Cielo Azul

CAPÍTULO CUATRO: UNA NUEVA ESTUDIANTE

Ivelle se despertó con el cabello enmarañado y unas grandes ojeras. Bufó molesta y rápidamente se levantó de la cama en busca de un peine. Todas las mañana batallaba con su cabello y eso comenzaba a aburrirla. Pasó el peine por su cabeza, pero eso solo empeoro la situación. Su cabello ahora estaba esponjado, haciendo que su cabeza pareciera una nube. Mientras continuaba su batalla, escuchó la voz de melody desde abajo llamándola para el desayuno. Dejando de lado su cabello, bajó a la cocina donde encontró a la mujer de cabello negro y ojos oscuros, sirviendo un desayuno de algas marinas con una extraña textura. Ivelle observó la comida con recelo. Eso le recordaba tanto a su abuela y su extraña manía de hacer algas para comer. 

— No pienso comer eso. Se ve horrible.

—¡Callate! — exclamó melody mientras probaba un trozo de algas marinas — ¡Es una delicia! —Ivelle miró la comida con sospecha.

—¿Cómo puedes comer eso? — preguntó, haciendo una mueca. melody alzó una ceja con picardía.

—Es bueno para la salud.

—De hecho, comer algas no es muy recomendable.

—Tus estudios de medicina dejaron de ser útiles cuando llegaste a este mundo. Lo que te estoy sirviendo no son algas marinas comunes, sino alimentos nutritivos para nuestro pueblo —Ivelle frunció los labios —. Dentro de unas horas comenzará tu viaje a Aureum. Aunque bueno, no es un viaje como tal porque irás a través de la puerta mágica. Prepara tus cosas y, por favor, lleva ropa abrigada. La academia está ubicada en una montaña extremadamente fría. No querrás enfermarte. Los medicamentos que ofrecen allí son desagradables.

— No creo que algo sea más desagradable que las algas. 

Ivelle se sentó y comenzó a comer las algas con gran desagrado. Como melody lo había dicho, en pocas horas iría a Aureum para comenzar una nueva vida, lejos de sus inventos de física y sus locos amigos que cuando se enteraron que Lilac había muerto, quedaron sorprendidos. La prueba que hicieron a Ivelle fue más teórica que práctica. Le preguntaron cosas que dieron un veredicto que dejó sorprendida a la chica. Elementos, estudiaría elementos. Eso es algo que no se ve todos los días. Los cuatro elementos eran sin duda, extraordinarios y únicos. Ivelle, aunque abrumada por la transformación repentina de su vida, no pudo evitar sentir una chispa de curiosidad por lo que estudiaría en Aureum. El fuego, el agua, la tierra y el aire, cada uno con su propia esencia y poder, prometían abrir un nuevo horizonte en su comprensión del mundo.

—¿Estás emocionada?

— ¿Cómo podría estar emocionada por esto? Es una locura sin sentido lógico. No hay ninguna fuente científica que explique el origen de la magia.

— La ciencia que conocías hasta ahora es solo una parte de todo el conocimiento que existe, Ivelle —respondió Melody con paciencia—. Lo que llamamos magia aquí en Aureum, en tu mundo podría interpretarse como una forma avanzada de ciencia que aún no comprenden.

— Eso no hace que sea menos aterrador o desconcertante —admitió Ivelle, jugando con la comida. 

En la tarde, Melody e Ivelle fueron a casa donde vivía antes la menor para que ella pudiera buscar sus pertenencias. Después de rebuscar por la casa en busca de ropa adecuada, Ivelle comenzó a empacar sus cosas en una maleta grande. Estaba molesta porque no encontraba ropa suficientemente abrigada. En ese momento se arrepentía de ser una chica cuyo estilo era descubierto. Abrió el armario y sacó una caja donde había varios pañuelos de satín de todos los colores que ella solía ponerse en la cabeza. Mientras Ivelle clasificaba sus pañuelos, Melody observaba desde la puerta, contemplando cómo la joven intentaba tomar el control de algo en su vida que se había tornado tan caótico. 

—Quizás no necesites tanta ropa abrigada en Aureum —sugirió Melody, intentando aliviar el ambiente—. El clima allí es más templado de lo que estás acostumbrada, y la academia está perfectamente acondicionada para cualquier extremo. Afuera si hace mucho frío, por eso te dije sobre la ropa abrigada, pero solo tienes que llevar uno o dos abrigos. 

Ivelle se detuvo y miró a Melody a través del espejo del armario.

—Supongo que es una cosa menos de la que preocuparme —dijo, intentando sonreír, pero su reflejo mostraba la tristeza que aún no podía disipar. Melody se acercó y colocó una mano en el hombro de Ivelle.

—Lleva lo que te haga sentir cómoda y segura. Aquí, lo que importa es que te sientas tú misma, sin importar el entorno. Aunque en Aureum las personas no acostumbran a ver chicas como tú…

Ivelle asintió, decidiendo finalmente empacar algunos de sus pañuelos favoritos, un par de libros de física que siempre le habían proporcionado consuelo, y su portátil donde tenía escrito alguno de sus experimentos, no dispuesta a abandonar del todo su pasión por la física, incluso en un mundo de magia. Antes de cerrar su maleta, se dirigió a su laboratorio y tomó el desastroso invento de su máquina del tiempo. No perdía la esperanza de que algún día lo lograría y más cuando ya tenía un objetivo para viajar en el tiempo.  Con la máquina del tiempo, algo rudimentaria pero llena de promesas y recuerdos de tardes enteras de experimentación, Ivelle volvió a su habitación. La guardó con cuidado al fondo de su maleta, junto a sus notas y diagramas. Aunque sabía que la magia en Aureum podría ser poderosa y envolvente, también se aferraba a la ciencia como su vínculo con el mundo que conocía.




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