El agua tibia de la ducha me relajó por completo. Después de un largo día en el hospital, no había nada mejor. Me puse mi pijama favorita de gatitos. Me encantan los gatos, y mi gata, Manchas, es mi todo. La rescaté de la calle cuando era una bebé de unos tres meses. Estaba tan herida y enferma, probablemente por otros animales, que me la llevé a casa sin pensarlo. Desde entonces, ha sido mi compañera fiel.
Manchas es muy cariñosa, especialmente con Damián. Si no fuera por el hecho de que es un animal, juraría que está enamorada de mi amigo.
Siempre que él viene, Manchas lo acapara por completo. Se le sube al regazo, ronronea sin parar y me mira como si me dijera: "Él es mío, Alis. No te acerques".
La llamo traidora roba-amigos, y me río de la locura que me digo.
Íbamos a ir a casa de Laura, pero me sentía tan cansada que les dije que vinieran a mi departamento. Les pedí que trajeran mucho helado de chocolate, nuestra tradición. Las noches de películas se han convertido en nuestras pequeñas pijamadas. Y, por supuesto, la mejor parte es cuando le ponemos una mascarilla en la cara a Damián. Siempre finge molestia, pero en el fondo le gusta. No tiene opción.
Una vez, incluso lo maquillé. Parecía una modelo hermosa. Le tomé fotos y ahora lo chantajeo con la amenaza de publicarlas en el grupo de chat de nuestros padres y hermanos. Aunque no lo admita, sé que en el fondo le gusta que haga esas cosas. Me divierte que nos tengamos esa confianza.
Justo cuando terminé de ponerme la pijama, mi teléfono vibró. Un mensaje de Laura: "Ya vamos en camino. Y por cierto, ya pedí la pizza y el sushi, porque sabemos que amas el sushi".
Una sonrisa se dibujó en mi rostro. La noche perfecta con mis dos mejores amigos estaba a punto de empeza tiempo después .
La puerta de mi departamento sonó, y me levanté del sofá con una sonrisa. Al abrir, me encontré con la escena de siempre. Damián, con una bolsa de helado de chocolate en una mano, y Laura, con el teléfono en la otra, seguramente gestionando algún problema de su trabajo.
"¡Llegó la comida!", dijo Laura, con su eterna sonrisa. Entraron, dejando las bolsas sobre la mesa de la sala.
"¿Qué trajiste además del helado?", pregunté, viendo la bolsa que Damián había dejado en la mesa.
"Pizza y sushi, cortesía de tu amiga que te conoce demasiado bien", respondió Laura, levantando las cejas con orgullo. Sabía que amaba el sushi.
Damián puso los ojos en blanco. "A este paso, me van a robar a mi mejor amiga.Todo esto es para ganar puntos."
"No es mi culpa que seas tan predecible, Dami", me reí, mientras él se sentaba en el sofá y Manchas saltaba a su regazo, como siempre.
"Te amo, traidora", le dije a mi gata. Ella solo ronroneó, disfrutando de la atención de Damián.
Nos sentamos los tres en el sofá. Empezamos a ver una serie de comedia que habíamos dejado a medias, y el departamento se llenó de risas. A Damián se le caían las palomitas, Laura se quejaba de que la serie era demasiado ridícula, y yo solo disfrutaba de su compañía.
Cuando terminó el episodio, nos pusimos a charlar, hablando de nuestro día y de nuestros planes.
"¿Y bien, cuándo te vas a tomar unas vacaciones, Laura?", preguntó Damián.
"No lo sé, Dami. El trabajo me consume", respondió ella con un suspiro.
"Necesito un tiempo para mí, para viajar, para ver otras cosas."
"Deberíamos ir todos a la playa, como te dije hoy en la mañana, Alis", sugirió Damián, mirándome.
"Sí, deberíamos. Sería divertido", le respondí, viendo cómo sus ojos brillaban de emoción.
Luego, sacamos las mascarillas. "Es tu momento de brillar, Damián", bromeó Laura, pasándole un paquete. Damián refunfuñó, pero aceptó.
Nos pusimos las mascarillas y nos acostamos en el sofá, con la manta que tenía Alis para taparnos, disfrutando de ese momento. Entre risas y bromas, el tiempo pasó volando.
Cuando se hicieron las 2 de la mañana, Laura se levantó. "Creo que es hora de irme", dijo, estirándose.
"Yo también", dijo Damián, con una voz cansada.
Nos levantamos y nos dimos un abrazo grupal. "Gracias por esta noche, chicos. Los quiero", les dije, sonriendo.
"Y nosotros a ti, Alis", dijo Damián.
"Nos vemos pronto."
Los vi irse, cerré la puerta y regresé a la sala. Miré a Manchas, que ya estaba acurrucada en el sofá. Me acosté a su lado, cerré los ojos y me quedé dormida con el pensamiento de que, sin ellos, mi vida no sería la misma.