Pasó un mes así, salíamos todos los fines de semana, al autocinema, a un concierto y a caminar. Todo iba perfecto.
—Esperen, el director tiene algo que decir.
Desafortunadamente algo tan perfecto no podía durar para siempre.
El director entró un poco preocupado y a su lado, Gabriel con una cara pálida, poco común en él.
—Ayer, Lucía no llegó a su casa, eso no es común en ella, así que si alguien sabe de ella, se agradecería su información.
—Los números —Gabriel sacó todo el aire en su oración—, por si saben algo son…
Mi cabeza se detuvo de pensar, esto no podía ser. Algo estaba mal y como si mi cabeza no acabara de procesarlo, mi vista se sintió pesada. Como si estuviera en un mal sueño.
—Alex… ¡Alejandro!
Desperté de mi viaje y Gabriel me estaba mirando.
—¿Puedo…? ¿Puedo hablar contigo?
—Sí, sí claro.
Salí del salón y entonces las lágrimas le salieron a Gabriel.
—Te dije que la dejaras en paz, maldita sea. ¡Te lo dije!
—Hey, tranquilízate, no fue mi culpa ¿qué pasó?
—Desde que empezaron con sus amiguitos, andaba rara en la casa y no quería hablar con nadie de nosotros. Ayer salió durante la noche, no dejó notas, ni pistas ni nada, dejó el celular, no hay como saber de ella. ¡¿Dónde está, Alejandro?! ¡¿Qué le hicieron?!
—Nada, puta madre, Gabriel. ¡Tú sabes que no le haría daño! ¡Lo sabes!
—¿Entonces qué sabes?
—Nada… —suspiramos al unísono.
—¿Te puedo pedir un favor?
—No. —Me di la vuelta y pretendí ir a la cafetería.
—Por favor —tomó mi hombro, haciéndome voltear—, encuéntrala, y… no dejes que le hagan daño.
Seguí caminando y empecé a correr como si la horrible noticia me persiguiera con intenciones de tragarme de un bocado. Entonces todos salieron de sus salones y parecía que ya no podía más, sentí como si el frío de su ausencia me golpeara la espalda.
—¿Tienes alguna idea de dónde pueda estar? —Preguntó Barbie mientras me abrazaba, tratando de tranquilizarme.
—Tal vez se puso mal o anda de parranda, tranquilo amigo —Mike trató de ayudar.
—Sí, pero ella no es así, no lo haría, no Luz —Jessica respondió.
—No tengo idea de nada —dije—, pero tenemos que encontrarla.
Todos asintieron y el silencio invadió el estacionamiento del colegio.
—Bien, no puede haberse ido muy lejos, ¿Crees que se haya hecho algo? —preguntó Mike inocentemente lanzando una pelota contra el techo de mi cuarto.
—Espero que no, cabrón. Necesito encontrarla.
—¿Crees que la hayan secuestrado?
—¡Cállate! ¡No! ¡Por Dios! ¡No!
—Entonces Gabriel puede que sepa algo, aunque no esté consciente de ello.
Estuve de acuerdo. Totalmente.
—Piensa Gabo, ¿Después de la primera vez que salimos qué hizo?
—Nada, nada fuera de lo común.
—Piensa.
—Ese día vino mojada, dijo que patinaron, se subió, se cambió y se durmió; el otro día fue igual al Central Mall con ustedes y….
—¿El otro día? —pregunté.
—Ese día nosotros no fuimos —complementó Mike.
—¿Entonces con quién fue? —pregunté de nuevo.
—Dijo que iba con ustedes —respondió Gabriel.
Todo seguía siendo un misterio, y aún todo era oscuro pero por lo menos ya teníamos por dónde empezar.
Fuimos Mike, Jessica y yo al mall, todas las tiendas estaban abiertas y por lo tanto, me sentí cegado ante tanta duda y ante el fantasma de Lucía que de alguna manera me llamaba pero sin saber a dónde.
El tipo que la asustó ese día estaba patinando y no pude evitar dudar.
—¿Sabes algo de ella?
—No, vino el día después que vinieron ustedes pero no sé qué hizo, yo ya me iba.
—Dinos, cabrón —Mike lo agarró de la playera, enojado.
—No sé, de verdad, solo sé que vino.
—Le creo —Jessica calmó a Mike—, no haría nada malo.
Entonces hice algo que no acostumbraba: Usar la cabeza. El restaurante de hamburguesas no iba a resolver nuestro misterio y probablemente el sushi tampoco. Íbamos agotando posibilidades, ¿Qué tenía el centro comercial para ser un punto de partida? Para empezar ¿cómo sabíamos que se había quedado ahí ese día y no se fue a otro lado? ¿Dónde estás, Luz?
Me senté en una de las bancas del centro comercial sintiéndome impotente. De pronto, mi mirada se aclaró y al fondo, había un pequeño local que también era una agencia de viajes. Ahora sí, ya teníamos una pieza más del rompecabezas.
—Lo siento, no les puedo dar la información que piden, tenemos una política de privacidad y no podemos anularla por nada.
—Mire, señora —dijo Mike, que parecía tener personalidad de detective—, nuestra amiga desapareció y sus padres no saben dónde está, si algo de esto sale a la luz, usted será cómplice de la desaparición si es que tiene datos que nos puedan ayudar.
La señora se puso nerviosa.
—Mire —respiré—, esa chica, de la que le preguntamos —Jessica y Barbie esperaban afuera así que me sentí culpable—, es el amor de mi vida y ya la perdí una vez toda una vida, no me voy a arriesgar a perderla, además, si me dice donde está o a donde fue, ganará un cliente más porque puede apostar su vida que iré a buscarla.
—¿Cómo dices que se llama?
—Lucía, Lucía…
—¿Hernández?
—Sí —Miguel y yo nos acercamos.
La señora nos miró con ojos de sorpresa pero no de la buena.
—Vancouver. Solo compró el boleto de ida, no hoteles, nada.
—Vancouver, México ¿no? —preguntó Mike asustado.
—¿Qué? —pregunté—, Está en…
—Sí, ya sé que está en Canadá, idiota, pero eso solo hace las cosas más difíciles.
—¿Cuánto dice que cuesta el boleto? Lo más pronto posible.
—6 mil, por American Air. Sale en dos días.
Mierda —pensé—, eso es mucho más de lo que tengo ahora.
—Será un vuelo sencillo a Vancouver entonces, cárguelo a la tarjeta —Barbie entregó una black card a la señora y me miró—. No digas nada, mejor piensa cómo la vas a encontrar, grandote.