Con esa excusa, se infiltraría en su vida y comenzaría a sembrar las semillas de su caída.

Al amanecer, Valeria se vistió con una elegancia que no poseía años atrás. Un traje sobrio, maquillaje discreto y un aire de profesionalismo. En el espejo, se miró a los ojos, recordándose que debía mantener la calma y no dejar que la emoción nublara su juicio.

Cuando llegó a la oficina de Javier, fue recibida con cortesía, su nueva identidad sin levantar sospechas. Sentada en la sala de espera, su corazón latía con fuerza, pero su rostro permanecía impasible. Finalmente, la puerta se abrió y allí estaba él, Javier, su traidor.

Él no la reconoció. ¿Cómo podría? La última vez que se vieron, ella estaba destrozada, suplicante. Ahora, estaba fuerte, renovada y lista para la venganza. Extendió su mano con una sonrisa calculada.

—Buenos días, señor Javier. Soy Valeria Montenegro, periodista. Gracias por recibirme.

Javier sonrió, sin saber que acababa de abrir la puerta a su propio infierno.




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